💔🔥 ZADDY: ¡Recuperando a mi Esposa! 🔥💔
Perdió a la mujer de su vida... Ahora hará lo imposible para recuperarla.
Gerónimo Báez lo tenía todo: poder, éxito y una esposa leal que lo amó por más de veinte años. Marla Andrade de Báez, una mujer fuerte y empoderada, fue su compañera incondicional… hasta que él lo arruinó todo.
🔥 La crisis de los 40 lo golpeó.
💣 Un error. Un desliz. Una traición imperdonable.
Marla no era una mujer que se quedara llorando. Con dignidad, lo dejó atrás. Se convirtió en la versión más poderosa de sí misma, mientras el mundo la aplaudía… y él la veía desde la distancia.
💔 Gerónimo ahora es el villano de su historia.
Pero hay algo más, algo que nadie ha visto… y que él no puede revelar.
🔹 La verdad está oculta entre mentiras y apariencias
🔹 Las pruebas lo condenan.
🔹 El mundo la alienta a seguir adelante sin él.
Pero Gerónimo no está dispuesto a rendirse.
🔥¿Su amor será suficiente para obtener una segunda oportunidad?
🔥¿O Marla seguirá adelante…?
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18. Como si tuviera pacto con Satán.
POV. ROQUI.
Marla me contó lo de la víbora, y no me gusta para nada.
Esa mujer es una sabandija demasiado peligrosa.
Por eso, me autoinvité a las oficinas de Hulk. Quiero conocer a la pequeña hiena.
Voy de copiloto con mi prometido, quien tiene una reunión con Gerónimo, mientras Marla y yo merodeamos por los pasillos como dos viejas chismosas.
—Amor, ¿qué te tiene tan distraído? —pregunta mi hombre, sacándome de mis pensamientos.
Lo miro y le doy un pequeño beso antes de responder.
—Esa maldita putizorra de cuello blanco… No me agrada.
—Tengo mis reservas con ella y, para serte sincero, hasta me da escalofríos de solo pensar en estar cerca.
Le señalo con el dedo, dejando clara mi advertencia.
—Tienes que estar muy alerta. No quiero que se meta contigo, porque ahí va a conocer lo posesivo que puede ser un macho femino.
—No te preocupes, mi amor —me da un beso, de esos que solo él sabe dar—. Yo solo tengo ojos para ti.
Joniel sabe cómo tranquilizarme y despejar mis dudas.
***
—Gracias al cielo que llegaste —me susurra Marla, dándome un cálido abrazo—. Las cosas están bastante tensas aquí. La policía, los periodistas, los políticos… todos están haciendo preguntas. La única que parece estar satisfecha es la zorra. Logró desviar toda la puta atención que tenía sobre ella.
Le devuelvo el abrazo.
—Esa muerte fue demasiado conveniente para ella, ¿no te parece?
—Amigo, demasiado. Como si tuviera un pacto con Satán.
Me persigno y muevo las manos, alejando los malos espíritus.
—Dime, ¿qué tienes planeado? ¿A quién interrogamos primero? —mi sonrisa maliciosa y mi espíritu detectivesco están a flor de piel.
—Tengo una idea, pero necesito que me sigas la corriente —su tono travieso me recuerda cuando está a punto de hacer una de sus locuras.
Entrecierro los ojos y la miro fijamente.
—¿Es ilegal?
—Técnicamente… no.
—¿Nos pueden meter presos?
—Hasta donde tengo calculado no.
Sonrío.
—Me encanta. Vamos.
—Señora Aurora, déjeme, yo entrego las bebidas —dice Marla, prácticamente arrebatándole la bandeja.
Frunzo el ceño. Mi amiga tiene pulso de masatero… todo lo riega.
Pero en cuanto entramos al salón de reuniones y veo quién está sentada a la entrada, lo entiendo todo.
Entramos en completo silencio, intentando no ser notados.
Marla, con sus manos temblorosas, trata de colocar la bandeja sobre la mesa… pero, como si el universo estuviera de su lado, deja caer el café directamente sobre el vestido de la putizorra.
—¡Maldita estúpida! ¿Qué has hecho? —gruñe la bruja, saltando de su asiento como si le hubieran arrojado ácido.
—Lo sien… —Marla intenta hablar, pero la serpiente la interrumpe con veneno en la voz.
—Vas a decir que lo sientes, maldita inepta —escupe sin levantar la cara—. Este traje vale más de lo que tú ganas en un año.
Hulk aprieta los puños, y sus ojos prácticamente escupen fuego.
Aprovecho la oportunidad y, con un tono dramático digno de una telenovela, suelto:
—¡Qué educación tan nefasta la suya, señora! ¿Cómo se atreve a tratar así a la esposa del senador principal?
La bruja levanta la mirada de inmediato. Sus ojos intentan disimular la furia, pero el temblor en su mandíbula la delata.
—¿Q-qué dijiste? —balbucea, tratando de recomponerse.
Marla sonríe con dulzura, pero yo conozco esa expresión.
