A veces, la vida nos juega una mala pasada. Nos hace probar el dulce néctar del amor, para luego arrebatárnoslo como si fuera una burla. Ésta historia le pertenece a ellos, aquéllas dos almas condenadas a amarse eternamente, Ace e Isabella.
—¿Seguirás amándome en la mañana?.
—Toda la vida, mi amor...
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Capítulo 24
...Jake....
Cuándo escuché que Ace iba a llevar a Angélica a casa, supe que era mí oportunidad de pasar tiempo con Isabella.
Cuándo la conocí en la escuela secundaria, pensé que era una chica muy linda.
Luego nos hicimos amigos.
Ella era asombrosa.
Pero, relacioné mí trato con ella sólo como amistad.
Porque en aquél entonces a mí me gustaba Angélica.
Siempre me gustó Angélica en secreto, pero cuándo Isabella apareció mis sentimientos hacia Angélica comenzaron a cambiar.
Cuándo Isabella se mudó, pensé que mis sentimientos también desaparecerían, pero no fue así.
Comencé a llamarla todos los días.
Hablábamos por horas.
La conocí mucho mejor estando lejos de ella.
Pude ver un lado nuevo que no conocí cuando aún estaba con nosotros.
Cuándo volví a verla, mis sentimientos que creí enterrados, resurgieron.
Quería saber todo.
¿Por qué se fue? ¿Tiene novio? ¿Le gusto también? ¿Cómo fue vivir en aquél pueblo?
Quería saber todo y más.
—¿Cómo has estado todo éste tiempo? –Pregunté, regalándole una encantadora sonrisa–.
Sus ojos se posaron en los míos y sonrió me sonrió.
—He estado bien, lo usual, ya sabés. –Comentó, sin adentrarse en lo ha vivido estando lejos–.
No se me pasó encima el hecho de que evitó mí pregunta.
Pero, decidí no insistir.
Apenas había regresado, no quiero presionarla.
Bebí un sorbo de mí café, mientras la observaba de arriba hacia abajo.
No podía evitarlo, verla así, frente a mí.
Estaba tan hermosa como el día que se fue.
Tenerla tan cerca y tal lejos es una tortura para mí.
Mí deseo de poder tocarla, hablarle al oído, besarla, hacerla mía... Es una completa tortura.
—¿Y tu vida amorosa? –Indagué–. ¿Hay algún chico afortunado en tu vida?
La vi pensar un momento, una suave sonrisa se dibujó en su rostro.
—No salgo con nadie, pero me gusta alguien. –Admitió–. Pero deja de insistir porque no te diré quién es. –Se burló–.
Llevé mí mano hacia mí pecho, jadeando con exageración.
—¡Me haces daño! –Fingí estar herido–. Espero que sepas que acabas de romper mí precioso corazón. –Solté un sollozo falso–.
Ella rodó los ojos, pellizcando mí mejilla.
—Basta, idiota. –Sonrió–.
...Ace....
Llevé a Angélica a su casa.
Al parecer, su hermano menor se había metido en problemas en la escuela nuevamente.
No era la primera vez que sucedía, el mocoso se había vuelto muy rebelde desde que sus padres se divorciaron.
Y, como Angélica es la mayor, él la llama a ella para que le solucione sus problemas.
No es que me importe, claro.
Pero, no puedo evitar pensar que es injusto.
Ella se bajó del auto e ingresó a la secundaria donde su hermano estudia.
Me pidió que la acompañara pero me negué.
Al estar solo, no pude evitar recordar como Jake abrazó a Isabella.
El aire de coquetería que emanaba de él cada vez que estaba con ella.
Apreté mis manos al rededor del volante.
El simple hecho de pensar que él está solo con ella, me hace hervir la sangre.
Se supone que no debo sentirme así. Ya que yo mismo admití que me gustaba alguien más, aunque fue una gran mentira.
Lo cierto es que siempre me sentí atraído hacia Isabella.
Desde que se cayó frente a mí hace años atrás, en la escuela secundaria.
Pero, no podía decírselo.
Eso se debe a unos días antes de que Isabella se mudara al pueblo de su abuelo, Jake me confesó que ella le gustaba.
A mí también me gustaba Isabella, pero al saber que mí mejor amigo gustaba de ella me generó problemas.
Quería estar con ella, pero eso significaba traicionar a mí amigo.
No podía hacer eso.
Entre nosotros existen los códigos, códigos que respeto demasiado.
Intenté mantener distancia, enfocarme en Angélica ya que gracias a mí mentira, se supone que debo actuar como si me sintiera atraído hacia ella.
No voy a mentirles, Angélica es hermosa.
Pero, ella no es Isabella.
Para mí, Isabella es un ángel.
Un ángel que no puedo tocar; pero sí desear.
Me prometí a mí mismo mantener distancia de ella, pero me es imposible.
Cada vez que la veo, cada vez que la abrazo.
Cuando siento su dulce aroma a jazmines, o cuando veo su preciosa sonrisa.
Sólo quiero arrodillarme ante ella y adorarla como la diosa que es.
Y ahora mismo, pensar que está con Jake.
Pensar que Jake está tocando, bromeando y coquetando con MÍ Isabella, me hacía hervir la sangre. Pero también me dolía.