UN LOCO MUNDO DE HOMBRES LOBO

Los postes,ya estaban firmes, ahora comenzaba el reto verdadero.

Con los bambúes grandes cortados por la mitad hicieron las paredes; los unieron con la hierba fuerte, de eso se encargaban Tom y Jerry.

Nor ,Tina y otras lobas, les hacían pasar tiras de cuero, y los iban entrelazandos, con el bambú de largo a largo.

Así, cada grupo hacía lo suyo, las lobas en el armado de las paredes y cortar tiras largas de cuero, mientras que los lobos cortaban los bambues y sacaban las medidas, en total concentración,los demás hombres lobos, de la manada, estaban curiosos por cómo quedaría,la "casa", mientras, Leda les indicaba, cómo sería la cuarta pared, con una abertura que sería la puerta. Así que Esteban y Abel crearon esa pared con puerta.

Ikki, desde la altura del peñasco, observaba a la manada y más allá, atento, vigilante por si volvían los rogues. Veía a los cachorros jugando, a las lobas ayudando a Leda y a los lobos creando también. Aunque los celos le carcomen, no dejaba de lado su deber de Alfa.

Leda se veía bellísima, alegre, y eso lo dejaba boquiabierto. Esa mujer pasó por muchas cosas y aun así sacaba fuerzas para sonreír y crear.

De pronto todos quedaron parados mirando su arte, pero Ikki los veía vacilar. Leda se rascaba instintivamente la cabeza, como si algo le faltara, como si algo la molestara. Fue hasta donde estaban ellos.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Falta que coloquemos el piso… pero no hay con qué. Dijo Leda

Pensó Ikki, y luego dijo:

—¿Por qué no cortan los troncos de este tamaño? —mostró unos 30 cm con las manos— Los colocan en el suelo, los golpean para que se asienten y, donde quede espacio, lo rellenan con tierra.

—¡Wow, Alfa, eres un genio! —dijeron las lobas.

Los machos aullaron: su Alfa era único. Ikki, con una sonrisa de oreja a oreja, los miraba triunfante. Hasta Leda quedó impresionada.

—Muy bien, Ikki, jamás se me hubiera ocurrido. Tu idea es excelente. exclamó Leda

Manos a la obra: cada cual hacía lo suyo. Aún faltaba el techo.

—Coloquen esas tiras de bambú,como solemos colocar los toldos. Ajústenlos y pongan sobre ellos las pieles más grandes, átenlos, bien fuerte —dijo Ikki, demostrando su poder innato de Alfa.

Leda estaba obnubilada por esa bestia hermosa que se abría ante ella de una forma diferente.

Aún faltaba la puerta que había pedido Leda; tomaron las medidas y, en un dos por tres, la puerta estaba hecha y colocada. Dentro de la casa, Leda colocó las pieles: estaba hermoso. Por fin, en este mundo de lobos, tenía un lugar para sí.

Cuando salió de su casita, toda la manada la miraba curiosa, daban vueltas a su alrededor, la olían y tocaban. Las lobas incluso miraron adentro.

—Yo quiero uno.

—Y yo —dijo otra.

Así, uno por uno, iban pidiendo tener una casa así. Leda, feliz:

—Gracias a todos por ayudar: Tom, Jerry, Abel, Esteban, Nor, Tina… a todos, muchas gracias. Y en especial, gracias Alfa Ikki; sin tu aporte esto aún no estaría concluido.

Todos los presentes aullaron por esa victoria; Ikki también aulló, estaba feliz.

—Conseguiremos más material y haremos casas para todos.

—¡Bieeen!

—¡Bravo! —gritaban las manadas.

Leda llamó a ikki y lo hizo mirar por dentro.

—Realmente hicieron algo muy hermoso… gracias a tus consejos, Leda.

—El frío aún entra por las hendijas, pero mañana lo resolveré —dijo Leda a Ikki.

—¿Y tu cama está bien?

—Sí, está bien dentro de todo —dijo una Leda tímida.

Ikki, con sus patas sucias, entró en la casita y se recostó.

—¡No entres con tus pies sucios! —chilló Leda.

—Auch, esto está durísimo… ¿cómo vas a dormir aquí?

—Me las arreglaré, no te preocupes.

Ikki salió de la casita y, al rato, volvió.

—Saca las pieles, mujer —le ordenó a Leda.

—No lo voy a hacer, hicimos todo el trabajo, estoy cansada y me voy a acostar.

La miró fijamente.

—Saca tus pieles ya o las sacaré yo —dijo con los brazos llenos de paja sobre sus hombros.

—Sácalas tú; yo estoy cansada, hice todo. Tú lo único que has hecho es mirar y mandar.

Ikki suspiró, tiró la paja que traía,a un lado, se adentró en la casita y sacó todas las pieles.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Leda—¡Loco! ¡Eres una bestia loca!

