Mi prometido, el príncipe heredero del imperio Noah era un buen candidato para mi y mi familia, no me importaba mucho el puesto de emperatriz, solo añoraba estar a su lado.
Pero, ¿Porqué ama a una mujer que no soy yo? A pesar de hacer todo por quitarla de mi camino ella persiste y cada vez noto como se alejan más de mí.
Las respuestas vinieron a mi un día que un libro dorado llegó a la mansión como un regalo para mí.
Era una novela, pero lo que les diferenciaba de las demás fue que aquellos personajes los conocía a la perfección.
Narrado desde el punto de vista de los protagonistas, yo Madeline, era la mujer que se interponía en su amor.
El obstáculo amoroso.
¿Lo que narraba este libro era el futuro? Al ponerlo a prueba pude cerciorarme, la historia era de verdad nuestras vidas.
Por eso me cercioraré que mi vida no sea en vano y comenzaré mi nuevo camino.
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24 - Cuenta regresiva.
No iba a mentir que su confesión me había sorprendido, pero no por eso iba a permitir que me hablara de esa manera. Por las cosas que me dijo puedo suponer que ella me conocía de antes, en parte lo comprendo, mi yo de joven era muy orgullosa de su sangre y recuerdo haber ignorado a un sin fin de jóvenes de mi edad ya que no pertenecían a mí mismo nivel social.
Aunque todavía no lograba comprender por qué el hecho de que yo la "despreciara" era una razón para conquistar a mi prometido y arruinarle su futuro.
Sin mencionar que se me hacía algo tan infantil y poco útil. Ya que al final era ella misma la que estaba en boca de todo el mundo por ser la amante.
—No voy a permitir que seas feliz Madeline Barlovento, te juro que lograré hacerte infeliz.
Cuando escuché dicha amenaza tan insolente subí una ceja incrédula, a menos que trate de asesinarme o inculparme de algún crimen no creo que vaya a lograrlo tan fácil esta vez, confío en mi pareja y en mí.
—Deberías de enfocarte en tu propia vida y dejar vivir a los demás, pero supongo que estoy pidiendo mucho ¿Verdad? Ya te lo advertí una vez y si no te quedó claro te lo diré más claro. —Mi enojo creció de forma tan abrupta al punto de que mi cuerpo se movió por sí solo, mi mano viajó hasta el cuello de la joven Rosé y la presioné hacia la puerta.
Ella trató de zafarse si éxito.
—No quiero que te vuelvas a aparecer frente a mí, me dejaste en claro qué harías lo que fuera para arruinarme, yo te digo lo mismo, —Mi mano comenzó a ejercer más fuerza, sentí su pulso en mis dedos y como este incrementaba con el pasar de los segundos. —no te metas conmigo, como hija de un pobre barón y ahora tu amado prometido ya no es el heredero no tienes suficiente poder contra mí.
Solté mi agarre y la dejé caer al selo mientras ella tosía.
—Sé inteligente y no actúes con impudencia. —Le terminé por decir y salí de la habitación sin mirar atrás.
Justo al salir pude ver como Miriam me dedicó una mirada que no supe cómo interpretarla, aunque supuse un poco debido a que su ceño se frunció al ver salir a la hija del Barón de la habitación.
—Es hora de regresar mi señorita, su alteza el duque Maximilian no puede estar tanto tiempo lejos de usted. —A pesar de que su oración estaba siendo dirigida hacia mí, su mirada no se apartaba de Rosé.
Por su forma de actuar comprendí que había escuchado por completo mi discusión con ella.
—No digas nada de lo que escuchaste, yo misma me puedo encargar de ello. —Le ordené a Miriam que no respondió, pero no hubo necesidad de preocuparse, sabía que iba a obedecerme.
**
Esa mañana por fin comenzaba mi cuenta regresiva para el banquete de cumpleaños del emperador y con ello el final la temporada social de este año.
Estaba sentada en el balcón de mi habitación, el amanecer apenas estaba ocurriendo así que el sol no quemaba del todo, la cálida brisa hacía mover mi cabello rubio que estaba suelto. La bata de dormir que no me había quitado ya que hacía poco que había despertado.
Los últimos días no podía quitarme de la cabeza el hecho de que ya era el final de la temporada social. Era hora de volver a nuestro territorio, y a pesar de que mi padre volvía a la capital ciertas veces al año, yo me quedaba en el sur.
Pero ahora me ponía a pensar lo lejanos que se encontraba mi territorio con el del joven Maximilian, suspiré.
¿Cuándo nos volveríamos a ver después?
De pronto pude ver a lo lejos en la entrada de la mansión una persona que cabalgaba un caballo, su distinguido cabello rojo delataba su identidad y sonreí.
Aaron miró hacia mi dirección y saludo desde lejos con su mano, moviéndola de un lado a otro con entusiasmo como lo haría un niño pequeño. De inmediato me puse de pie y entré a mi habitación, era una visita que no esperaba, pero me ponía contenta ya que estaba pensando en él.
Parecía como si el destino se había encargado de mandarme a la persona que estaba esperando.
Al llegar a nuestro encuentro, él ya se encontraba en el jardín de nuestra casa en la mesita que mis sirvientes habían preparado para disfrutar del desayuno.
—Hoy luces tan hermosa como siempre. —Menciona mientras recibo un beso en mi mejilla como saludo, mi corazón salta en emoción por nuestra cercanía y sonrío. No era la primera vez que estábamos siendo tan íntimos, sin embargo, tanto cariño terminaba por abrumarme un poco. No estaba acostumbrada a tanto cariño.
Pero no por eso me alejé de él y en cambió tomé la mano que descansaba en mi cintura, la cubrí con ambas manos admirando nuestra diferencia de tamaño en ellas, y las subí a mi rostro acariciando mi rostro con sus nudillos.
Había imaginado eso ya que en algunas novelas románticas los protagonistas masculinos acariciaban a sus amadas de esa forma, solo quería saber cómo se sentía. De inmediato sentí como su mano se tensaba y al verlo su rostro estaba sonrojado hasta el cuello, reí, hacía tiempo que no miraba su faceta avergonzada.
—Esto es injusto Madeline, estas jugando con fuego en este momento. —No comprendí a lo que se estaba refiriendo y estaba a punto de preguntar por qué decía algo así cuando escuché como alguien más llegaba al jardín.
Mi hermano mayor Guillian llegaba con una mueca en su rostro, eso para mí ya era algo normal desde hacía un tiempo atrás.
—¿La parejita ya se está despidiendo? —Fruncí el ceño, eso era un golpe bajo viniendo de él. Mi pecho sintió de nuevo esa extraña sensación de dolor que experimentaba cada vez que pensaba en mi separación con Aaron.
De inmediato noté como mi padre quien venía detrás de él le golpea la nuca haciéndolo agacharse por el impacto.
—Eso fue muy cruel de tu parte, discúlpate con tu hermana ahora mismo.
—¿Vas a estar de su lado padre? Además, Madeline no se sentiría herida por algo tan insignificante como est- De pronto su excusa se vio interrumpida cuando me miró.
Ya no sabía, que el hecho de separarme de Aaron era algo normal. No estábamos comprometidos de forma oficial y solo estábamos saliendo, pero la sola idea de imaginarme separada de él después de haber pasado tantos meses junto a él me hacía sentir triste.
Yo jamás había imaginado que algo así me afectaría, pero lo estaba haciendo.
Y sin esperarlo las lágrimas estaban saliendo de mis ojos sin que yo las pudiera detener.