Décimo libro de saga colores.
Después de su tormentoso matrimonio, el Rey Adrian tendrá una nueva prometida, lo que no espera es que la mujer que se le fue impuesta tendrá una apariencia similar a su difunta esposa, un ser que después de la muerte lo sigue torturando.
¿Podrá el rey superar las heridas y lidiar con su prometida? Descúbrelo en la tan espera historia.
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14. Una pesadilla placentera
...ADRIAN:...
No podía negar que la partida de Levi volvió a ser un motivo más de soledad, no es que extrañara su presencia, no obstante, no podía negar que él me entretenía.
Cuando conocí a Levi no nos llevábamos muy bien, él era demasiado crítico, desde el primer momento me dijo lo que estaba haciendo mal en mi reino y eso me molestó, porque nunca me gustaba parecer incompetente para ser rey.
Aprendí a lidiar con mi mano derecha, tomando en cuenta algunas de sus sugerencias.
Desconociendo que él sabía que mi destino sería volver a ser una pieza de mi padre.
Esa era una traición que no podía perdonar fácilmente.
Ese viaje era la única forma de averiguar más de ese rey y de probar la lealtad de mi mano derecha. Aunque el viaje a tierras desconocidas podía significar un riesgo, pero confiaba en que el capitán Albert y la tripulación, pudieran lidiar con cualquier dificultad. Para eso estaban entrenados, aunque no podía negar que las tormentas eran un problema mayor, muchos barcos desaparecían en el mar y eso era lo que me daba cierta angustia.
Pero, ya todo estaba hecho y necesitaba centrarme en estar pendiente de cada cosa que hiciera Freya, sin estar cerca de ella al mismo tiempo.
Era difícil hacer algo así.
Entendía a la señorita, el castillo no ofrecía mucho si uno no se mantenía ocupado, comprendía su aburrimiento y ganas de hacer algo.
Al estar en un reino desconocía, el deseo de explorar era más fuerte, yo mismo pasé por eso, aunque seguía sin viajar demasiado, intentaba conocer poco a poco a Floris, era insólito que un rey desconociera su propio reino y no podía quedarme solo con la imagen de los mapas.
Aún no era libre para hacer lo que quisiera, tenía responsabilidades y obligaciones, aunque estaba en paz hasta hace poco, mi intranquilidad estaba de vuelta, pero la diferencia era que no tenía miedo.
Cuando fui esposo de Vanessa, las restricciones eran más fuertes, a veces me ordenaba quedarme en la habitación sin salir y ponía a dos guardias hábiles custodiando la entrada, una vez intenté escapar y recibí unos golpes de esos dos matones, todo por órdenes de la infeliz.
Pero, a Freya no le quitaría la libertad, no la lastimaría físicamente.
Salir a la cuidad podía ser peligroso, si alguien viese su apariencia, podrían atacarla, más con las noticias del casamiento y la coronación seguían revoloteando en la capital.
Sabían que la reina era parecida a la anterior, la inquietud en Floris estaba presente.
Solo quedaba esperar a que todo se apaciguara, pero eso estaba lejos de pasar.
Incluso dentro de mi ser.
Intentaba poner distancia, pero Freya aparecía en cualquier parte, como un recordatorio de que no podía escapar pese a mis intentos.
Me acosté temprano cuando tuve la oportunidad, estaba tan cansado, las reuniones con el consejo de prolongaron incluso después de la partida de Levi, después me quedaba hasta tarde organizando el papeleo del resto de mis deberes.
Así que aproveché que pude volver temprano a mi habitación.
No me quedaba mucho tiempo para descansar, menos cuando Vanessa volvía a mis pesadillas.
Siempre encadenado a la cama, con ella sobre mí usando distintos métodos de tortura.
— Esa mujer y yo somos una — Dijo Vanessa, trazando una daga por mi piel — Yo no muero, querido — Su sonrisa se ensanchó — Nunca lo haré, nunca te dejaré vivir en paz y ella es la prueba... Freya puede unirse a la diversión — Susurró y ella apareció al pie de la cama, con su rostro más delicado y joven.
Me estremecí contra las cadenas.
— ¡Déjame en paz, maldita zorra! — Grité mientras Vanessa se levantaba para ir hacia Freya, quien permanecía sin parpadear, como estatua.
Ella sacó una daga y tomó la mano de Freya, la obligó a tomar la empuñadura.
— Vamos, divierte como yo — Dijo Vanessa, cerca de su oído — Al fin y al cabo, somos la misma — Freya llevaba una bata y ella empezó a desnudarla — Mira, eres igual de hermosa que yo, igual de peligrosa y de poderosa — El cuerpo pálido de Freya quedó ante mí y lo recorrí con la mirada — Ahora, empieza a arrancarle la piel.