Ikki, al escucharla gritar, la tomó de los brazos y le selló la boca con un beso, ese beso fue tierno y muy calido

Leda sintió que el mundo giraba,sus labios eran suaves y calientes,ella era feliz. Al soltarla, quedó triste,desolada: aún quería esos labios calientes entre los suyos.

Ikki, colorado por el momento del beso, la.soltp y fue a colocar la paja, bien acomodada y luego puso las pieles. Terminó.

—Entra, mujer —le indicó.

Ella, sin decir nada, se sentó en el borde de la entrada, se sacudió la tierra de los pies y no lo podía creer: su cama era grande y blanda. Por fin, en semanas, dormiría bien. Y para su sorpresa, Ikki le tiró sobre el cuerpo una piel gruesa de oso de color negro. Ella gritó por el susto, pero al estar bajo esa piel y sentir su calor, se quedó allí un buen rato.

Ikki la observaba feliz, por fin había colaborado con Leda para su bienestar y por alguna razón se sentía alegre.

Al recordar que Ikki aún estaba allí, levantó la piel y lo miró avergonzada.

—Gracias, neandertal —se lo dijo con una gran sonrisa.

Ikki, satisfecho, cerró la puerta y se fue.

Todo estaba oscuro, pero no le importaba: estaba en su privacidad. Feliz de ver un progreso, en ese mundo salvajes, rodaban por sus mejillas lágrimas de felicidad.

Se durmió. Al despertarse, ya era de noche; apenas se veía una fogata prendida. Toda la manada dormía y estaba nevando. Salió de su casita y allí lo vio, acuclillado entre la nieve, observando, oliendo… aún no dormía.

Se acercó cautelosamente por detrás de él.

—¿Qué haces despierta a esta hora?

Leda quedó sorprendida: no había hecho ruido y su aroma no se sentía.

—¿Cómo sabías que era yo?

—Puedo escuchar hasta el más ínfimo ruido, y tu aroma es muy conocido por mí.

—¿Mi aroma? Pero si yo me puse el ungüento, viste que era mentira, eso del ungüento ,maldita sea!!!

Ikki se paró, se dio la media vuelta y la miró.

—Tú tienes tu aroma propio… se siente como a lavanda, pino y hierbas cortadas. No hueles a sexo.

—¿Huelo a lavanda?

—Sí, eso huelo yo —se lo dijo muy seriamente.

Se miraron. Esa mirada era indescriptible: ella pensaba que era un hermoso hombre lobo, y él la veía como una gran luchadora y una mujer sin igual.

—¿Quieres ir a dormir? —preguntó Leda, sin dejar de mirar esos ojos grises.

—Ya iré; me falta revisar esta zona y voy a dormir.

—¿Y por qué lo revisas?

—Para sentir que no haya cerca algún peligro.

—¿Y lo hay?

Mirando la luna, Ikki movió la cabeza.

—Está todo tranquilo hoy.

—Ah, entonces se puede dormir bien.

Él le sonrió.

—Sí, puedes dormir tranquila; te acompaño a tu casa.

Caminaban cerca, rozándose las manos. Leda abrió su puerta, se limpió los pies y entró.

—Hasta mañana —le dijo Ikki, y estaba cerrando la puerta cuando Leda lo detuvo.

—Espera… hoy hará mucho frío, ¿verdad?

—Sí, lo hará.

—¿Quieres… dormir aquí?

Ikki la miró sorprendido.

—¿Quieres que duerma contigo?

—No… no conmigo, sino en este mismo lugar.

Los ojos de Ikki parecían más sensuales, más llamativos.

—Si no te molesta, lo haré.

—Sí… pero antes límpiate.

Lo vio sacudirse la tierra de los pies antes de ingresar a la casa, que a él, por su altura, le quedaba pequeña.

—Mmm… quedó bien, está cómoda —dijo, mirando el techo, las paredes, todo—. Fue un trabajo increíble, gracias por esto, Leda.

Leda no sabía qué decir, estaba tan confundida.

—Gracias…

Cerró la puerta; Leda la aseguró con tiras de piel.

Se dio la vuelta y, en la oscuridad, solo veía esos ojos brillantes mirándola. De a cuatro, Leda ,se movía tocando la cama rudimentaria para acomodarse y, entre esos toques, sin querer, palmoteó las partes íntimas de ikki. Sus manos salieron como un rayo de ese lugar.

Ikki se tensó.

—Hasta mañana —dijo Leda , tapándose.

Ikki suspiró; su corazón palpitaba.

Orión le habló:

(Admiro tu control, pero es nuestra compañera, ya debe ser nuestra… hay que marcarla).

(Esta vez esperaremos. No sé cómo explicar lo que siento, pero a ella la esperaremos).

Se giró mirando la pared rudimentaria; por las hendijas podía ver afuera. Cerró los ojos, tratando de dormir.

A la mañana siguiente, el sol ingresaba por una de las hendijas y los descubrió a ellos, Leda e Ikki debajo de la piel de oso… y ambos estaban dormidos y abrazados.