Detrás de la fachada de terciopelo y luces neón de una Sex Shop, un club clandestino es gestionado por una reina de la mafia oculta. Bajo las sombras, lucha por mantener su presencia dentro de los magnates, así como sus integridad de quienes la cazan.
¿Podrá mantenerse un paso adelante de sus depredadores o caerá en su propio juego de perdición y placer?
NovelToon tiene autorización de HananFly para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Vamos a darnos un tiempo
Los pasillos del departamento policial estaban más concurridos que siempre. Había una movilización masiva de personal, trabajando sin parar. Todos llevaban prisa y ni siquiera tenían tiempo para saludar.
Julian pasó entre ellos, reconociendo algunos rostros, aunque una gran cantidad eran pasantes o novatos. Sacó su credencial y lo colocó sobre el escáner en la puerta de seguridad para ingresar al departamento de investigación. Allí, el panorama era más tranquilo, excepto por Carlos, el jefe departamental, quien caminaba de un lado a otro dando órdenes sin parar.
—Quiero esa información para dentro de media hora. Ni más ni menos, señores. No podemos perder más tiempo si queremos dar con ellos —decía él, estresado y con evidente cansancio en su rostro.
—¿Qué sucede, Carlos? —preguntó con naturalidad Julian, retomando su identidad oficial.
El jefe se detuvo a observarlo, algo confundido por su presencia.
—A qué ha venido, agente Clark? Si no mal recuerdo decidí suspenderlo por tres meses por su ineptitud en las misiones —Tal recordatorio rompió ligeramente el orgullo del hombre, un pequeño detalle que prefería obviar en su vida y que le resultaba vergonzoso frente a sus colegas.
—Tengo información interesante sobre la mafia —informó de pronto, tratando de captar el interés de Carlos. Pero este, por el contrario, suspiró con fastidio y frunció el ceño.
—¿Otra vez con eso? ¿No ha aprendido la lección? Señor Clark, estamos muy ocupados resolviendo el tráfico de drogas como para que usted siga con esa obsesión de la mafia. Sí, sabemos que esas escorias existen, pero son tan poderosas que no vale la pena molestarnos por ello.
—Carlos, esa gente tiene toda una red de tráfico, están haciendo negocios turbios que ni tú te imaginas.
—Señor Clark, pare de una vez con eso. El ministro lleva rato presionándonos para que resolvamos el tráfico de drogas de la ciudad. Si no resolvemos eso pronto, nos van a despedir a todos, ¿entiende eso?
—Están involucrados con eso mismo, también. Concédeme nuevamente mis permisos aquí en el departamento y le prometo que no lo defraudaré.
—¿Cómo está tan seguro de eso? —Julian tragó seco. Revelar que estaba infiltrado en la mafia sin ningún tipo de permiso iba a traerle problemas, así como a John, quien lo ha estado ayudando en secreto.
—Fue lo último que supe antes de ser suspendido —mintió—. Intentan crear medicamentos con fentanilo y usarlo como drogas.
—¿Y con qué intenciones harían eso?
—¿Diversión?
—Eso no tiene ningún sentido. Sus suposiciones no tienen argumentos sostenibles, así no podemos trabajar. Creer en algo tan incierto es muy arriesgado para nosotros.
—Pero es la verdad, Carlos. Solo dame la oportunidad. Prometo hacer las cosas bien esta vez. Estoy cerca de dar con la verdad.
—Basta, no quiero hablar más del tema. Retírese a su casa, necesita descansar, desconectarse del trabajo. Entiendo su ansiedad por querer conseguir el ascenso, pero lo único que logrará será colmar mi paciencia y hacer que lo despida. Vuelva por donde vino y deje a los demás hacer su trabajo.
Julian no dijo más nada. Estaba enojado, frustrado. Pero muy en el fondo su jefe tenía razón. Era como si tuviera una nube negra que a donde quiera que fuera, las cosas salían mal. Incluso con Eleanor. Ni siquiera pudo mantenerla a salvo del desquiciado Kiam. Solo se trató de suerte el que él no le hiciese nada grave.
Julian regresó al auto y se dirigió a su casa provisional: la tremenda mansión abandonada de la que había tomado posesión sin ninguna autorización. Dentro de ella, estaba Rose, con el mismo atuendo que hacía un tiempo atrás.
—Buenos días, cariño. ¿Qué tal te ha ido?
—Cómo la mierda. Carlos no estuvo dispuesto a escucharme. Mi hermano no quiere despertar y estoy que caigo en la locura en ese maldito lugar. —Rose se quedó en silencio. La dureza de sus palabras la intimidó. Él se estaba desquitando con ella, o al menos así lo sintió.
—De verdad que necesitas un descanso del trabajo, Oliver. Ya ni siquiera duermes. Te mantienes a punta de pastillas contra el insomnio. Eso te enferma, no es bueno para tu salud.
—Rose. ¿Tú también? Se supone que eres mi novia y la primera que debería apoyarme, ¿tú tampoco quieres que consiga el ascenso? —Julian reaccionó usando su ira para empujarla.
—¿Qué? No. No se trata de eso. No le busques un sentido extraño a mis palabras. Precisamente porque me importas es que me preocupo. ¡Mírate, Oliver! Pareces otra persona completamente diferente y eso me asusta. Porque no veo al hombre del que me enamoré —soltó de pronto, acercándose a él para tomar su mejilla—. Siento que has cambiado, que ya no me ves del mismo modo y que has puesto como prioridad a tu trabajo antes que a tu familia. Y eso de verdad me duele, porque yo te quiero mucho, pero siento que soy yo luchando sola por esta relación.
La expresión del hombre reflejó sorpresa y algo de temor.
—¡¿Qué quieres decirme con todo esto?!
—Que creo que es mejor darnos un tiempo, Oliver. Uno en donde tú puedas pensar, organizarte y decidir qué es lo que harás con tu futuro. Y de verdad me duele hacer esto, pero no puedo seguir viviendo en este lugar donde no se siente mi casa. Donde paso más noches sola que acompañada. Y entiendo que quieras enviar a John para que me cuide y se haga cargo de mí, pero mi novio eres tú, no él. Y no puedo seguir abusando de su tiempo y amabilidad. —Rose se secó las lágrimas, tratando de volver a la normalidad—Recogeré mis cosas en el transcurso del día, volveré al apartamento de mi hermana en el centro. Es probable que para cuando despiertes ya no esté aquí, pero te dejaré un mensaje diciéndote que llegué bien. Ahora tengo que irme a trabajar.
—Rose, espera, no me hagas esto, por favor. Justo hoy te necesito más que nunca.
—¿Y qué hay de mí? Cuando te necesité, tú no estabas ahí, Oliver. Ya somos adultos. No podemos seguir siendo tan egoístas...
Rose se fue de la casa, a pesar de todas las súplicas y promesas de cambio de Julian. Él cayó en un estado de ira y desesperación, tumbando los adornos de la sala en todas direcciones. Maldijo para sus adentros, sintiendo cómo su vida se desmoronaba por todos los frentes.