no me cambian las letras horribles y mal elegidas de la portada
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El Hombre Sin Ojos. Pt.24
Puedo ver cómo aprietan el culo al verme; saben que todos son nuevos porque fui yo con Héctor quienes mandamos a la tumba a muchos de los que ahora están reemplazando, en un jodido tiroteo donde se metió un cabecilla de la mesa de los Cooling. Creo que fueron unos cuarenta tipos los que Héctor y yo masacramos. Esos tipos comenzaron a mover cosas que Demian no tolera: secuestros de niños y niñas, traficar con personas y sus órganos. El cabrón de Demian puede matar a un tipo con sus dedos sin sentir la más mínima culpa, pero nunca ha permitido que su familia toque a los niños del barrio ni que trafiquen con ellos. En aquella oportunidad no tomó acciones contra mí, porque se habría visto como si supiera lo que hacía su cabecilla; así no pasó a mayores, pero los cuarenta balazos que me prometió son de mucho antes. Solo de recordarlo se me revuelve el estómago. Mejor dejo de divagar y termino con esto luego.
El chico me sonríe y responde con voz muy educada:
—Claro, detective. Mi padre está dentro, pero creo que este no sería un buen momento para hablar con él. Está algo alterado; sería mejor que vuelva más tarde o haga una cita.
Lo miro de manera seria y desafiante. Veo cómo aprieta el culo y le digo:
—Esto tiene que ver con el estúpido en el callejón. Seguro ya se enteró, pero tiene que saber qué pasó realmente o unos hijos de puta se beneficiarán mucho si se lanza contra los Cráneo. Ve adentro y dile que realmente me tiene que escuchar, o joderá su propia reputación.
El chico me mira; se da cuenta de que no estoy mintiendo ni jugando. Me responde:
—Bien, detective. Iré de inmediato a informarle a mi padre. Por favor, espere aquí y no entre; los muchachos están algo nerviosos por verlos aquí tan temprano.
No le digo nada. Asiento con la cabeza y me apoyo en el capó del coche. Saco un cigarrillo del bolsillo y lo prendo mientras veo cómo los idiotas en la puerta aprietan los mangos de sus armas nerviosamente. Pobres chicos; no deben tener más de veinte años. Demian siempre ha sabido atraer a los más jóvenes: los seduce con autos de lujo y ropa elegante, pero debajo de eso solo hay sangre y balas, drogas, apuestas legales e ilegales, burdeles y carreras clandestinas; incluso la comida rápida y los taxis del distrito sur le pertenecen. Es dueño de casi todos los departamentos y condominios del distrito. Por suerte mi edificio le pertenece a Maik, así que no tengo que rendirle cuentas a Demian; Maik me deja bastante barato el departamento. Varios tipos se quitaron la vida en él, por eso me lo da a ese precio. A mí me da igual mientras pueda comprar cigarrillos, cerveza y algo de comida. ¿Para qué ahorrar para el retiro si seguro me muero antes de llegar a esa edad? Además, mientras me sobre para mandarle dinero a Sara y a Martin, es suficiente para mí.
Apoyado en el capó del coche, observó como mi cigarrillo se consume entre mis dedos, pienso: Espero que Demian acepte escucharme y no salga disparando como un loco solo al saber que estoy fuera de su casa, carajo, esto ya me está hartando; si no me escucha tendré que enfrentarme a los 4 principales grupos criminales de Cuatro Leguas. Miro el cigarrillo en mi mano. ¿Cuántos me quedan? He fumado como loco desde que desperté —mierda— es la única basura que me calma sin tener que recurrir nuevamente a las malditas pastillas.
Siento a Héctor detrás de mí; su respiración grita que se lanzará de cabeza contra Demian si intenta matarme. Le juré que no pondría de nuevo mi maldita cara frente a la suya, y aquí estoy, con mi maldita cara a punto de recibir un balazo en la frente o solo un rugido para que me largue. Le doy una calada a mi cigarrillo mientras siento el sol quemándome la nuca. La respiración de Héctor ya me está fastidiando. Miro a Héctor sobre mi hombro y le digo:
—Cálmate, hermano, no te pongas como loco; los niños detrás de la reja están algo asustados al sentir cómo los miras.
Él me mira y cruzamos miradas. Se calma y apoya sus brazos sobre el techo del Mustang; da un largo suspiro mientras aprieta sus puños con molestia. Me mira con algo de resignación y me dice:
—¿Cómo mierda puedes estar tan calmado en este jodido momento? Sin duda Demian saldrá disparando, así que deberías de colocarte detrás del coche.
Exhalo el humo mientras miro las oscuras nubes que nuevamente comienzan a cubrir el cielo de la ciudad; así es el clima en Cuatro Leguas, tan extraño y retorcido como sus habitantes. Con la mirada fija en las nubes le doy otra calada a mi cigarrillo y suelto:
—Uno de los dos tiene que estarlo y por lo que veo tú no podrás; yo solo espero que esto no arrastre a los demás, pero ¿si es así?
Vuelvo la vista y miro a Héctor directo a los ojos, con la mirada ardiendo en ira:
—Arrasaremos con todos si llegan a tocar a los del Círculo; además, para que lo sepas, tenemos permiso de Tom para arrasar con quien se meta en nuestro camino mientras resolvamos esto, así que tranquilo, solo piensa en cuántas veces tendremos que volver por más munición.
Termino la frase sonriéndole de manera juguetona. Él exhala y hunde la cara en sus antebrazos, apoyando la frente contra el techo de mi amado Mustang; suelta un largo y agotado suspiro y dice con voz firme y decidida:
—Mierda, qué hermosas palabras; así que, por eso estás tan calmado. Bien, si tenemos permiso del capitán para arrasar con cualquier infeliz que se nos cruce estaré más tranquilo.
Héctor levanta la cara del techo; ya tiene una alegre sonrisa, como si le hubieran regalado su juguete favorito. Maldito idiota, solo eso le preocupaba —debí habérselo dicho antes— bueno, ya lo sabe, así que ya está solucionado.