Valentina Román es alegre, entusiasta, divertida, alguien llena de luz, enamorada por muchos años de Rafael Alcázar uno de sus mejores amigos, el problema el es un Playboy consagrado, por lo que su amor por el es solo un sueño, imposible de cumplirse ¿o no?
¿Que pasa cuando lo imposible sucede?, pero de pronto todo se desploma convirtiendo el sueño en pesadilla.
Acompáñame a averiguarlo.
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En una fracción de segundo el alma de Rafael abandono su cuerpo, deseo que ese momento solo fuera una horrible pesadilla, pues estaba seguro de que su suerte no podía ser tan mala.
Había luchado tanto por arreglar su situación con Valentina y ahora de la nada aparecía la principal causa de su larga separación, no podía decir culpable porque al final de cuentas debía admitir que él era el responsable, debió solucionar las cosas a tiempo y hablar con Valentina, no esperar a que todo se saliera de control de esa manera.
- Rafael. – Deletreo Valentina con una calma tan aterradora que el hombre solo sintió como su sangre era drenada de su cuerpo dejándolo pálido.
- ¿Sí? – Atino a responder.
- Escuche una particular voz. – Continuo Valentina sin la más mínima alteración.
Pero antes de que Rafael pudiera pensar alguna respuesta otra voz los interrumpió.
- Hermano que bueno que llegaste. – Se escucho la emocionada voz de Lidia. – Ya viste quien está aquí, no es una increíble sorpresa que mi hermosa cuñada haya llegado. – Solo esas palabras bastaron para que Rafael abriera los ojos hasta lo humanamente posible con la expresión de terror más grande que Lidia le haya visto en su vida. – ¿Qué pasa? – Pregunto ella al verlo. – Ya se estas muy feliz de verla, ¿verdad?, mira hasta que hora nos hemos quedado despiertas solo para recibirte, agradecido debes estar de tener a alguien que te quiere tanto. – Añadió cruzándose de brazos con una sonrisa de satisfacción.
Haciendo que Rafael solo quisiera cerrarle la boca para siempre a su hermana menor, siempre tan habladora, sabía que esa lengua lo metería en problemas alguna vez, pero jamás se imaginó que en uno tan terrible.
Sin saber que más hacer Rafael solo pudo pasar de largo sin responder el saludo de ninguna de las dos mujeres y subir directamente.
- ¿Qué le pasa a ese estúpido? – Grito Lidia indignada al ver la actitud tan grosera de su hermano.
- No te enojes, parece que estaba ocupado en su llamada. – Dijo mostrándose comprensiva, aunque en verdad estaba feliz si mal no entendió, Rafael debía estar al teléfono con Valentina y aunque eso no estaba en sus planes por la expresión de terror puro que tenía el todo salió mejor de lo esperado.
Pues si Valentina las escucho ahora debe saber que sin importar que, en esa casa, ella sigue siendo la futura esposa de Rafael.
- Mañana me va a escuchar. – Sentencio Lidia.
Mientras tanto Rafael entraba a su habitación cerrando la puerta con movimientos mecánicos sin decir nada, pues su mente iba a mil por minuto calculando exactamente sus próximas palabras pues de ellas dependía su vida en ese momento, sin embargo, antes de que dijera algo fue Valentina quien volvió a hablar.
- ¿Cuñada? – Cuestiono. – Parece que estoy interrumpiendo un momento importante. – Dijo tan fría que hasta Rafael sintió que la temperatura de su cuarto bajo considerablemente.
El pobre hombre solo paso saliva, siempre había adorado a su hermana, pero en ese momento un pequeño rencor se había instalado en su corazón.
- Lo puedo explicar todo, te juro que… - Pero Valentina no lo dejo terminar.
- No es necesario, feliz noche. – Dijo y colgó.
Rafael soltó unas cuantas maldiciones mientras volvía a marcar, pero sonaba apagado, todos sus avances se habían ido por el caño, por lo que muy enojado, se preguntaba, ¿Cómo era que Sonia estaba en su casa a esa hora?, seria normal que ella visitara la mansión después de todo es la mejor amiga de Lidia, además el abuelo la quiere mucho, pero nunca se había quedado en casa y bueno podía entender que se quedara, pero salir a saludarlo a esa hora de la noche era obvio que cualquiera malentendería la situación aún más con sus antecedentes, sin contar con que Lidia termino de arruinar todo.
En toda la noche no pudo dormir nada, se la paso dando vueltas en la cama y esperando que Valentina no lo bloqueara nuevamente o tendría que resolver rápidamente sus asuntos y regresar, ya era hora de que hablara seriamente con ella.
A la mañana siguiente Rafael se levantó con nada de energía y las ojeras más grandes del mundo, pero como tenía trabajo solo pudo levantarse y tomar una ducha para ponerse decente y bajar, deseando no ver a nadie, pues no estaba de humor para nada, pero no tuvo tanta suerte pues apenas llegó a la mesa se encontró a su madre en compañía de Lidia y Sonia.
- Buenos días hijo. – Saludo Helena con una sonrisa sin saber que para Rafael era todo menos un buen día.
- Hola madre. – Devolvió el saludo lo mas cordial que pudo. – Buenos días. – Saludo a las otras dos personas en la mesa, per era obvio que no estaba muy feliz que digamos.
- Hermano, ¿Qué te pasa? – Cuestiono Lidia concierta molestia. – Estas siendo muy grosero, anoche ni nos devolviste el saludo y ahora pareces estar ignorando deliberadamente a Sonia. – Reclama.
- ¡Oh!, no, no es así, Lidia. – Interviene Sonia con voz baja.
Todo esto mientras Helena no entiende lo que está sucediendo, pero antes de que pudiera preguntar el abuelo entra al salón sorprendiéndolos, pues hasta ahora ha estado comiendo en su habitación por las recomendaciones del doctor.
- Abuelo, ¿Qué haces aquí? – Pregunto Lidia preocupada.
- Ay ya, ya, no exageren. – Se defendió el hombre. – Tenemos visita y quería comer con ustedes, además ya es hora de que empiece a retomar mi rutina. – Dijo con seguridad, del tipo que no admite replica.
- Ahhh – Suspiro Rafael resignado. – Esta bien abuelo, ven. – Dijo ayudándolo, pues, aunque se estaba sosteniendo del bastón, como había estado tanto tiempo en cama sus piernas aún estaban débiles.
- Abuelo, feliz día. – Saludo Sonia con una gran sonrisa.
- Buen día mi niña. – Devolvió el saludo Aníbal con alegría. – Rafael ya saludaste a Sonia. – Dijo girándose hacia su nieto. – Debes estar feliz ya que se va a quedar algunos días. – Informo con picardía, deseando que sea una buena oportunidad para ellos, la verdad es que el seria feliz si al final se casan como lo tenían planeado.
Pero nada más alejado de la realidad, esa noticia solo hacía que su cabeza doliera.
- Abuelo. – Quiso replicar, pero antes de que pudiera hacerlo, una empleada entro al salón para informar.
- Joven Rafael, lo buscan en la entrada. – Dijo un poco preocupada.
- ¿A mí? – Pregunto, pues no tiene a nadie que fuera a buscarlo a su casa menos a esa hora de la mañana. – ¿Quién es? – Cuestiono intrigado.
- Dijo que era la señorita Valentina Román.