Una relación nacida de la obsesión y venganza nunca tiene un buen final.
Pero detrás del actuar implacable de Misha Petrov, hay secretos que Carter Williams tendrá que descubrir.
¿Y si en el fondo no son tan diferentes?
Después de años juntos, Carter apenas conoce al omega que ha sido su compañero y adversario.
¿Será capaz ese omega de revelar su lado más vulnerable?
¿Puede un alfa roto por dentro aprender a amar a quien se ha convertido en su único dueño?
Segunda parte de Tu dulce Aroma.
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Capítulo 7
El omega abrió los ojos con pesadez, parpadeando varias veces como si la luz tenue de la habitación fuese demasiado agresiva. Observó a su alrededor con recelo intentando reconocer dónde estaba. Las paredes grises, el olor metálico de los aparatos médicos y el silencio cortado por el pitido constante de las máquinas le resultaban extraños.
Un dolor punzante en su costado le arrancó un jadeo ronco cuando intentó moverse. Su cuerpo se negaba a obedecerle cada músculo estaba rígido y cada articulación parecía cubierta por fuego. La confusión lo abrumaba no sabía qué hora era ni cuántos días habían pasado desde… ¿qué? ¿El tiroteo? ¿El caos? Sus recuerdos eran fragmentos inconexos que apenas lograba sujetar.
Pero en medio de esa maraña de pensamientos, solo una idea surgió con fuerza, clara y absorbente
Carter.
—Joven, tranquilo —una voz femenina lo sacó de su ensimismamiento—. No se agite, está en buenas manos.
Era una beta de aspecto dulce que lo miraba con los ojos vidriosos de emoción. Había estado esperando ese despertar con una devoción casi religiosa.
Una segunda voz firme y profesional intervino enseguida.
—Señor Petrov, mi nombre es Adara Zent. Soy la médico a cargo de su cuidado. Usted se encuentra en la casa de seguridad J. Llegó hace aproximadamente un mes en estado crítico y luego entró en coma… —la mujer hizo una pausa, revisando los monitores, antes de mirarlo nuevamente—. Necesito que me diga si comprende lo que le estoy diciendo. Ahora que ha despertado, podremos evaluar mejor su estado y…
El omega alzó la mano obligando a su cuerpo a obedecerle solo lo suficiente para realizar aquel gesto. Fue un movimiento pequeño, pero cargado de autoridad su rostro apenas se contrajo mostrando lo mucho que le costaba contener el dolor y aun así la expresión de fastidio en sus ojos violetas era inconfundible.
—Cállate. —Su voz salió ronca, gastada por el largo silencio del coma, pero la amenaza en su tono no dejaba espacio a dudas—. ¿Dónde está el alfa?
El silencio pesó por unos segundos. Adara parpadeó, desconcertada.
—¿De qué alfa está hablando? Si se refiere a Yuri, él ha estado muy al pendiente de usted. Puedo llamarlo ahora mismo, si qui…
—No volveré a preguntar —lo interrumpió el omega con un hilo de voz que vibraba de furia contenida—. ¿Dónde está mi alfa?
Sus ojos se encendieron con un fulgor peligroso como si pudiera prender fuego a cualquiera que osara decir algo equivocado. Si no fuera porque cada fibra de su cuerpo dolía como el infierno, probablemente ya habría reducido a la mujer al silencio con métodos mucho más violentos.
Adara titubeó tragando saliva. Fue entonces que una tercera voz respondió.
—El alfa que venía con usted está en reclusión —dijo Haya con rapidez. La beta consciente del temperamento explosivo de Misha, entendió que el silencio solo empeoraría las cosas—. No quiso responder a las preguntas de Yuri, así que fue detenido como sospechoso.
Misha giró lentamente el rostro hacia ella y aunque la intensidad de su mirada era suficiente para hacerla temblar, la joven se mantuvo firme.
—Trae a Yuri.
No había espacio para réplica. Haya asintió de inmediato y salió casi corriendo con el corazón golpeándole en el pecho.
