Luigui Cardona hijo adoptivo de Cardona el encargado de la mafia Italiana.
Enamorado de Emma Greco Alvarez una de las hijas menores de Giacomo Greco y Soledad Alvarez .
Emma es la menor de las trillizas y es la última de los hijos de esta familia .
Es la más parecida en la forma de ser a Soledad pero tiene la fuerza , fortaleza de Giacomo.
Enamorada de Luigui en la cual le declara su amor a él siendo rechazada , eso le rompe el corazón a la pequeña Emma , pero no le impide después de cinco años aprovechar la situación y obligarlo a casarse con él así cumpliendo las palabras que le dijo ese día.
Luigui aceptará ese gran amor que siente por Emma desde el primer día en que la conoció .
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CAPITULO 24
Emma llegó a la mansión donde se estaban quedando con Rebeca, Josephe y Edwuar. Bajó del taxi con su maleta, pagó la carrera y caminó hacia la puerta principal. Respiró hondo antes de abrirla. Al entrar, encontró a los tres sentados en la sala, tomando café y conversando en voz baja.
—Buenos días —dijo, arrastrando un poco la voz mientras dejaba su maleta a un lado.
Rebeca levantó la vista y sonrió.
—Emma, pensé que ya te habías ido —susurró, poniéndose de pie y abrazándola con fuerza—. ¿Qué pasó hermanita?
Emma se dejó abrazar, sintiendo el calor reconfortante de su hermana.
—No me fui porque Luigui llamó a último minuto y aceptó casarse conmigo —dijo con una sonrisa traviesa, tomando asiento junto a Rebeca—. Así que más tarde iré a la cárcel a hablar con él y decirle que nos casamos mañana. Vaya alistándote para ser mi testigo, en mi boda hermanita.
Rebeca la miró con sorpresa, soltando el aire en un suspiro.
—¿Mañana? ¿Así de rápido?
—Sí, no hay tiempo que perder. Además, necesito asegurarme de que Luigui tenga respaldo legal para lo que viene.
Edwuar, que hasta el momento solo había estado escuchando, apoyó su taza sobre la mesa y la observó con seriedad.
—Emma, si necesitas ayuda con los trámites, cuentas conmigo.
Emma le sonrió, tocando su brazo con gratitud.
—Gracias, Edwuar. De hecho, quiero que me acompañes al juzgado. Tenemos que colocar una fecha para el juicio de Luigui.
—Por supuesto que te acompaño —respondió él, mirándola con intensidad—. Te ves radiante y feliz, y eso me alegra, amiga.
Emma sintió una punzada en el pecho. A veces, Edwuar la miraba de una forma que le hacía preguntarse si sus sentimientos eran solo de amistad o había algo más oculto detrás de esa sonrisa que siempre le daba. Pero por ahora no era el momento de pensar en eso.
—Gracias, Edwuar —dijo abrazándolo con cariño.
Josephe, que había permanecido en silencio, dejó su taza sobre la mesa y entrelazó los dedos.
—Emma, ¿estás segura de esto? Casarte con Luigui en la cárcel no es precisamente un cuento de hadas.
Emma soltó una carcajada.
—Nada en mi vida ha sido un cuento de hadas, Josephe menos con él. Pero esto es lo correcto. Luigui me necesita más que nunca y yo a él .
Rebeca suspiró y se pasó una mano por el cabello.
—Bueno, si estás decidida, no hay mucho que podamos hacer para detenerte.
—Exacto —respondió Emma con determinación, y luego miró a Josephe y Rebeca con expectación—. ¿Ya investigaron dónde se esconde el contador y la secretaria del bipolar de Luigui?
Rebeca rodó los ojos y sonrió.
—Sabes, deberías dejar de llamarlo bipolar.
—Es la verdad —dijo Emma con diversión—. Un día me odia y al siguiente me grita cuánto me ama. Todo esto es una locura, es un sube y baja al final no se que esperar de él, o a qué atenerme.
Josephe sacó su teléfono y deslizó la pantalla, como si estuviera revisando información importante.
—Hemos rastreado algunos movimientos financieros sospechosos. La secretaria, Patricia, se escondió en un hotel de bajo perfil en las afueras de la ciudad. El contador, en cambio, es más listo. Cambió de identidad y se movió al sur del país.
Emma entrecerró los ojos, meditando la información.
—Patricia será fácil de atrapar. Pero el contador... —chasqueó la lengua—. Necesitamos encontrarlo antes de que haga algo peor.
Rebeca la miró fijamente.
—¿No crees que estás cargando con demasiado peso en tus hombros?
Emma sonrió de lado.
—No sería yo si no lo hiciera.
Edwuar soltó una risa y se levantó.
—Voy a preparar los papeles del caso de Luigui . Nos vemos en una hora, Emma en el juzgado.
Ella asintió, sintiendo que la adrenalina volvía a recorrer por todo su cuerpo. Tenía mucho por hacer así que se levantó para buscar las llaves de su auto y marcharse. Lo primero que haría sería ir de una vez a hacer la visita a Luigui en la cárcel , después saldría directo a los juzgados.
