En un mundo donde los ángeles guían a la humanidad sin ser vistos, Seraph cumple su misión desde el Cielo: proteger, orientar y sostener la esperanza de los humanos. Pero todo cambia cuando sus pasos lo cruzan con Cameron, una joven que, sin comprender por qué, siente su presencia y su luz.
Juntos, emprenderán un viaje que desafiará las leyes celestiales: construyendo una Red de Esperanza, enseñando a los humanos a sostener su propia luz y enfrentando fuerzas ancestrales de oscuridad que amenazan con destruirla.
Entre milagros, pérdidas y decisiones imposibles, Cameron y Seraph descubrirán que la verdadera fuerza no está solo en el Cielo, sino en la capacidad humana de amar, resistir y transformar la oscuridad en luz.
Una historia épica de amor, sacrificio y esperanza, donde el destino de los ángeles y los humanos se entrelaza de manera inesperada.
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El peso del alma.
Las semanas pasaron como un suspiro entre cafés, miradas y silencios.
La vida de Cameron parecía al fin encontrar equilibrio.
Había aceptado compartir su departamento con Jhon —una decisión que había surgido de forma natural, entre risas y complicidad—.
Sus días transcurrían tranquilos, entre trabajo, paseos y las largas noches de conversación con él, donde hablaban del pasado y del futuro con una confianza que solo da el cariño sincero.
Pero en el fondo, Cameron sentía algo extraño.
Una parte de ella seguía buscando algo… o alguien.
Como si un fragmento de su alma hubiera quedado suspendido entre dos mundos.
Cada vez que iba al café, ese vacío se llenaba por unos minutos.
El aroma a canela, el sonido del molinillo y la voz grave de Seraph se habían vuelto su refugio invisible.
Él la saludaba siempre con una sonrisa tenue, pero sus ojos hablaban un lenguaje que solo ella parecía comprender: nostalgia, ternura, y un dolor que no pertenecía a los hombres.
A veces, cuando ella reía, Seraph desviaba la mirada para que no lo notara.
Otras, cuando la veía salir tomada del brazo de Jhon, sentía un nudo en el pecho que lo dejaba sin aire.
No entendía si era amor, culpa o castigo divino, pero cada segundo a su lado era una prueba que el cielo le imponía… y que él estaba fallando.
Una tarde, mientras el cielo se teñía de rojo, Cameron volvió sola.
El café estaba casi vacío, y Seraph limpiaba una mesa junto a la ventana.
Ella se sentó en su lugar habitual, sin saber muy bien por qué.
—No viene hoy su novio—dijo él sin levantar la vista.
—No —respondió Cameron, con una sonrisa ligera—. Se quedó trabajando. Creo que necesitaba tiempo… y yo también.
Hubo un silencio espeso entre ambos.
El sonido de la cafetera rompía la quietud, marcando el ritmo de sus corazones.
—¿Te ha pasado alguna vez sentir que conoces a alguien desde antes de conocerlo? —preguntó ella de pronto.
Seraph se detuvo.
El vapor del café se elevó entre ellos como un velo.
—Sí… —respondió con voz baja—. A veces las almas se reconocen antes que los cuerpos.
Cameron lo observó, con los ojos ligeramente brillantes.
—Eso pensé. La verdad es que me pasa algo así, con alguien que ni siquiera conozco pero que ahora no puedo dejar de verlo. Viene a mi mente su imagen, una imagen de un hombre que nunca vi pero ella ahora me persigue.
Seraph cerró los ojos un instante.
Su corazón humano tembló.
Ella recordaba.
Aunque no en palabras, aunque no con certeza, una parte de su espíritu seguía atada a él.
—Quizá lo soñaste —murmuró—. A veces los sueños son solo eso… ecos de algo que el alma intenta entender.
Pero cuando la miró, supo que mentía.
Porque él sí lo recordaba todo: las veces que la cuidó desde el cielo, las lágrimas que había limpiado en secreto, las noches en que su luz había sido su abrigo.
Ella bajó la mirada, sonriendo con cierta tristeza.
—Tal vez… —susurró.
Esa noche, Cameron volvió a casa con el corazón acelerado.
Jhon la esperaba en el sofá, leyendo un libro.
Le sonrió con ternura cuando la vio entrar.
—¿Cómo estuvo tu día?
—Tranquilo —dijo ella, dejando el abrigo—. Solo fui por un café.
—¿Otra vez al Lumina? —preguntó él, riendo—. Vas tan seguido que pronto te harán descuento.
Ella asintió, evitando su mirada.
No quería mentir, pero tampoco sabía cómo explicar lo que sentía.
¿Cómo decirle que cada vez que miraba a Seraph, el mundo parecía detenerse?
¿Cómo explicarle que lo que la unía a él no era deseo, sino una conexión más antigua, más profunda, más peligrosa?
Esa noche, mientras Jhon dormía, Cameron soñó.
El sueño la envolvió con una claridad imposible: un campo de luz dorada, un viento suave, y un ser resplandeciente de alas abiertas mirándola con infinita tristeza.
Era él.
Seraph, el chico de la cafetería, ahora su imagen vivída, con su cabello dorado cayendo sobre sus hombros y sus ojos verdes ardiendo en melancolía.
—Fallé —susurró él en el sueño, su voz quebrada por la culpa—. Rompí las leyes del cielo.
Cameron extendió la mano para tocarlo, pero la luz lo deshizo ante sus ojos.
Despertó sobresaltada
Jhon dormía a su lado, ajeno a la tormenta silenciosa que se desataba en ella.
El reloj marcaba las tres de la madrugada, la hora en que los sueños pesan más que los recuerdos.
En otro punto de la ciudad, Seraph también estaba despierto.
Miraba el cielo desde su ventana, sabiendo que había cruzado un límite invisible.
El corazón humano que le habían dado latía con dolor, como si el castigo ya hubiera comenzado.
Y mientras el amanecer se abría paso, comprendió la verdad que tanto había temido:
El amor que los unía no había muerto. Solo había cambiado de forma.
Pero si volvía a acercarse demasiado, podría condenarla también a ella.
“Si el cielo me niega su luz,” pensó Seraph, con el alma hecha cenizas,
“entonces seré su sombra.
Prefiero verla feliz en brazos de otro que volver a destruir su destino.”
gracias Autora