El omega volvió a mirar a Adara.
—Agradece que había alguien competente en esta habitación. De otro modo te habría cortado la lengua. Ahora lárgate, no quiero verte.
La médico abrió mucho los ojos no estaba acostumbrada a recibir órdenes en ese tono, menos aún de alguien postrado en una cama. Sin embargo, el aura que emanaba aquel omega era tan sofocante que su cuerpo reaccionó antes que su orgullo, así que obedeció.
Al salir Adara apoyó la espalda en la pared del pasillo y dejó escapar un suspiro entrecortado. Apenas entonces se dio cuenta de que había estado conteniendo el aire, era una alfa de casi un metro noventa con un entrenamiento militar riguroso y una carrera en cirugía de trauma. Había enfrentado campos de batalla y operaciones de alto riesgo… pero jamás había sentido tan de cerca la amenaza de la muerte como en aquella habitación.
Dentro, Misha respiraba con esfuerzo, pero sus pensamientos ardían. Yuri y Carter no necesitaba saber más para entender hacia dónde iba aquello. La lealtad y su ira se mezclaban en un torbellino insoportable.
No tardó en llegar el alfa, Yuri como siempre imponente con sus más de dos metros de altura, atravesó la puerta con paso firme. Detrás de él, casi escondida, Haya lo seguía visiblemente nerviosa.
—Jefe —dijo Yuri con una inclinación leve de cabeza—. Me alegra saber que ha despertado. Estábamos expectantes por su estado. Llegó en condiciones críticas… sobrevivir fue un milagro.
Misha lo fulminó con la mirada.
—No vengas con estupideces, Yuri. —Su voz, aunque débil conservaba la misma dureza que siempre—. Quiero saber por qué tienes a Carter en una celda. Sabes perfectamente cuánto detesto que toquen lo que me pertenece.
Yuri apretó la mandíbula. Eligió con cuidado cada palabra consciente de que cualquier error podría desatar la furia del omega.
—Jefe, no sabíamos qué había sucedido. No recibimos ningún reporte del galpón de seguridad D, y después estalló la noticia sobre el alfa O’Brien y la pesquisa. Todo ha sido caos tras caos. Carter no cooperó y no respondió ninguna pregunta… así que lo traté como un sospechoso. Está recluido, pero ha recibido agua y comida.
La mirada de Misha se estrechó. No dudaba de la lealtad de Yuri esta había sido forjada por años de combate juntos en misiones donde la confianza mutua era la diferencia entre vivir o morir. Pero también conocía demasiado bien sus métodos y la forma de castigar sin dejar marcas, de quebrar la voluntad sin necesidad de levantar un arma y sabía además el desprecio que sus hombres sentían por Carter, aquel alfa mimado que nunca había sudado por nada.
Misha apretó los dientes.
—Tráelo, quiero verlo.
El silencio se volvió espeso Yuri no discutió sabía que no serviría de nada. Se limitó a asentir con un gesto seco.
No pasó mucho tiempo antes de que dos subordinados entraran cargando casi a rastras lo que en otro tiempo había sido un alfa orgulloso. Carter apenas parecía humano su cuerpo estaba famélico, había perdido fácilmente diez kilos, la ropa le colgaba como trapos viejos y una costra de mugre cubría su piel. El hedor que lo rodeaba era insoportable una mezcla de encierro, sudor y hambre.
Apenas podía sostenerse en pie tambaleandose mientras lo obligaban a avanzar hasta el centro de la habitación. Pero entonces levantó la cabeza sus ojos hundidos y apagados se iluminaron un instante al encontrarse con los ojos violetas que lo habían perseguido en sueños, en recuerdos, en pesadillas durante todo aquel tiempo.
Misha sonrió con burla, sus labios curvándose aunque cada músculo protestara por el esfuerzo.
—Hola, gatito, he vuelto.
El silencio que siguió fue tan denso que parecía tener peso propio.