NovelToon NovelToon
ABRIENDO PLACERES EN EL EDIFICIO

ABRIENDO PLACERES EN EL EDIFICIO

Status: En proceso
Genre:Acción / Comedia / Aventura / Amor prohibido / Malentendidos / Poli amor
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Cam D. Wilder

«En este edificio, las paredes escuchan, los pasillos conectan y las puertas esconden más de lo que revelan.»

Marta pensaba que mudarse al tercer piso sería el comienzo de una vida tranquila junto a Ernesto, su esposo trabajador y tradicional. Pero lo que no esperaba era encontrarse rodeada de vecinos que combinan el humor más disparatado con una dosis de sensualidad que desafía su estabilidad emocional.

En el cuarto piso vive Don Pepe, un jubilado convertido en vigilante del edificio, cuyas intenciones son tan transparentes como sus comentarios, aunque su esposa, María Alejandrina, lo tiene bajo constante vigilancia. Elvira, Virginia y Rosario, son unas chicas que entre risas, coqueteos y complicidades, crean malentendidos, situaciones cómicas y encuentros cargados de deseo.

«Abriendo Placeres en el Edificio» es una comedia erótica que promete hacerte reír, sonrojar y reflexionar sobre los inesperados giros de la vida, el deseo y el amor en su forma más hilarante y provocadora.

NovelToon tiene autorización de Cam D. Wilder para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Se Pone Interesante

La llegada de Luciana en su ajustado conjunto amarillo fosforescente provocó un silencio momentáneo. Incluso las plantas parecían inclinarse hacia ella mientras caminaba hasta su lugar, seguida por Emperatriz, quien se sentó en una silla con el brazo en cabestrillo y una sonrisa divertida.

—Carlos, cariño —susurró María Cristina al ver a su marido sentado discretamente junto a Emperatriz—. No sabía que te interesaba el yoga.

—Siempre es bueno... apoyar las iniciativas del edificio —respondió él, aunque sus ojos seguían los movimientos de Luciana.

Virginia, apenas a las miradas y al impacto que había causado, levantó dos brazos y giró sobre sí misma, el rosa de su atuendo reflejando un destello final de casi parpadeó a Rosario. 

—¡Es como una fiesta, pero con ejercicio! —exclamó como entusiasmo que solo podía ser genuino. 

Rosario, sin necesidad de palabras, dejó que sus caderas trazaran un arco insinuante mientras se acomodaba en su lugar. Fue un movimiento tan lleno de intenciones no dichas que el aire del salón pareció vibrar en una frecuencia diferente. Pero justo cuando estaba por rematar su actuación con una mirada asesina, puso los ojos en blanco con tal exageración que por un instante pensó que había hecho contacto visual con su propio cerebro. Sin embargo, el gesto quedó a medio camino cuando la puerta del salón volvió a abrirse, y con ella, una ráfaga de aire fresco cargada de promesas no tan inocentes.

Minutos después, Ernesto apareció primero, seguido de Don Pepe, pero Rosario apenas pudo registrar al hombre mayor. Todo su foco quedó atrapado en la figura de Ernesto, cuya sonrisa amplia y relajada parecía directamente salida de un comercial de pasta dental, aunque la manera en que caminaba, con una mezcla de desparpajo y deliberación, era todo menos inocente. El tiempo pareció ralentizarse, como si alguien hubiese puesto música de fondo y activado el modo cámara lenta, igual que en esas películas románticas que Rosario negaba vehementemente disfrutar, pero que veía con un bol de palomitas gigante y una copa de vino los viernes por la noche.

Y entonces llegó el golpe. No literal, pero igual de contundente. El recuerdo del pasadizo del tercer piso la envolvió de golpe, como una ola de calor que empezaba en sus mejillas y terminaba más abajo de lo que estaba dispuesta a admitir. Su mente, sin permiso, desempolvó aquella escena de adolescencia: Ernesto inclinándose sobre su cuaderno de matemáticas, su colonia fresca mezclándose con el aroma familiar del grafito recién afilado. Había algo hipnótico en cómo sus dedos trazaban líneas y formas en el papel, cómo rozaban "accidentalmente" los suyos con una precisión que hacía parecer al azar como un chiste mal contado.

"Si el ángulo X se complementa con el ángulo Y...", había murmurado él, su voz tan cerca que Rosario había sentido el roce de su aliento contra su oído. Sus dedos se encontraron sobre el papel, y durante un breve instante, ella había olvidado qué diablos era un triángulo. "El ángulo total... es la respuesta," concluyó con una sonrisa que no tenía nada que ver con las matemáticas y todo con la suma de tensiones acumuladas en aquel pasillo estrecho. Rosario había asentido, no porque entendiera, sino porque cualquier palabra que intentara salir de su boca habría sido una confesión.

Volvió al presente justo a tiempo para ver a Ernesto levantar una mano en un saludo casual que parecía dirigido a todo el salón, pero que Rosario sintió directamente clavado en el pecho. Su cadera hizo un leve movimiento, instintivo, como si quisiera recordarle a Ernesto lo que había dejado atrás. Don Pepe carraspeó, y Rosario agradeció el sonido, porque su cerebro estaba peligrosamente cerca de gritar algo inapropiado. Ernesto, con esa sonrisa desvergonzada que parecía tallada en mármol, se colocó al fondo, y aunque el salón estaba lleno, Rosario tuvo la molesta sensación de que el aire entre ellos había desaparecido.

La entrada de Ernesto había sido suficiente para cargar el salón con una electricidad que nadie se atrevía a nombrar, Pero entonces, Don Pepe decidió subir la apuesta, como un veterano conquistador que nunca había colgado la espada, su mirada hizo un barrido detallado y absolutamente descarado de cada una de las mujeres presentes, con una minuciosidad digna de un crítico de arte frente a un cuadro renacentista. Solo que, en este caso, el museo era un salón de yoga improvisado, y las obras maestras eran un desfile de lycras ajustadas y curvas generosas. 

El primer objetivo de su escáner sensual fue la peluquera Elvira, cuya manera de contornear el cuerpo mientras ajustaba la cinta de su coleta parecía una coreografía planeada para provocar pensamientos indecentes. Sus nalgas prominentes se movían bajo la tela como si quisieran tener vida propia, y Don Pepe no pudo evitar deleitarse con la forma en que la licra parecía rendirse ante la majestuosidad de sus formas. "Eso sí es arte," pensó, mientras un cosquilleo travieso se instalaba en las comisuras de sus labios.

Siguió con Luciana, que estaba en pleno estiramiento sus largas y torneadas piernas formando un ángulo que parecía diseñado para ser admirado. Don Pepe alzó una ceja con una mezcla de asombro y placer estético cuando sus ojos recorrieron el camino que se fundía en el triángulo perfecto de su pubis. "La geometría nunca fue tan fascinante," se dijo, ajustándose el cinturón de manera innecesaria. Y entonces su mirada llegó a María Cristina, quién se encontraba en la esquina ajustando el mat. Su cuerpo tenía la elegancia curvilínea de un cuento sensual, su cintura estrecha acentuando el generoso vaivén de sus caderas. Don Pepe casi chasqueó la lengua al observar como su silueta parecía un desafío directo a cualquier intento de autocontrol. "Si las sirenas existieran," pensó, "me tiraba al agua sin pensarlo."

1
Alba Hurtado
se ve excitante vamos a leer que pasa con la vecina del tres b
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play