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El Rezo Del Cuervo

El Rezo Del Cuervo

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Síndrome de Estocolmo / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Pareja destinada / Familias enemistadas
Popularitas:10k
Nilai: 5
nombre de autor: Laara

La cárcel más peligrosa no se mide en rejas ni barrotes, sino en sombras que susurran secretos. En un mundo donde nada es lo que parece, Bella Jackson está atrapada en una telaraña tejida por un hombre que todos conocen solo como “El Cuervo”.

Una figura oscura, implacable y marcada por un tormento que ni ella imagina.

Entre la verdad y la mentira, la sumisión y la venganza. Bella tendrá que caminar junto a su verdugo, desentrañando un misterio tan profundo como las alas negras que lo persiguen.

NovelToon tiene autorización de Laara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

XXIV. Latido.

El auto se detuvo frente al hotel como si todo el mundo hubiese estado esperando su llegada. Los porteros, impecables en sus uniformes oscuros, abrieron las puertas con una reverencia discreta, y de inmediato un par de empleados tomaron las maletas, inclinando la cabeza sin atreverse a pronunciar palabra.

William descendió primero, erguido, imponente, con esa aura que convertía cada movimiento en un gesto de poder. Luego tendió la mano hacia Bella, que aún llevaba el vestido de novia. Sus dedos atraparon los de ella con fuerza, y no la soltó. Ni en el instante en que la ayudó a bajar, ni mientras avanzaban juntos sobre la alfombra roja que los conducía al interior del hotel.

El murmullo en el vestíbulo fue inevitable. Conversaciones interrumpidas, miradas que se desviaron para seguirlos con asombro, con envidia, con un respeto impregnado de temor. Ella, envuelta en blanco, pura e inmaculada; él, vestido de negro, un rey oscuro. El contraste los hacía brillar como un mito vivo, como una unión imposible de ignorar.

Cada paso resonaba en el mármol reluciente del vestíbulo, enmarcado por columnas imponentes y lámparas de cristal que derramaban una luz dorada. El murmullo se hizo un silencio reverencial cuando atravesaron el salón, siempre de la mano, como si nada ni nadie pudiera separarlos.

Llegaron al ascensor privado y los empleados que cargaban con sus maletas se apresuraron a seguirlos.

William soltó apenas la mano de Bella para deslizar la tarjeta magnética, un chasquido suave rompió el silencio, y de inmediato volvió a tomarla con firmeza. No le dio opción de retroceder.

El ascensor se abrió directamente a la suite.

—Entra —dijo, la voz baja, cargada de dominio.

El interior se desplegó ante Bella como un escenario de lujo. El espacio era tan vasto que parecía más una residencia que una suite: techos altísimos, ventanales que mostraban la ciudad encendida en mil luces, sofás de cuero negro que parecían tronos modernos, obras de arte abstracto enmarcadas en oro, y una lámpara de cristal que caía en cascada iluminando todo con reflejos de diamante. Una chimenea minimalista ardía suavemente, rompiendo el silencio con chasquidos de fuego.

El sonido de los tacones de Bella resonó en el mármol pulido mientras seguía de la mano de William. El aire estaba impregnado de un aroma elegante, una mezcla de madera de cedro y vainilla.

Los empleados uniformados entraron tras ellos, dejando cuidadosamente las maletas en un lateral, inclinando la cabeza antes de retirarse. En cuestión de segundos, el eco del lujo se quedó vacío, sin testigos, sin interrupciones.

Solo ellos dos.

Bella se quedó en la esquina de la entrada, aferrándose a la tela de su vestido como si pudiera hacerse invisible en aquel mundo que no le pertenecía. No se atrevía a dar un paso más, como si la línea entre el mármol y la alfombra que llevaba al salón fuera una frontera imposible de cruzar.

William se detuvo unos metros más adelante. Se giró lentamente hacia ella, con las manos en los bolsillos, su porte impecable, la sombra del poder dibujada en cada línea de su cuerpo. Una sonrisa irónica y sensual se curvó en sus labios.

—¿De verdad piensas quedarte ahí toda la noche, muñeca? —murmuró, con esa voz baja que calaba hasta los huesos.

Sin esperar respuesta, giró de nuevo y avanzó, desapareciendo entre el lujo silencioso de la suite.

Bella permaneció quieta unos segundos más, sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho. El aire estaba demasiado denso, demasiado cargado de él. Tragó saliva y avanzó con pasos cortos, como quien se adentra en la guarida de un depredador.

El sonido de cristales chocando rompió el silencio. William estaba en la barra de mármol negro, sirviéndose un trago de whisky con movimientos lentos, calculados, como si el tiempo no existiera para él. La luz tenue lo bañaba, realzando sus facciones oscuras y su porte de soberano absoluto.

