¿Es posible volver a amar después de una ruptura? Cinco años después de romper su compromiso, Gus y Félix vuelven a cruzar miradas. El pasado regresa como una herida abierta, trayendo consigo el amor que nunca murió… y la falta de valor que amenaza con destruirlos. Esta vez, no solo se juegan el corazón: también su última oportunidad de salvarse el uno al otro para poder terminar juntos.
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SE DIERA
Estoy eligiendo pan. Mis ojos están clavados en los roles de canela y las mantecadas. ¿Cuál debería elegir? Con la tenaza me decido por un rol de canela, lo pongo sobre la charola y al darme la vuelta, sus ojos me miran con fijeza. ¡¿Esto es real?! ¡¿De verdad es él?! ¡¿Está aquí?! ¡¿Estoy soñando?!
Trago un poco de saliva, es como si el tiempo se hubiese detenido y nosotros fuésemos dos pilares de piedra. ¿Este es el reencuentro que tanto había estado esperando? ¡Debo controlar mi sentir!
—Hola. ¿Cómo estás?
Félix se anima a ser el primero en hablar.
—Estoy bien. ¿Tú cómo estás?
—También estoy bien. Vine de visita a Puebla.
—Que bueno. Espero que tu estancia sea agradable.
—Sí. Vine por unos asuntos importantes.
—Genial. Espero que te vaya bien.
—¡Gracias!
¿Aquí debe terminar la conversación? ¿Debemos alejarnos nuevamente? ¡Ya debo dejar de jugar conmigo mismo! Yo no me merezco esto.
—Bueno, un gusto saludarte.
Me dirijo a la caja registradora para pagar por el pan que he elegido. Veo como la señora mete el pan en una bolsa de papel café. Siento una mano sobre mi cintura, giro a ver sus ojos y su sonrisa me gusta.
—¿Elegiste el rol de canela para mí? —Alán me mira con ojos pispiretos.
—Sí, de hecho elegí dos, para que te duren más tiempo.
Planta un beso en mi mejilla, sus labios causan chispas en mi piel y sonrío por la agradable sensación.
❤️❤️❤️
—Vi a Félix en la panadería y nos saludamos brevemente —me atrevo a decirle.
El rol de canela tiene una mordida y el mastica en su boca. ¡Lo saborea! Me mira con tranquilidad.
—¿Y cómo está?
—Dijo que está bien. Vino a Puebla por unos asuntos importantes.
—¿Sabes cuantos días estará por aquí?
—No. Fue una charla muy breve.
—Que bueno que pudieron verse.
Doy un sorbo a mi taza de té. ¿Será prudente? ¿Le hago saber? ¿Debo pronunciarlo?
—Félix se va a casar pronto —me digno a decirle .
—¿De verdad? Es una buena noticia.
—Sí. ¿Te acuerdas de Luisa?
—La hermana de tu cuñado, ¿no?
—Sí. Se casa con ella.
—¡Me da gusto! Qué bueno. Creo que todo queda en familia.
—Eso parece —Pronuncío sin tantas ganas.
—¿Lo invitaste a tu casa?
—No.
—Deberías haberlo invitado.
—¿Tú crees?
—Claro. Después de todo, son amigos, ¿no?
Y esa cuestión es la que me daba vueltas. ¿Amigos? ¿Félix y yo? ¿Por qué quedamos así?
❤️❤️❤️
La comunicación es muy importante para que una relación funcione y mientras ambas partes se tengan la confianza de contarse sus pesares e inquietudes, el apoyo que ambos puedan brindarse ante lo que acontece, eso será la cereza del pastel después de que hayan superado las dificultades. Supongo que por eso mi hermana y James han durado varios años y tienen una familia muy bonita.
—¿Y entonces? ¿Hablaste con él? —Me dice Laura, ella está muy interesada en saber.
—Sí, pero fue breve.
—¿Lo invitaste a salir?
—No. Jamás pensé en eso.
—Bueno, no es tan importante que lo invites. ¿Cómo va todo entre tú y Alán?
—Las cosas van muy bien. Es un muchacho muy agradable, dulce y muy inteligente.
—¡Me da gusto por ti!
—¿Cuando vendrán?
—La próxima semana llegamos con ustedes, ya estoy alistando mi vestido para la boda.
Al finalizar la llamada, mi mente se siente un poco más tranquila que antes. ¡Todo estará bien! ¡Todo pasa! Decido encender el televisor, quiero ver una serie en Netflix y entonces...
—¿Quieres salir a caminar conmigo? —Christian me pide.
Son las tres de la tarde.
—¿A dónde quieres ir?
—Tengo antojo de una nieve o un helado. ¡Vamos! Yo te invito uno.
El calorcito del día es perfecto para una nieve de pitaya. El viento sopla fresco y me gusta mucho el sabor de mi nieve.
Estamos llegando al parque, justo en el zócalo. Hay gente que va y viene, muchos turistas que sonríen y posan para sus fotografías. ¡Y en la fuente estoy yo! Mirando como los chorros de agua caen a la base y todo se vuelve un círculo para que el agua le de vista espectacular a un monumento de piedra en la fuente. ¡Es perfecto!
—Gus —su voz me captura.
Giró lentamente buscando sus ojos, ese tono de voz me trae recuerdos y mi corazón se acelera.
—¿Buscas a alguien? —Christian me pregunta, él está a mi lado.
—¡Gus! —Su voz vuelve a resonar por mis oídos y siento que estoy enloqueciendo.
Decido mirar al frente, justo al otro extremo de la fuente y su mirada me penetra. ¡Allí está él! Sonríe con amplitud, mi corazón se deshace como la nieve de mi vaso y me parece una sorpresa increíble. ¡Nos volvimos a reencontrar!
—¿Lo conoces? —Christian me pregunta.
—Sí, es Félix —le hago saber.
—¿Y por qué no vas a saludarlo?
Su sugerencia me parece propiamente perfecta. Son pocos los segundos que me toman poder llegar hasta él y cuando me quiero detener a su lado, mis pies me hacen tropezar y mi vaso de nieve sale volando. Me raspó las manos, mis rodillas me duelen un poco y sus manos me están tocando. ¡Quiere ayudarme!
—¿Te encuentras bien? —Félix me observa con preocupación.
Me doy cuenta de que su playera se ha manchado con la nieve que solía estar en mi vaso. ¡Esto es insólito! Me siento apenando por él.
—Estoy bien.
Me ayuda a ponerme de pie, sus manos se unen a las mías y su calor vuelve a despertar algo en mi alma. ¿Extrañarlo? ¿Desearlo? ¿Olvidarlo? ¿Negarlo? ¡Soy una confusión de segundos eternos!
—Cuando te vi, no dudé en llamarte, el otro día no pude hablar bien contigo.
—Sí. Supe lo de la boda —me atrevo a decirle.
Su rostro se ilumina con mucha emoción y sé que su corazón ya no me pertenece. ¿Y por qué me desilusiona su reacción?
—Sí. La boda de Luisa.
—¡Felicidades! Me da gusto que al fin hayas tenido el valor de definir lo que quieres.
Su mirada se vuelve confusa.
—¿Crees que Luisa y yo nos vamos a casar?
—Sí. Bueno eso es lo que supe.
Pero entonces, se suelta a reír y su reacción me saca de onda.
—¿Por qué te ríes?
—Es que yo no me voy a casar con Luisa.
—¿No te casas con Luisa?
—No. Ben es quien se casa con ella.
Entonces sentí un alivio en el corazón y la preocupación dejó de existir en mi alma.
—Yo... tienes nieve de pitaya en la playera. ¡Lo siento! Deberías limpiarte.