—Perfecto. Nos vemos en el juzgado.
Mientras los demás continuaban con sus asuntos, Emma se dirigió a su habitación., con pasos más seguros , estaba tranquila y relajada Abrió la puerta y entro , camino hacia la cama y de inmediato abrió su maleta y sacó un conjunto formal. Si iba a ver a Luigui, quería verse impecable.
Suspiró, mirándose en el espejo.
—Mañana seré la esposa de Luigui Cardona —susurró para sí misma—. Y el mundo tendrá que aceptarlo, lo mismo que él, pero no te dejaré las cosas ahora tan fáciles mi amorcito.
Con esa idea fija en su mente, se preparó para enfrentar el próximo capítulo de su vida.
Mientras en la cárcel
Luigui caminaba de un lado a otro dentro de la celda, con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Su mente era un torbellino de pensamientos. Emma le había dicho que ya no quería casarse con él, pero ahora... ahora todo se sentía incierto. La llamada se había cortado antes de que pudiera entender realmente lo que ella quería decir. ¿Por qué el guardia había terminado la conversación tan abruptamente? ¿Emma realmente había cambiado de opinión?
—Deja de darle vueltas a estas cuatro paredes, Luigui, me tienes mareado —exclamó Dylan, su compañero de celda, mientras se sentaba en la cama con total tranquilidad—. Toma, te traje esto ya que no fuiste a desayunar. Pero come rápido antes de que los guardias se den cuenta y me castiguen.
Luigui apenas miró el vaso de jugo y el pan que Dylan le ofrecía. Su estómago estaba hecho un nudo, y la ansiedad lo carcomía. No tenía hambre, no cuando la posibilidad de perder a Emma lo atormentaba.
—No me mires así, hermano, en serio pareces un alma en pena —continuó Dylan con su típico tono burlón—. ¿Qué te pasa? No me digas que la hermosa Emma te mandó por un tubo por imbécil.
Dylan soltó una carcajada, disfrutando de su propio comentario. Pero cuando vio la expresión de Luigui, la risa se apagó de sus labios poco a poco.
—Algo así —respondió Luigui con voz apagada—. Me dijo que ya no quería casarse conmigo.
Dylan levantó una ceja, sorprendido.
—Eso sí que no me lo esperaba —dijo, rascándose la barbilla—. Pero vamos, la verdad es que eres un testarudo, hermano. Aunque te aseguro que Emma te ama y volverá.
Luigui negó con la cabeza, cruzándose de brazos mientras miraba la pequeña ventana de la celda.
—No lo creo, Dylan. Ni siquiera me alcanzó a decir nada más... el maldito guardia me colgó la llamada antes de que pudiera entender bien lo que estaba pasando.
Dylan chasqueó la lengua, sacudiendo la cabeza.
—Esos guardias son unos desgraciados, lo hacen a propósito para joderte la vida. Pero escúchame bien, si Emma realmente hubiera querido mandarte al carajo, no se habría molestado en contestar la llamada.
—Eso no lo sé... —suspiró Luigui, pasándose una mano por el cabello—. Estoy nervioso. No sé qué decisión va a tomar Emma.
Dylan se recostó en la cama, entrelazando los dedos detrás de la cabeza con una sonrisa pícara.
—Si yo fuera Emma, me casaría contigo... pero tendrías que demostrar que tu amor es verdadero, imbécil, pareces un bipolar cada cinco minutos cambias de opinión.
Luigui rodó los ojos y dejó escapar una leve sonrisa.
—Eres una maldad pura.
—Lo sé, pero no lo puedes evitar, me quieres igual —dijo Dylan, dándole una palmada en el hombro—. Mira, hermano, si de verdad amas a Emma, entonces lucha por ella. No te quedes aquí como un condenado sufriendo por adelantado.
Luigui lo miró de reojo.
—¿Y qué carajos quieres que haga? Estoy encerrado.
Dylan se encogió de hombros con una sonrisa burlona.
—Usa esa labia que tienes, que bien que te sirvió para meterte en problemas, y esta vez hazlo para recuperar a la mujer de tu vida.
Luigui suspiró pesadamente. No podía negar que Dylan tenía razón. Emma había estado con él a pesar de todo, y si había contestado significaba que aún le importaba. Pero ¿y si realmente había decidido alejarse? ¿Y si su paciencia se había agotado?
Se sentó en la cama con la mirada perdida. Dylan lo observó un momento y luego chasqueó los dedos frente a su cara.
—Oye, deja de ponerte trágico, parece que estás en una telenovela.
Luigui sonrió de lado.
—A veces creo que mi vida es una telenovela jodida.
Dylan soltó una carcajada.
—Pues bienvenido al club, hermano. Pero a diferencia de una telenovela, aquí no hay guion. Así que si quieres un final feliz, tendrás que escribirlo tú mismo con tu puño y letra...
Continuara...
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