La novela trata de la vida de Rouse y Henry, él es profesor de la universidad de letras y ella su alumna, ambos se embarcan en un romance prohibido. Él le enseña un nuevo mundo de morbo y pasión, cumpliendo todas sus fantasías, pero no todo siempre es color de rosa. El padre de Henry y su ex se unirán para cambiarlo todo por un propósito egoísta.
Traiciones, engaños, malentendidos y más tendrán que vivir y decidir si vale la pena seguir juntos o no.
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Capítulo 20
Los días fueron pasando en la universidad de letras. Henry y Nat le explicaron lo sucedido a Lexy y los chicos, que solo querían golpear a Henry. Al final todo se tranquilizó y su vida era casi normal.
El problema era que la relación entre Henry y Rouse, estaba prohibida, no por la edad, sino por el hecho de que él era su profesor y ella su estudiante, era inadmisible.
Así que por ello, rouse no podía hacer ni decir nada cada vez que sus compañeros piropeaban a la supuesta novia de Henry. Ya estaba harta de escucharlos hablar de ella, de lo que sexy, elegante y rica que era, no lo toleraba más.
Pero ese día fue el colmo, ya que Morgana volvió a aparecer en la universidad, acaparando toda la atención de todos. Incluso el rector de la universidad salió a recibirla.
-Que sorpresa verla por estos lados señorita Reyes - saludo a Morgana el rector, era obvio que la conocía
-Oh, señor Josh tanto tiempo - sonrió petulante ella - pero no creo que sea una sorpresa verme acá, después de todo soy la prometida del profesor Henry, ¿no?
Todos quedaron en silencio por un momento y al segundo estaban felicitando a la "feliz pareja".
Rouse no aguantó más ser testigo de aquello, aunque no fuera cierto, le dolía profundamente y le daba mucha impotencia no poder ponerla en su lugar y gritarle en la cara "ES MIO". Así que sin hacer ruido salió corriendo de ahí.
Nadie todo su ausencia excepto sus amigos y Henry, quien está vez no iba a dejarla ir, por lo que sin decir nada corrió detrás de ella.
Como todos estaban más pendientes de la sexy rubia que había aparecido, no le dieron importancia a la ausencia de su profesor. Excepto por supuesto, Morgana. Ella había notado la reacción de Rouse y la mirada que está le había dedicado, era casi homicida y su teoría se reforzó cuando Henry salió corriendo detrás de ella. Rió, ahora todo sería más fácil y gracias a esos dos.
Henry encontró a Rouse sentada en un banquito del parque. En silencio y muy despacio se sentó junto a ella, quien ni se inmutó.
-¿Hasta cuando tengo que soportar todo esto? - preguntó tan solo
-Perdóname Rouse, no quise lastimarte con mí pasado, trataré de solucionarlo. Hablaré con mi padre - se disculpó él, sabía que ella sufría por toda la situación al igual que él
-Tu pasado deja de ser pasado cuando se presenta diariamente en tu presente Henry - se volvió hacía él - ¿y si terminan casándose después de todo? tal y como quiere tu padre
-¡Eso jamás Rouse! ¡yo te amo a vos! - gritó Henry con una voz cargada de desesperación, no quería ni pensar en separarse de aquella pelirroja
-Pues por como van las cosas, no sé - murmuró ella
-Por favor tenme paciencia, hablaré con Nat y mi padre. Mañana iré a verlo, pero ahora lo más importante para mí es verte bien - le acarició la mejilla, la miro a los ojos y vislumbro su triste mirada, sin poder contenerse, asalto sus labios con profundidad y demanda.
Ella lo miró sorprendida, no esperaba esa reacción en ese momento, pero le gustaba la desesperación que sentía en esos besos, por lo que correspondió.
De un momento a otro, el se paró, la tomó de la mano y salió corriendo llevándola consigo hacia un taxi.
-¿A donde vamos? - pregunto ella con una sonrisa ya en el taxi
-A hacerte feliz - le susurró en la oreja con una voz cargada de erotismo y pasión. Lo que le hizo erizar todo el cuerpo, podía jurar que sus pezones de habían puesto duros de sólo escucharlo decir eso.
No tardaron nada en llegar al local de intercambio "Frizante".
Entraron sin prisa, se sentaron en la barra y pidieron unas bebidas. No pasaron ni diez minutos cuando ambos ya estaban prendidos fuego, mano va y mano viene.
-¿Vamos? - preguntó él con la mano extendida
Ella tomó su mano con confianza y se dirigieron a un cuarto que tenían un cartel que decía "Cuarto Oscuro". Ella lo miró con curiosidad y él le explicó.
-Este cuarto es totalmente oscuro, no verás nada ni a nadie, ponen música y todos bailan desnudos a su ritmo - la miró fijo a los ojos - ahí puedes tocar a quien vos quieras, y ellos pueden tocarte a vos. Eso sí, por lo general suelen preguntar antes de ir más allá, ¿te gustaría entrar? - preguntó él viendo cómo ella ya miraba el lugar con deseo
Rouse asintió, Henry sonrió, su mujer era tremenda.
Ambos se desvistieron y entraron al cuarto de la mano. Ciertamente estaba muy oscuro pero se podía ver casi imperceptiblemente las figuras de las personas. La pareja se puso a bailar en el centro del lugar, la música era algo lenta y suave.
Estaban besándose apasionadamente cuando ella sintió unas manos extras en su cintura, no subían ni bajaban, simplemente estaban ahí, como esperando su autorización para seguir. Eso le gustó a ella, sentir el mando. Sin soltarse de Henry, tomó una de las manos que estaban en su cintura y la guió hacía uno de sus senos. Podía sentir una mano grande, de hombre.
Él hombre con la confirmación de ella comenzó a recorrer su cuerpo con sus manos, se le pegó por la espalda con su miembro ya erecto chocando con sus nalgas, su duro pecho estaba pegado a su suave espalda y su boca degustaba su cuello.
-Su boca es sólo mía - le dijo Henry de pronto al desconocido, que asintió conforme.
Henry estaba frente a ella, tocandola en sus partes mientras bebía sus jadeos.
Ella se sentía enloquecer, era la escena más excitante de su vida. Estaba entre dos hombres super dotados que se dedicaban a darle placer a ella. Rodeados por un montón de gente desnuda que bailaba, se tocaban y tenían relaciones a su alrededor, podía escucharlos jadear o gritar, lo que solo la prendía cada vez más.
-Amor, ¿querés que vayamos a un cuarto privado con nuestro nuevo amigo? - le preguntó Henry suavemente en el oído mientras él le chupaba y mordisqueba su oreja
-Si, vamos - jadeo ella muy de acuerdo.
Henry le dijo unas palabras al desconocido que solo asentía. Y los tres se fueron a un reservado