En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.
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Capítulo 15: La Sombra Interior
Pasaron varios días desde la conversación con Carmen, y Clara comenzó a notar que su percepción del mundo había cambiado. La vida en San Everardo parecía normal para los demás, pero para ella, los días estaban teñidos de una extraña sensación de vigilancia, como si algo invisible la acompañara en cada rincón del pueblo. A veces, las sombras parecían moverse ligeramente fuera de su campo de visión, o el viento traía susurros familiares, fragmentos de la voz que había oído en el claro durante el ritual.
Decidida a comprender su conexión con la sombra, Clara comenzó a indagar en los libros y escritos que don Ismael le había dejado. Entre ellos encontró un diario, uno que no recordaba haber visto antes. Sus páginas estaban gastadas y cubiertas de polvo, y en la primera página había un nombre: "María Echeverría". Clara reconoció el apellido; la familia Echeverría había sido una de las primeras en fundar San Everardo.
El diario contaba la historia de una mujer que, hacía más de cien años, también había enfrentado a la sombra y, al igual que Clara, había sobrevivido al ritual. Sin embargo, María había sentido su presencia por el resto de su vida. En las últimas páginas, sus escritos cambiaban de tono: hablaba de cómo, con el tiempo, había dejado de ver a la sombra como una amenaza y la había aceptado como una guía. Según ella, la sombra era el espíritu ancestral del bosque, la representación de los miedos y deseos del pueblo, y le enseñó que la oscuridad podía ser comprendida y, en cierto modo, controlada.
Intrigada y esperanzada, Clara decidió que la única forma de descubrir su relación con la sombra era volver al bosque. Esa noche, esperó a que el pueblo estuviera sumido en el sueño, preparó una linterna y el diario de María, y caminó hacia el claro donde había enfrentado a la sombra por última vez. A medida que avanzaba, notó que el bosque parecía aún más oscuro de lo habitual, como si la misma naturaleza contuviera la respiración.
Cuando llegó al altar de piedra, sintió una presencia. No era la misma entidad que había enfrentado antes, sino algo más tranquilo, como una energía que la rodeaba sin amenazarla. Clara abrió el diario de María y comenzó a leer en voz alta los pasajes donde la mujer hablaba de sus conversaciones con la sombra, de cómo había aprendido a convivir con ella y a entender los mensajes ocultos en sus apariciones.
Entonces, en medio del silencio, Clara escuchó un susurro, pero esta vez no era intimidante ni burlón. Era suave, casi familiar, como si la sombra hablara desde dentro de ella.
—Tú me liberaste, Clara —dijo la voz—, y ahora soy parte de ti, como lo fui de María. No soy un enemigo ni un castigo, sino un reflejo de todo lo que teme y anhela el corazón humano. Estoy aquí para mostrarte lo que otros no pueden ver, los secretos de San Everardo que han sido enterrados por generaciones.
Clara cerró los ojos, permitiendo que la conexión se profundizara. En ese momento, sintió una visión tomar forma en su mente: imágenes de San Everardo en tiempos antiguos, rituales antiguos para asegurar la protección del pueblo, secretos de alianzas y traiciones entre los fundadores. Entendió que la sombra, lejos de ser solo una amenaza, era también un guardián, una entidad que existía para proteger la esencia del bosque y su historia.
La voz continuó, guiándola a través de cada recuerdo.
—No temas a la oscuridad, Clara. A veces, las sombras son necesarias para ver la luz que brilla detrás de ellas. San Everardo siempre necesitará guardianes, personas que no solo enfrenten la oscuridad, sino que la comprendan y la mantengan en equilibrio. Ahora tú eres ese guardián.
La voz se desvaneció lentamente, dejándola en un profundo silencio. Cuando abrió los ojos, el bosque parecía diferente, más pacífico, como si ella misma hubiese restaurado su equilibrio. Clara comprendió entonces que su propósito había cambiado: ya no era solo una habitante de San Everardo, sino su protectora, una conexión entre el pueblo y el antiguo espíritu del bosque.
Esa noche, Clara regresó al pueblo con un nuevo entendimiento y una renovada serenidad. Sabía que la sombra siempre sería parte de ella, y que su vida en San Everardo tendría altos y bajos. Pero también entendía que había heredado una misión ancestral: mantener el equilibrio entre la luz y la oscuridad, para que la sombra nunca volviera a ser una amenaza y San Everardo pudiera vivir en paz.