Sagara

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Sagara, que regresaba a casa en un coche de lujo por la noche como le había prometido a Samudra, solo podía disfrutar del viaje perdido en sus pensamientos. Era duro dejar la familia de Bapak, que le había hecho sentir tan cómodo.

Sin embargo, lo que Sagara sentía no significaba que no lo encontrara en su extensa familia. Todavía se sentía querido y cuidado, especialmente por su mamá y su papá. Pero seguía siendo diferente del amor de sus propios padres, que ahora estaban desaparecidos. Y al estar en medio de su numerosa familia, todavía sentía envidia e inseguridad porque Sagara no tenía lo que ellos tenían: unos padres unidos.

"Señorito, ya hemos llegado", dijo el chófer, sacando a Sagara de sus largos pensamientos.

"¿Eh? ¿Qué pasa, señor?", preguntó Sagara.

"Ya hemos llegado, señorito", repitió el chófer con una leve sonrisa, divertido por la expresión de sorpresa del joven.

"¿Por qué no vamos a casa de papá?", preguntó Sagara, sin obtener respuesta del chófer, que no tenía ni idea. Su tarea era simplemente recoger y dejar a Sagara Devano Pradipta.

Al bajar del coche, entró directamente en la residencia Pradipta, o mejor dicho, en la lujosa mansión propiedad de Mamá Ameera y Papá Ricko, sus padres sustitutos durante los últimos tres años, un periodo en el que había estado hambriento de afecto.

La hora tardía hacía que todo pareciera tranquilo, por lo que no era de extrañar que Sagara decidiera ir directamente a su habitación en la segunda planta. La habitación que desde pequeño había sido suya en esa casa.

Click

Sagara abrió la puerta y una sonrisa se dibujó en sus labios al posar sus ojos, a veces tan afilados como los de un águila, en la cama.

"Por fin vuelvo a encontrarme con mi mullida cama", se rio Sagara mientras dejaba caer su cansado cuerpo. Todavía sentía punzadas de dolor por el accidente de hacía unos días.

Sus ojos somnolientos se abrieron de repente al oír la puerta abrirse y, efectivamente...

"¡Papá...!", exclamó Sagara, incorporándose de golpe.

"¿Ya has vuelto?", preguntó el ex viudo mientras se acercaba a su nieto.

Sagara se limitó a asentir y se dejó abrazar por el hombre que le había tendido los brazos.

"¡Mocoso! ¿Por qué te gusta tanto preocuparnos, eh?", le regañó el abuelo, a quien Sagara siempre llamaba papá.

"Lo siento, no era mi intención, es solo que...", comenzó a decir Sagara.

"Nos tienes a nosotros, hijo. No pienses en tu padre", le interrumpió Ricko.

El cansancio de Sagara se disipó poco a poco, reemplazado por una sensación de bienestar, porque lo único que necesitaba el chico, que ya no tenía desde que su madre se fue y no regresó, era un abrazo.

"Descansa. Mañana hablaremos. Tu madre estará deseando verte, así que despiértate temprano", le dijo Ricko a su querido nieto. Después de todo, Sagara era el heredero de su imperio empresarial, y lo sería en cuanto tuviera la edad e los conocimientos suficientes para gestionar la empresa.

"Sí, papá. Estoy cansado y tengo mucho sueño", respondió Sagara con sinceridad. Lo mejor sería dormirse en los brazos de aquel hombre.

"Mañana iremos al hospital a que te revisen. No quiero que te pase nada, hijo. No queremos que tengas ninguna lesión interna sin diagnosticar", dijo el señor Pradipta, que ya sabía lo que le había pasado a su nieto en los últimos días. Por eso estaba tan preocupado.

"Sí, papá. Pero ¿dónde está papá?", preguntó Sagara, incapaz de contener su curiosidad.

...

Está en la casa principal, recibiendo su castigo de tu Appa...