"Pobrecita, no tiene idea de lo que acaba de provocar."
Con la mirada, le pide a Gerónimo que no intervenga.
—Oh, lo que escuchaste, querida —respondo con mi tono más educado, pero afilado como una daga—. ¿O necesitas que te lo deletree? —lo digo entre dientes, para que solo ella lo escuche.
Los senadores comienzan a intercambiar miradas.
La bruja se remueve en su lugar, tratando de limpiar su vestido con movimientos torpes.
—Esto es un desastre —masculla—. Señores, me disculpan, debo ir al tocador a cambiarme.
Marla entrecierra los ojos y ladea la cabeza, haciéndome una señal para que la sigamos.
—Perdonen, señores, mi torpeza. Iré a ayudar a la señorita Brenda con el vestido y le pediré a Aurora que limpie el desastre.
Salimos apresurados, sin perderla de vista.
La zorra encolerizada entra a su oficina con paso apresurado. Marla y yo nos deslizamos detrás de ella con la gracia de dos gatos cazadores.
Cierra la puerta con un bufido y se dirige a un pequeño armario dentro de la oficina. Nos quedamos parados junto a la puerta, observando en silencio mientras rebusca frenéticamente.
—¿Necesitas ayuda, querida? —pregunta Marla con dulzura fingida.
Brenda se tensa y se gira con el ceño fruncido.
—¿Qué demonios hacen aquí? ¡Salgan! O llamaré a seguridad.
—Uy, qué carácter —comento, cruzándome de brazos—. Pero no seas malagradecida, venimos a ayudarte —añado, acercándome mientras la escaneo con la mirada—. ¿Quién es tu diseñador?
Brenda aprieta la mandíbula, pero nos ignora y sigue revolviendo el armario.
—Creo que él te odia. ¿Cómo se le ocurre darte una talla 6? Parece que intentaron meter una vaca vulgar en un vestido apretado. ¿O acaso subiste de peso?
Brenda gira y me lanza una mirada asesina.
—¡Yo no estoy gorda, idiota, si es lo que pretendes insinuar! Estos vestidos están hechos a mi medida y me quedan espectaculares —luego, con una sonrisa venenosa, dirige su mirada a Marla—. No como a ciertas viejas que, ni ajustados, les lucen. Ya tienen la piel colgando por todas partes.
Mi amiga levanta una ceja y se acerca con la elegancia de una gacela que acecha a su presa.
—Mi edad me da glamour. Y a ti, por más que intentes parecer una dama, no te da para más que ser una zorra que se enreda en las piernas de hombres prohibidos.
Brenda deja escapar una carcajada burlona y da un paso al frente, desafiante.
—Gerónimo merece una mujer de verdad, no una vieja obsoleta… como tú.
Marla levanta su ceja y yo me digo a mí mismo que no me haré responsable de la sangre que corra aquí.
"Esa zorra no ayuda."
Los ojos de mi rubia se tornan de un verde más oscuro.
"Creo que arderá Troya."
Marla sonríe con malicia.
—¿Ah, sí? No me digas que una rubia oxigenada sin neuronas y que se ha revolcado con medio parlamento es la mujer ideal.
Brenda levanta la barbilla con orgullo.
—Mira, anciana —escupe con desprecio—, Gerónimo es demasiado hombre para ti… Y ya que estamos sacándonos los trapitos al sol, te diré algo: él ha estado enamorado de mí desde que era una niña.
Mi quijada casi da contra el suelo.
—¿Acaso sufres de la cabeza? —le grito—. Hulk no es teófilo y jamás se fijaría en una mujer tan desaforada como tú.
Brenda sonríe con autosuficiencia y suelta la bomba:
—Soy su mujer desde que tenía quince años… Mi madre nos descubrió en pleno acto en la hacienda… En el día de gracias—su mirada es desafiante—. Por eso salió corriendo y, sin fijarse, cayó por la escalera.
Marla se queda en estado de shock. Pero no porque dude de Hulk, sino por algo más.
"Seguro ella tuvo que ver en ese accidente."
—Así que no te hiciste zorra, naciste siéndolo —susurro, afilando las palabras como un cuchillo.
Brenda da un paso al frente con furia, pero su voz tiembla cuando grita:
—¡Maldito maricón, sal de mi oficina y llévate a la vieja decrépita antes de que llame a seguridad!
Marla y yo nos miramos, satisfechos.
—Misión cumplida —susurra Marla.
—Sí —añado, ajustándome el cabello—. Y ni siquiera tuvimos que ensuciarnos las manos.
Nos damos media vuelta y nos dirigimos a la puerta. Antes de salir, me detengo y le lanzo a Brenda una última sonrisa burlona.
—Tranquila, querida. Con un poco de cloro, tal vez logres quitarte lo sucia.
Marla suelta una risa baja y elegante antes de cerrar la puerta.
Dejamos a Brenda tragándose su propio veneno.
Ahora sí doctorcita, aténgase a las consecuencias de sus palabras