alexia rencarna en la última novela que leyó después de haber muerto traicionada por su propia hermana...
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capítulo 24
La primera luz del amanecer apenas se filtraba a través de los altos muros del palacio cuando Alina ya se encontraba lista. Con una determinación palpable, se dirigió al campo de entrenamiento. El rocío de la mañana se aferraba a la hierba, y allí, esperándola, estaban Sir Kaelan y Caín.
— "Buenos días a ambos," —saludó Alina con su habitual energía.
—"Buenos días, Princesa," —respondió Sir Kaelan, su mirada severa escrutando la postura de sus alumnos.
—"Empecemos," —ordenó Kaelan sin dilación.— "Vuestra primera tarea: trotar por el campo. ¡A calentar esos músculos y despejar la mente! ¡Vamos!"
Alina y Caín acataron la orden de inmediato. Sus pasos rítmicos rompieron el silencio de la mañana, completando varias vueltas al perímetro. Cuando regresaron, con la respiración controlada y el sudor perlado en sus frentes, Sir Kaelan asintió con aprobación.
—"Bien. Hoy subiremos el nivel,"— anunció el maestro con voz firme.— "Hoy no solo perfeccionaremos vuestras habilidades con la espada, sino que ampliaremos vuestro arsenal. Os enseñaré técnicas de ocultación y una serie de ataques rápidos diseñados para tomar la iniciativa en un combate. Pero hay algo más en ayuda para vuestra supervivencia y versatilidad: el arco y las flechas."
Kaelan paseó la mirada entre ellos, enfatizando la importancia de sus palabras. "Esto os será vital. En caso de un ataque sorpresa, un encuentro con animales salvajes o monstruos, o si necesitáis atacar a distancia. En los bosques, el conocimiento de estas habilidades puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Por ende, los van a aprender. Una vez que dominéis estas bases, volveremos a centrarnos en el sparring con espadas."
Caín asintió con seriedad, entendiendo la necesidad de tales habilidades.
—"Debéis esforzaros," —continuó Kaelan.—"Dentro de dos días, os llevaré al bosque cercano al castillo para practicar puntería real contra los animales del bosque. Me gustaría llevarlos más lejos, pero la Princesa, como sabéis, no puede salir de los límites del palacio. Aún le faltan seis meses para su debut, y debemos respetar esa restricción."
La mañana transcurrió entre el sonido metálico de las espadas de práctica. Sir Kaelan se centró en la fluidez de los movimientos, enseñándoles fintas complejas y cómo usar la velocidad en lugar de la fuerza bruta para desequilibrar al oponente.
Estuvieron así, inmersos en la disciplina marcial, hasta que el sol se elevó alto en el cielo.
—"¡Basta por hoy con las espadas! Deben descansar y comer,"— dictaminó Sir Kaelan.
—"Sir Kaelan, Caín," —dijo Alina, con una idea en mente.— "Yo siempre almuerzo sola en el jardín a esta hora. ¿Les gustaría almorzar conmigo hoy?"— La invitación era un gesto simple pero significativo de su parte.
Sir Kaelan hizo una leve inclinación. —"Sería un placer, Princesa."
—"Claro, me encantaría,"— añadió Caín con una sonrisa cordial.
Los tres se dirigieron al jardín, compartiendo el almuerzo en un ambiente más relajado que el de la mañana. Después de un breve descanso, regresaron al campo para la segunda parte del entrenamiento: el tiro con arco.
Sir Kaelan colocó una diana y les entregó los arcos. Comenzó con las nociones básicas: la postura, la respiración, el agarre. Caín intentó aplicar las instrucciones, pero sus flechas tendían a desviarse notablemente.
—"No te frustres, Caín.— Es cuestión de práctica y enfoque,"— le animó Kaelan.
Luego llegó el turno de Alina. Con una elegancia inesperada, la Princesa tomó el arco. Su concentración era absoluta. Tensó la cuerda, apuntó brevemente y soltó. La flecha se incrustó con un sonido hueco y satisfactorio justo en el centro de la diana.
