Amelia tiene 17 años, es huérfana y una esclava, sabe de alguna manera que fue amada mientras estuvo en el vientre de su madre, pero una mestiza es despreciada por todos: humanos y en especial por los elfos. En su cumpleaños 17 intentan tomar su pureza y ella escapa al bosque donde encuentra una cría de dragón y lo cría en secreto hasta poder escapar pero cae en manos de los elfos quienes matan a los mestizos sin hacer preguntas, ¿qué pasará con Amelia, logrará escapar nuevamente? ¿Huirá de su destino? cuando un guerrero elfo que la desea y odia al mismo tiempo, tenga su destino en sus manos deberá decidir qué es más fuerte si los prejuicios o el amor.
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Cap 10: Un rastro de sangre y veneno
Una cubeta de agua fría despertó a Amelia, ella estaba amordazada y amarrada al techo. Apenas podía topar el piso. Abrió los ojos débilmente, tenía un fuerte de dolor de cabeza, intentó comunicarse con Lía, pero no la sentía en su mente.
Horacio la tomó del mentón y la obligó a mirarlo- Hola dulzura- dijo malévolamente. Sabes tenía pensado poseerte varias veces, a la final ya había pagado por ti, maté a la bruja de Lucrecia y a su marido por mentirme, tenías magia pequeña zorra. ¡Mira lo que hiciste, desgraciada! - la abofeteó e hizo que la sangre brotará de la nariz de Amelia.
Amelia lo miró, tenía destrozada su cara, derretida, un ojo en blanco, ciego; la boca cerrada de un lado, ella lo había dejado irreconocible.
Horacio suspiró, tomó un látigo, la giró y abrió su vestido mostrando su blanca espalda. - Pero decidí que primero te quiero ver sufrir. ¡Vaya!, pero si ya tienes cicatrices de azotes pasados, pensé que iba a ser el primero en reventarte la espalda a golpes- alzó su látigo y golpeó dos veces, la sangre corría por su espalda y Amelia gritaba.
-Me encantan tus gritos pequeña ramera, voy a azotarte y luego voy a desflorarte, luego voy a azotarte de nuevo y volveré a tomarte, serás mía, serás mi ramera personal, ¡mía! Ahora soy tu dueño, Lucrecia firmó los papeles antes de morir, eres mía bizcocho, tú y tu rosado cuerpo.
Volvió a azotarla, la sangre goteaba por su cuerpo, la giró y le quitó el vestido bruscamente dejándola desnuda. Primero quiero quebrarte, quiero que sientas dolor, que grites y supliques piedad y quiero que me ruegues que te desflore, solo así los azotes pararán. Una nueva ronda de latigazos ahora en sus piernas que empezaron a sangrar también. Deseo que todo el mundo te vea desnuda y sepan quien soy yo.
Se escucharon golpes en la puerta - ¡Ahora no! Maldita sea.
-Capitán es importante, son ... Necromantes, un mensajero quiere hablar con usted.
- Está bien, ahora bajo- dijo maldiciendo por lo bajo.
Dejó el látigo en la mesa, se acercó a Amelia que apenas se mantenía consciente, tomó un pecho en su boca y lo devoró, mientras su mano agarró una de sus nalgas. - Piénsalo dulzura, este dolor puede acabar, cuando regrese espero escuchar decir las palabras mágicas: Quiero ser tuya, y te aseguro que la pasaremos delicioso y terminarás satisfecha con mi semilla en tu vientre.- La besó y la dejó ahí colgada mientras bajaba las gradas.
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Amelia abrió los ojos al escuchar la puerta abrirse, no supo en qué momento perdió la conciencia, vio a Horacio entrar al cuarto y se puso tensa.
Horacio no la miró, parecía nervioso, tras él entró un hombre encapuchado, la energía que tenía ese hombre hizo que el cuarto se enfriara y vapor empezó a salir de los labios de Amelia, mientras temblaba del frío y del dolor.
-Y acusan a los miembros del Escuadrón de ser crueles- dijo aquel hombre con una voz gruesa, miró a Amelia y grito a una mujer que iba tras él, ponle algo de ropa, nos la llevamos.
-Ya escuchaste muchacha viste a la joven- Dijo Horacio mientras desataba a Amelia y la cargaba hacia la cama.
Amelia no entendía que pasaba, solo dejó que la criada le ponga un vestido y una capa encima, y empezó a limpiarle un poco la sangre seca que estaba a la vista. - Así está bien dijo el hombre, solo necesito llevarla cerca del bosque para que su dragón salga y llevarlos ante mi señor. se dirigió hacia sus subordinados y ordenó- Dale algo de agua con azúcar necesito que hable con su criatura y la obligue a salir, con esa debilidad no podrá comunicarse.
Luego miró a Horacio con repulsión y dijo: Gracias capitán, un gusto hacer negocios con usted, lanzó una bolsa de cuero a la cama y ordenó a sus subordinados que cargaran a la chica y la llevaran al límite del bosque.
Amelia sentía como la metían en un carruaje y empezaba a despertar y tomar conciencia de lo que la rodeaba.
Llegaron al límite del pueblo y la obligaron a bajarse.
- Llama a tu dragón- ordenó el jefe necromante.
- No, no sé de qué habla- tartamudeó débilmente Amelia.
-Hueles a magia y a dragón muchacha, te percibimos hace unos días, pero tú presencia aparecía y desaparecía constantemente, pero teníamos una idea aproximada de tu ubicación, así que decidimos esperar unos días y hoy tu presencia se sintió cerca del bosque, tu magia, la sentimos y la necesitamos al igual que a tú dragón. Así que por favor, no nos hagas perder tiempo. ¿Así que estás lista para llamar a tu dragón?
Mientras el jefe necromante decía todo esto, Lía hablaba en la mente de Amelia. -Al fin estás lo suficientemente cerca para hablar contigo, debí marcarte... Escucha Amelia, te daré algo de mi fuerza, necesito que corras lo más que puedas en dirección a la cabaña, los detendré el mayor tiempo posible e iré a buscarte.
Amelia sintió una calidez en su cuerpo, y sintió como sus dedos perdían rigidez y ganaba fuerza en sus piernas. Lía volvió a hablar- ¿ Lista?
Amelia respondió tanto en su mente como con su voz - Lista- Y un fuerte viento hizo caer a todos menos a Amelia. Y la muchacha corrió con todas sus fuerzas hacia el bosque, mientras una nueva brisa volvía a golpear a los necromantes.
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Amelia corría desesperadamente a través del oscuro y húmedo bosque, sus enemigos, los necromantes, la perseguían de cerca. De repente, una mano fría la agarró del brazo, haciéndola caer al suelo. Los necromantes la rodearon, sus ojos brillando con una luz maligna.
Amelia intentó defenderse, pero estaba demasiado débil. Los necromantes la golpearon y la hirieron gravemente, inyectándole un veneno oscuro en sus venas. Todo se volvió borroso y oscuro para ella.
Justo cuando todo parecía perdido, un rugido ensordecedor resonó en el bosque. La dragona de Amelia, Lía, apareció de la nada, lanzando fuego y destrucción sobre los necromantes. Los enemigos dispararon fechas a la dragona y a Amelia, algunas dieron en el blanco, pero Amelia se aferró a la dragona, que la levantó del suelo y la llevó en vuelo hacia un claro lejano.
Allí, exhausta y herida, Amelia se desmayó a los pies de Lía.
Espero con ansias el capítulo q tu nos desees regalar, tu novela me fascina y no te preocupes por la ortografía se comprende la situación q están atravesando en tu país.