Bella apretó los puños, reuniendo el poco valor que le quedaba. No podía seguir callada, no después de todo. Su voz salió quebrada al principio, pero firme en su decisión.

—Me callé todo el camino… —dijo, avanzando hacia él—. Pero no pienso callar más.

Sus ojos se clavaron en su espalda. El miedo le apretaba la garganta, pero aun así pronunció la palabra que lo definía, como una daga lanzada al aire.

—Cuervo… ¿verdad?

Después de unos segundos que parecieron eternos, William se giró con calma. La mirada que le dedicó la paralizó: era el tipo de mirada que desnudaba el alma, que hacía pedazos cualquier defensa. Esa seguridad aplastante, ese dominio absoluto, podían derribar hasta la estatua más firme y orgullosa.

Una sonrisa lenta, cargada de ironía, se dibujó en sus labios.

—Veo que disfrutas llamarme así… —murmuró con una sensualidad peligrosa, como si el apodo fuera una caricia envenenada—. Cuervo.

El corazón de Bella golpeaba con fuerza en su pecho, temblaba por dentro, pero no retrocedió. Se armó de valor, aunque su voz se quebraba en el intento.

—Sabía… sabía que si no decía esa mentira a mi padre… tú le hubieras hecho daño, ¿verdad?

Los labios de William se curvaron más, confirmando sin palabras. Su sonrisa era cruel, oscura, y, sin embargo, había en ella un brillo de orgullo.

—Eres más lista de lo que pensé, muñeca.

Bella tragó saliva, el estómago encogido, la garganta ardiendo. Dio un paso hacia él, temblando aún, y se atrevió a preguntar lo que la consumía.

—Si… si yo me entrego a ti… ¿nos dejarás en paz?

William tomó su vaso de whisky con calma, lo giró entre sus dedos y dio un trago lento. Esa sonrisa que apareció después le robó a Bella el último valor que había conseguido reunir.

William dejó el vaso sobre la mesa de cristal con un leve clic que retumbó en el silencio. Dio un paso hacia ella, la sombra de su presencia envolviéndola, y ladeó apenas la cabeza.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó, su voz baja, irónica, cargada de un dominio que la hizo estremecerse.

Bella bajó la mirada apenas, sus pestañas húmedas temblaban. Con esa inocencia que no podía ocultar, murmuró con un hilo de voz.

—Porque… tu abuela me lo dijo.

El gesto de William cambió en un segundo. Su cuerpo entero se tensó, los músculos de su mandíbula se marcaron como acero bajo la piel. Sus ojos negros, antes juguetones, se endurecieron de una manera que hizo que a Bella se le secara la boca.

—¿Mi abuela? —repitió, con un filo en la voz que cortaba el aire.

Bella asintió, sintiendo cómo cada palabra la arrastraba más al abismo, pero ya no podía callar.

—Vino a mí… y me lo dijo. Que me desecharías una vez que fuera tuya… que no significaría nada.

El silencio se volvió un filo. William se tensó al instante; sus hombros, rígidos como acero. Sus ojos se oscurecieron, clavándose en ella con un peso insoportable. Dio un paso hacia adelante, cada movimiento medido, como un depredador que se prepara para atacar.

Su mandíbula se marcaba con fuerza, la respiración contenida en su pecho.

—Dime, Bella… —su voz bajó, grave, afilada como una sentencia—. ¿Qué más te dijo?

Bella bajó la mirada, incapaz de sostener la intensidad de esos ojos que parecían atravesarla. Tragó saliva y, con un hilo de voz, murmuró.

—Muchas cosas… feas —su respiración tembló, como si cada palabra pesara toneladas—. Me maldijo… y…

No pudo seguir. Un suspiro se escapó de sus labios, roto, antes de que alzara las manos y cubriera su rostro, como si quisiera ocultarse del mundo, como si temiera que repetirlo en voz alta lo hiciera más real.

—William… —susurró, la voz quebrada—. ¿Es verdad? ¿Me dejarás ir como dijo ella? Si… si soy tuya, ¿me dejarás en paz a mí… y a mi familia?

El silencio que siguió fue sofocante. Bella sintió que cada segundo sin respuesta era una daga contra su pecho.

Retrocedió instintivamente, con cada paso suyo intentando crear un espacio que no existía. Pero William avanzaba con paso firme, los hombros tensos, la mandíbula apretada, y en sus ojos se encendía un brillo oscuro, cargado de rabia contenida. No era un enojo explosivo: era esa furia fría, controlada, la que helaba la sangre porque se sentía en cada respiración.

