Soy Mia Montecarlo, joven, hermosa y la única heredera del patrimonio de mi familia; todo eso no me sirve de nada, pues estoy en prisión, por culpa de la Familia Montiel y su ambición, su amor por el dinero y la vida ostentosa, les hizo tenderme la más vil de las trampas, pero lo que ellos no saben es que saldré de aquí, y saldré a vengarme.
Mi plan está hecho y no descanzaré, hasta hacer pagar a cada uno de ellos, incluyendolo a Él, "Valente Montiel".
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15. Un escenario maligno...
(Mía)
Con Valente, hicimos un plan, pues según, nos deseábamos el uno al otro.
Esperábamos con ansias el día en el que nos entregaríamos al placer.
Yo, soñaba despierta con ese día, porque a pesar de que Valente y Yo pasábamos momentos muy íntimos, jamás culminamos, nunca llegamos a ser una sola carne.
Y eso no fue porque yo no lo deseara, pues por mí lo habríamos hecho el mismísimo dia que lo conocí.
Asi de fuerte fue el amor a primera vista que sentí por Él.
Pero Yo era menor de edad y eso siempre detuvo a Valente, al menos eso me decía a mí.
Sin embargo, lo teníamos todo planeado, el día de mi cumpleaños haríamos una fiesta en mi casa, luego nos iríamos a la hacienda y lo haríamos esa misma noche, en un campamento en el bosque, a la luz de la luna y bajo millones de estrellas.
"Imagínate, toda una cursilería".
Yo estaba enloquecida de felicidad, Dani y mi Nana, estaban afanadas en los detalles de la celebración, yo había insistido que la fiesta se hiciera solo con la gente más cercana y mi Nana estaba de acuerdo, pero en esa última semana de vacaciones llegó a la mansión un representante de una agencia que organizaba eventos.
Me sorprendió y pregunté quién los contrató, allí me di cuenta de que Eugenia los había contratado.
Hable con ella y su explicación fue que era mi cumple 18, no podía ser algo sencillo.
Recuerdo que ese día le dije.
Que aún, si era mi fiesta, ella no tenía derecho de hacer nada sin consultarme.
Ella como si hubiese sido la persona mas humilde, me ofreció disculpas y me suplicó que no rechazara la fiesta, ya que era idea de Valente.
Pero eso, era una total mentira, por que Valente mismo me había pedido no celebrar, casi me lo había rogado, El quería que ese día nos fueramos a escondidas, sin decirle a nadie, pero Yo no quería dejar a mi Nana y a Daniela con el deseo de celebrar mi cumpleaños...
Eugenia mentía a menudo, y como no si todo en lo absoluto, era vil mentira...
Sin embargo, yo accedí, porque sabía que después de eso se irían de mi casa y Ya solo tendría contacto con ellos, por que eran los padres de Valente y porque eran socios de mi empresa.
Faltaba solo un día para mi cumple, pero mi Nana, Dani y Yo, ya no estábamos haciendo nada; solo estábamos pendientes de la organización, ya que había gente profesional para eso, solo nos tocaba ver como hacían todo.
Para mi era exagerado, pero que más daba, al final, que la gente se divirtiera y Yo me iría a la hacienda a la verdadera celebración.
Óscar Montiel y su mujer, se veían más extraños que nunca, era tan raro verlos cerca de mí todo el tiempo, me hablaban de tantas cosas que me aturdían, y hasta se comportaban más cariñosos.
Pero ese día, sucedió algo aun mucho más extraño, Oscar Montiel, me dijo que tenía una sorpresa, y que fuéramos al despacho de mi Padre, argumentando que entró a buscar unos documentos de la empresa, y que había encontrado una carta de mi Papá para mí.
Me extrañé que me dijera eso, ya que en los primeros días después de la muerte de mis Padres, Sofía había revisado la habitación principal y el despacho de Papá, para tratar de encontrar algo que nos diera pistas sobre los Montiel; pero no había encontrado nada que hablara de ellos, y nada para mí.
Al entrar al despacho, Oscar abrió con tanta confianza una gaveta, de allí saco unos documentos pero algo llamó mi atención, pude ver que habían más cosas.
Puse mi teléfono en el escritorio de Papá y extendí mi mano para tomar lo que estaba allí
Era un revolver...
Cuando tome el arma, Óscar solo me dijo.
—Esa era de tu Padre, creo que nadie sabía que estaba aquí, porque la encontré muy escondida, también me parece raro, que no estaba el permiso guardado junto con el arma, y me cuesta creerlo, pues tu Padre era una persona muy correcta en todo lo que hacía.
Pero no te preocupes hija, no le diré a nadie, al fin que todos cometemos errores.—Escuché al desgraciado Maldito, pero no entendí que eso era parte del gran final, de la cruel trampa que estaba preparado; yo siendo la estúpida número uno hasta le agradecí, porque según estaba protegiendo el prestigio de Papá.
— Óscar, te agradezco por no decír nada, por cierto ¿desde cuando conoces a Papá?—Le pregunté.
—Me lo presentó Eugenia, ellos eran compañeros de universidad y en una salida de amigos coincidimos, desde allí me quedé siendo su amigo y apoyándolo en todo, para decirte que al final, resulte siendo más cercano yo, que mi esposa, pero ya no hablemos de Máximo el está muerto y esperamos que esté descansando en paz.—Me dijo
—Claro que Él está descansando en paz, Papá era muy bueno, mejor que nadie, tengo otra pregunta para ti.—Le dije.
—Dime Hermosa, soy todo oídos.—me dijo y eso me estremeció.
Su forma de hablar me daba repulsión.
—Sabes algo del abogado Soler, él tiene toda la documentación para aceptación de mi herencia y le he estado llamando con frecuencia, sin tener respuesta.—Le dije y vi como su cara hacía un gesto de disgusto.
—No te preocupes por Soler, hace poco almorzamos juntos y hablamos, pero parece que se indigestó, en un par de semanas estará bien.
Ahora sigamos. —Vi que tomó el arma, la revisó y me dijo.
—¿Mía tú sabes disparar un arma?.
—Nooo, jamás en mi vida estuve tan cerca de una, hasta ahora...
—Quieres que te enseñe.
Uno nunca sabe, cuando se pueda necesitar defenderse de alguien y más una mujer como tu; hay hombres muy abusivos y a veces un arma es lo único que los detiene.
Ven acompáñame al jardín, después buscamos la carta qué encontré para ti.—Vi a Óscar caminar con el arma guardada en su cintura, cuando pasamos por la sala volteo a Eugenia, que nos veía pasar y yo como oveja al matadero iba detrás de Él.
Al llegar al Jardín, recordé que habia dejado mi telefono en el estudio, quice ir por el, pero Óscar me dijo que era solo un momento, que el teléfono no se perdería.
Luego, puso sobre una base de madera, unas latas de soda que estaban allí mismo, y me enseñó como disparar, le disparé varias veces a las latas y para mi sorpresa, yo tenía una puntería increíble, eso hasta me causó cierta emoción, recuerdo que atrás había unos costales de arena, me dijo que eran para detener las balas y que no causaran daño.
Yo jamás había visto todo eso que ahora estaba allí.
Era un escenario maligno preparado para mi, y Yo estúpida caí redondita.