Freya seguía insensible, como estatua, avanzó y trepó a la cama.
— ¡No, no lo hagas! — Supliqué, tirando de las cadenas.
Freya elevó la daga hacia mi pecho, como si quisiera matarme, con sus ojos insensibles.
El final no llegó, se quedó inmóvil a un centímetro de tocarme.
Ella trepó sobre mi cuerpo y mi confusión fue mayor.
— Freya...
Empezó a tocarme con cuidado, como si quisiera calentarme.
Sus labios tocaron los míos.
Me endurecí de inmediato, sintiendo el calor en mi cuerpo ante las caricias.
— Su majestad, solo tómame — Susurró cerca de mi oído, sentía sus caderas sacudirse contra mí.
Se alejó bruscamente, Vanessa tiró de su cabello.
— ¿Cómo puede gustarte si tiene mi rostro? — Preguntó, muy furiosa — Somos la misma.
— No lo son — Dije, ni siquiera quería hablar, ni siquiera quise decir eso, solo salió de mis labios.
— Sí, somos la misma, eres un enfermo, un hipócrita, no te endureces conmigo pero te endureces con ella — Siseó, pasando la daga por la garganta de Freya — Si yo estoy muerta, ella también lo estará.
La sangre me salpicó.
Desperté alterado, jadeando y completamente sudado.
¿Qué rayos fue eso?
Era la primera vez que Freya aparecía en mis pesadillas y no solo eso ¿Cómo podía endurecer en una pesadilla? Ante Vanessa, por causa de Freya.
Me levanté de cama y busqué un poco de vino, bebí.
La puerta sonó y fruncí el ceño.
¿Qué hora era para que alguien estuviese llamando a mis aposentos?
Tomé mi bata al pie de la cama y me cubrí.
El toque volvió.
— ¡Vuelva a horas decentes! — Gruñí desde adentro — ¡Éstas no son horas de molestar, si insiste abriré para ver su rostro y lo castigaré por su falta de respeto!
El único que tocaba a altas horas de la noche era Levi.
— ¡Lo lamento... Majestad! — Esa voz tartamuda, una punzada me recorrió abajo del abdomen, obra del sueño reciente — No quería molestar... Lo lamento... Solo quise tratar un asunto, pero tiene razón... No sabía que dormía tan temprano...
¿Dormir temprano?
Observé el reloj de la pared.
Pensé que era tarde, debí dormirme al instante.
Abrí la puerta y la señorita Freya abrió mucho los ojos.
Tenía el cabello completamente suelto, un camisón decente que la cubría por completo.
— ¿Qué desea?
— Lo... Lo lamento... Vendré en otro momento... — Hizo una reverencia torpe y se alejó hacia su puerta.
— No le he dicho que puede irse.
Se detuvo y se giró.
— Si lo dijo, antes de abrir... Dijo "vuelva a horas decentes o lo castigaré"
— Pensé que era más tarde — Me acaricié la nuca.
— De todos modos... No fue buena idea... — Estaba sonrojada ¿Por qué?
— Entre — Ordené y sentí un dolor placentero en mi miembro, esperaba que no se me notara con la bata.
Dudó, sus manos pálidas y pequeñas se enterraron en la tela del blusón.
Avanzó y entró, pasando por mi lado.
Cerré la puerta.
¿Qué se sentirá tocar a una mujer?
Vanessa nunca me dejó y siendo honesto no me apetecía.
No perdonaba que yo no sintiera atracción, le gustaba más verme tocar a Dorian sin que él lo quisiera, como una forma de torturar a ambos.
Pero, siempre quiso la atención para ella.
Me daba náuseas pensar en eso.
No sería apropiado que mi mente removiera esos recuerdos horribles, más cuando Freya estaba aquí, no quería tener un ataque de pánico que me hiciera dañarla.
La observé detenidamente mientras se detenía en medio de la habitación, llevaba unas pantuflas algo graciosas.
Me aproximé sin poder evitarlo y me evaluó, parecía sorprendida por mi reacción.
No quería asustarla.
Sentía curiosidad.
¿Esto era algún transtorno? ¿Por qué me endurecía una señorita con el rostro de mi fallecida esposa?
A pesar de que trataba de ser decente, yo estaba sucio y corrompido.
Elevé una mano.
Ella se quedó quieta, su garganta se agitó.
Sus pupilas se agitaron.
Parpadeé y bajé mi mano.
— Dígame ¿Qué desea?
Soltó una larga respiración y parpadeó.
— Le diré todo lo que quiera sobre Polemia — Dijo, con expresión firme.
— Gracias... Pero, mi ayudante ya marchó a Polemia... Y por lo que usted me ha dicho no tiene idea de lo que su padre acordó.