En un movimiento repentino, la atrapó. Sus manos fuertes rodearon sus brazos con firmeza, sin hacerle daño, pero con la suficiente presión para que supiera que no podía escapar. La acercó con brusquedad a su pecho, y Bella sintió la tensión de su cuerpo vibrando contra ella, como un animal que se contenía por no desatarse.

Su voz, grave y cortante, cayó como un látigo.

—¿Tanto deseas irte? ¿Eh? —la fulminó, con el ceño fruncido, los labios apenas separados por la respiración agitada—. ¿Tanto… que serías capaz de entregarte a un hombre sin amarlo?

Bella abrió la boca, pero nada salió. La garganta le ardía, como si las palabras se hubieran congelado en ella.

William inclinó la cabeza, su mirada fija, brutal, tan intensa que la dejó sin aire. Sus labios se curvaron apenas, pero no en sonrisa: era un gesto oscuro, cargado de enojo y dominio.

—Habla —ordenó, con una calma tensa, peligrosamente contenida—. ¿Tan desesperada estás por huir?

Bella tragó saliva, y el silencio la delató.

Él acercó aún más su rostro, y su voz descendió a un murmullo áspero que la envolvía como una amenaza.

—Estarías dispuesta a entregarte a mí… solo para escapar, ¿verdad?

El silencio fue su respuesta. William lo vio en sus ojos temblorosos, en la forma en que desvió la mirada como si buscara esconderse. La rabia le recorrió el cuerpo, y con brusquedad, le sostuvo el rostro, obligándola a mirarlo de frente.

—Eso quieres, ¿no? —su voz era un rugido bajo, cargado de ira contenida—. Eso quieres.

Y sin darle tiempo a hablar, la besó. No fue un beso dulce ni siquiera apasionado: fue un golpe, un reclamo, un castigo. La besó con rabia, como un hombre furioso que aún así se niega a soltar lo que considera suyo. Sus labios se hundieron en los de ella con violencia, sin dar tregua, sin delicadeza, como si cada roce fuese una condena.

Bella tembló, empujando débilmente su pecho, pero era como intentar apartar una muralla. William no cedió. La besaba con furia y dominio, como si su ira necesitara salir de alguna forma, y ese era el único canal.

Cada segundo la asfixiaba más. El miedo se mezclaba con la intensidad abrasadora de aquel contacto, hasta que Bella no supo si su corazón palpitaba por terror o por algo más oscuro que no quería nombrar.

Los besos de William no cesaron; eran arremetidas furiosas, como si cada uno fuera un castigo y una posesión al mismo tiempo. Bella apenas podía respirar entre ellos, perdida en esa violencia cargada de calor que le arrancaba la voluntad. Cuando intentó apartarlo, él la sujetó con más fuerza, levantándola como si fuese de papel, tomándola en sus brazos con una determinación inquebrantable.

La llevó sin dificultad hasta uno de los sofás de terciopelo oscuro que dominaban el centro de la lujosa sala. El cuero crujió bajo el peso de sus cuerpos cuando él la dejó allí, atrapada bajo su sombra.

Sus manos ágiles recorrieron su propio cuerpo, desabrochando con prisa el traje, tirando de la chaqueta y abriendo los botones de la camisa con brutalidad hasta arrancárselos. En segundos, William estaba desnudo de cintura para arriba, su torso duro y marcado brillando bajo las luces tenues del lugar, un contraste entre la elegancia del entorno y la ferocidad animal que desprendía.

Bella lo miró con los ojos desbordados de lágrimas, la respiración entrecortada. Balbuceó palabras que no salieron completas, apenas murmullos ahogados por el miedo.

William no esperó. Volvió a inclinarse sobre ella, arrancándole un gemido ahogado cuando sus labios volvieron a chocar contra los suyos. El beso fue brutal, sin espacio para ternura ni compasión, un asalto que buscaba quebrarla.

Sus manos, firmes y seguras, recorrieron con violencia el delicado vestido de novia, deslizándose sobre la tela blanca hasta desgarrarla con un movimiento decidido. El sonido de la tela rompiéndose resonó en la suite como un eco fulminante.

Bella cerró los ojos, las lágrimas escapando de ellos mientras apretaba los labios en un vano intento de resistirse. Su corazón palpitaba desbocado, y en su mente solo podía pensar que no había escapatoria.

Sintió el aliento ardiente de William contra su cuello, su boca devorando la piel sensible con besos que eran mordidas disfrazadas, con caricias de fuego que encendían su piel a pesar del miedo.

William la recorrió con los labios hasta hundirse en la curva de su cuello, besando, mordiendo, reclamando cada centímetro como suyo, mientras sus manos la aprisionaban contra el sofá para que no escapara. Su respiración era intensa, agitada, no solo por el deseo, sino por la rabia que aún latía en su interior. Cada beso, cada caricia, estaba cargada de enojo, de frustración, de ese dominio absoluto que se negaba a soltarla.