Caín y Sir Kaelan observaron en silencio. Alina repitió el proceso. Primera flecha... centro. Segunda flecha... centro. Tercera flecha... centro. Todas sus flechas se agruparon en el centro de la diana con una precisión asombrosa.
Sir Kaelan bajó los brazos, perplejo.
—"Princesa," —preguntó, con genuina incredulidad.— "¿Había practicado antes? Su puntería es... la de una experta."
Alina bajó el arco con una sonrisa humilde.— "Sí, un poco, hace un tiempo. Vi a un soldado usarlo, y como mi padre me dio una sala de entrenamiento para mí sola, allí había muchas armas, y entre ellas estaba un arco. Así que he estado practicando desde hace cuatro días."
La revelación dejó a Caín y al profesor mudos. Cuatro días de práctica casual no deberían producir tal maestría.
— "¡Wuau!" exclamó Caín, recuperándose del asombro.— "Eres increíble, su altesa. Yo no soy muy bueno con esto. Definitivamente no tengo tan buena puntería cuando se trata del arco y las flechas."
Continuaron practicando, con Sir Kaelan dedicando la mayor parte de su instrucción a Caín, mientras Alina seguía perforando el centro de la diana con una consistencia robótica. Tras un breve descanso, el maestro les dio la señal para el cierre de la jornada.
"Es suficiente por hoy con el arco. Ahora, por última vez, volvamos a las espadas. Demuéstrenme lo que han aprendido en un último sparring."
El entrenamiento continuó hasta que la luz se hizo dorada al final de la tarde.
Mientras el sol se ponía sobre la capital, una comitiva imperial se acercaba a las puertas principales. El Príncipe Ray Mondragón había regresado. Después de casi dos días de viaje, había traído a la capital a los prisioneros: el Duque del Sur y toda su familia, unos de los cerebros detrás de la conspiración.
Al llegar, los traidores fueron inmediatamente escoltados a los calabozos más seguros del palacio. Ray, sin siquiera pasar por sus aposentos, se dirigió con su armadura de viaje directamente al Salón del Trono.
Dentro, el Emperador presidía, y a su alrededor se encontraban los nobles más importantes y de confianza del Consejo Imperial.
Ray entró en la vasta sala. Su figura alta y resuelta, aunque cansada del viaje, inspiraba respeto. Se detuvo y realizó una reverencia profunda.
—"Segundo Príncipe Ray Mondragón está de vuelta después de cumplir la misión, Majestad,"— anunció con voz clara.
—"Levántate, Príncipe," —ordenó el Emperador, su voz resonando con orgullo. —"Felicidades. Has hecho un gran trabajo. Ahora, necesito un informe detallado de todo lo que sucedió en el ducado del sur y cómo conseguiste apresar a los traidores."
Ray relató los hechos con frialdad y precisión militar: la estrategia de cerco, la sorpresa y la captura sin incidentes mayores.
Al escuchar la magnitud de la traición y la audacia del Duque, los nobles del Consejo se indignaron. Sus murmullos se convirtieron rápidamente en clamores.
—"¡Majestad, exigimos un castigo ejemplar!" —demandó airado un anciano Conde.
—"¡Deben ser juzgados inmediatamente! ¡La pena capital para todos los involucrados en esta infamia!"— rugió otro.
La discusión se encendió, los nobles exigiendo justicia rápida y dura. El Emperador, manteniendo la calma, golpeó suavemente con su puño en el reposabrazos del trono.
—"Tranquilícense,"— dijo el Emperador, su voz firme y autoritaria.— "La justicia imperial es lenta, pero segura. Aún faltan por apresar a otros conspiradores. Cuando todos estén ya aprisionados y las pruebas sean irrefutables, serán juzgados juntos en un solo juicio, y se les dará la pena que corresponda a cada uno de los involucrados. Por ahora, Ray, ve a descansar. Has servido bien al Imperio."
— si magestad— después de eso Ray se retiró para poder descansar, bañarse y poder cambiarse para estar listo a la hora de la cena ya que estuvo mucho tiempo fuera, y extraña mucho a su madre y hermana.