— Lo sé, pero al igual que usted, su ayudante no sabe nada sobre Polemia — Dijo, cruzando sus brazos — Y su respuesta llegará dentro de veinte meses, mientras tanto, usted podría conocer más sobre mi padre y Polemia, así no le quedará duda.
— ¿Qué me asegura que dirá la verdad? — Elevé una ceja.
— Le diré la verdad... No tengo porque mentir... — Gruñó, enojada — No... No... Soy una mentirosa... Además... Usted ya tiene el control de la situación.
— ¿Siempre tartamudea cuando está nerviosa y molesta? — Pregunté con un poco de diversión.
Su sonrojo aumentó, me observó con más enojo.
— ¡No se burle de mí!
— No me burlo, me parece un poco tierno.
Abrió su boca, pero no consiguió que decir.
Me pregunté si su boca sabría tan bien como en el sueño.
No supo que decir, solo se limitó a desviar su rostro de mí.
— Podemos hablar tranquilamente mañana — Dije, aclarando mi garganta — Daremos ese paseo por la ciudad.
— En serio? — Volvió a observarme.
— Conozco un lugar tranquilo para hablar a las afueras de la ciudad, podemos terminar el recorrido allí y hablar con calma — Propuse, necesitaba despejar la mente.
— ¿Y mi hermana? Ella querrá ir.
— ¿Ella impedirá que hablemos con tranquilidad? — Estreché mis ojos.
Florence me parecía algo invasiva, no parecía ser tan inocente como Freya, tenía más malicia.
— No lo sé... Pero, no se preocupe... Le diré que nos dé privacidad.
— De acuerdo.
Creí ver a Florence cerca de ese capitán, por eso cuando noté que Freya le estaba hablando me hizo desconfiar más. Aunque el capitán estuviese encadenado, era un hombre peligroso y podía manipular para obtener información, algún beneficio o algo con lo que contraatacar.
— No vuelva a acercarse al prisionero.
— Creí que eso ya estaba discutido — Protestó, me acerqué más.
— Es por su bien.
— No entiendo ¿Por qué le preocupa tanto?
Apreté mi mandíbula.
— No me preocupa.
Se estremeció — ¿A caso pretende que yo haré algo en su contra?
— Ese hombre es bastante manipulador.
— Yo no soy una cabeza hueca — Gruñó, dándome un puñetazo en el pecho, no me dolió, fue sin fuerzas, apartó su mano al darse cuenta, como si su gesto fuese espontáneo — Lo lamento... No quise faltarle el respeto... — Bajó su cabeza.
Volví a elevar mi mano y tomé su barbilla.
Era tan suave y cálida.
Elevé su rostro.
Me observó, un poco desconcertada.
Podría ordenar consumar el matrimonio y seguramente me dejaría hacerlo.
Pero, no podía mostrarle que mi voluntad era débil.
Tal vez con eso podría darle su merecido a mi padre y al rey, si no la tomaba, podía invalidar el matrimonio y así ellos sentirían la apuñalada de la traición.
Su pureza podría demostrarse a pesar de las falsas pruebas.
Observé su rostro.
Aunque para ella sería un golpe bajo.
No quería hacerlo.
Era una opción a considerar.
Solté su barbilla.
— Buenas noches, señorita Freya, mañana le ordenaré a las sirvientas prepararla para el paseo — Dije, alejándome como si no tuviera una erección.
— ¿A qué hora saldremos?
— A las diez, no puedo demorar mucho.
— Ah entiendo, me levantaré puntual.
— Las sirvientas pueden despertarla — Dije y negó con la cabeza.
— No estoy acostumbrada a ser atendida.
— Debe acostumbrarse, es parte de ser rey.
— Pero, yo no soy una reina y usted lo sabe — Dijo, desanimada. Caminó hacia la puerta — Buenas noches, majestad, espero que tenga un buen sueño.
Nunca tuve buenos sueños.
Pero, verla en los míos fue algo que no me dió pánico, excepto cuando Vanessa le cortó la garganta.
No eran las mismas.
Aún así me sentía extraño, como si estuviese haciendo mal al sentir un poco de deseo por ella, era como inconcebible para mí que eso ocurriera, primero por mis preferencias y segundo por su similitud física.
Ya no me estaba apeteciendo aventurarme con hombres.
No por el momento, tal vez después de que mi insensatez se disipara, podría volver a sentir ese cosquilleo que me impulsaba a acercarme a los masculinos.
Volví a la cama.
Pero, la dureza en mí no me dejó dormir bien.
Y una emoción me recorrió al pensar en el día siguiente con Freya.
Quien seduce a quien 🤔🤔🤔