Bella sollozó en silencio, pero no se movió. Cerró los ojos, perdida en el caos que él desataba dentro de ella: miedo, dolor, un fuego que no comprendía y que la asfixiaba tanto como la envolvía.

El vestido cedía bajo sus manos con un sonido que desgarraba más que la tela. William tiraba de él con furia contenida, descubriendo poco a poco la piel temblorosa de Bella, como si cada hebra rota fuera un recordatorio de que ella le pertenecía. Sus labios se deslizaron con brutalidad por su cuello, mordiendo y besando, arrancándole gemidos ahogados entre sollozos.

De pronto, sus labios desaparecieron. El aire frío la envolvió y, entre lágrimas, abrió los ojos. William se había apartado apenas unos centímetros, aún sobre ella, respirando con violencia como si luchara contra un enemigo invisible. Sus puños se cerraban y abrían, sus músculos tensos parecían a punto de romperse bajo la piel. Tenía los ojos cerrados, y Bella pudo jurar que en ese instante ese hombre, siempre implacable, se estaba muriendo por dentro.

Era como si hubiera una batalla interna desgarrándolo: el deseo de poseerla de inmediato contra algo mucho más profundo, una barrera que lo contenía a duras penas.

Por primera vez.

Bella lo vio vulnerable.

El miedo seguía clavado en ella, temblando bajo su cuerpo poderoso, pero algo en su interior se agitó. No supo por qué, no supo de dónde vino el valor ni la ternura inesperada… pero sus manos se elevaron con timidez, temblando, hasta posarse en su rostro.

William, con los ojos aún cerrados, se tensó de golpe ante ese contacto suave, como si no lo esperara. Y entonces, lentamente, los abrió.

La miró.

Su mirada, siempre oscura y dominante, estaba ahora cargada de un torbellino imposible: deseo, enojo, vulnerabilidad y algo que ni siquiera él mismo parecía querer reconocer.

William inhaló con fuerza, cada respiración como un rugido contenido, como si todo su ser estuviera al borde de estallar. Su mirada negra como la noche se fijó en Bella, y su voz, baja pero retumbante, resonó en la habitación.

—Mientras haya un latido en mi pecho… mientras haya un suspiro en este mundo… tú serás mía, Bella. Nada, ni nadie, podrá arrancarte de mí.

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Lina Montoya Blanquicett
esto se está poniendo bueno!!!
Lina Montoya Blanquicett
ahora te vas a dar golpe de pecho!! este tipo si tienes riñones después que se la comió, vómito, pisoteo tiene el tupé de preguntar porque se lo dije!!! anda a freír esparrago
an2cajjjj
eureka!!.. ya lo acepto!!.. ya lo asimila, será la esposa del señor stone
an2cajjjj
ahhhii pero míralo a él!!.. no pierde tiempo!..
an2cajjjj
jajaja jajaja otro que no entiende el lenguaje médico
an2cajjjj
uuuuk.. mi mujer??.. todavía esas palabras te quedan grandes.. wuilian
an2cajjjj
ahí está!!.. eso era lo que querías!.. no aguanto la noticia y de la impresión se desmayo!..
Cristina Rodriguez
hermosa novela... pero hay que esperar..
Cristina Mudarra
muy bueno
Marle Hernández
Me ha gustado el libro. bien narrado.
Lina Montoya Blanquicett
guaoo está parte está de infarto !!
an2cajjjj
por qué dañarla?.. osea? por qué pagar tus frustraciónes, tu dolor, tu odio con ella?.. osea eres tan vengativo? que ganas si el daño ya está hecho.. pero el daño que tu le harás a bella ese nunca se va a olvidar, al contrario dejará una huella 🫆 para toda la vida.
an2cajjjj
que???.....
an2cajjjj
por qué eres tan duro con ella?.. si ella no tiene la culpa de tener un padre hijo de su madre!.
Rôciô RM
Pero fue culpa de su padre de bella mejor que mate a su padre y que deje libre a bella ella no tiene la culpa 🤷
Nairovys Mora
pero que horror todo lo que vio Wilian siendo tan pequeño . Por eso es que el tuene esa venganza pero tiene que entender que Bella es inocente no tiene nada que ver .
Nairovys Mora
Ahora es cuando Bella descubre la verdad se su padre .
Nairovys Mora
hay autora por favor . Maratonnnnnnn
Nairovys Mora
Ese sufrimiento Wilian tiene que pagarlo con creces . Eso no se le hace a un padre
Nairovys Mora
Estoy leyendo otras novelas que me gustan mucho pero esta es mi favorita . Mis felicitaciones autora buen trabajo que haces
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