Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 24
...CILLIAN:...
Un tatuaje que no podía borrar.
Portar ese tatuaje significaba que yo era el ganador, el único hombre de pie en la batalla que libré solo, mi padre me marcó a los diez años con ese tatuaje, como su posesión, su sirviente, como una vaca marcada, creyendo que por siempre iba a regir sobre mí, pero el animal resultó ser más inteligente y rompió la soga que lo asfixiaba.
Encontré a Dante en el estacionamiento y me quedé observando seriamente hacia él, se tensó, intimidado cuando quiso desviar sus ojos.
Me acerqué a él.
— Jefe... Siento mucho...
— Guarda silencio — Cerró su boca, me provocaba matarlo con mis propias manos — Te di un trabajo decente para que no estuvieras en el hoyo del que te saqué, pero ya veo que quieres volver.
Se espantó.
— No, no jefe, por favor no me envíe ahí...
— Cállate.
Volvió a cerrar su boca.
— ¿Cómo te dejaste manipular?
Abrió su boca, pero elevé mi mano y la cerró de inmediato.
— Claret no saldrá, así que estar plantado aquí será tu castigo y agradece, porque es poco con lo que en verdad te mereces — Poseé mi mano en su hombro y lo apreté — Si estuvieras trabajando para Panthère Noire ya te habría cortado los dedos.
— Se lo juro que no volverá a pasar, me gusta este trabajo — Prometió y le dí una palmada en la mejilla.
— Otro error y vuelves a las calles, con tu bandita de ladrones drogadictos.
— No volverá a suceder — Volví a palmear su mejilla.
— Espero que entiendas. Recibirás una cantidad menor de sueldo, por dos meses, por este error.
Asintió con la cabeza.
Me aparté y Jean caminó hacia mi camioneta blindada.
— Niño, el jefe fue considerado, pórtate como es debido — Gruñó al pasarle por un lado, intimidando con su altura.
Subí a la camioneta y salimos del estacionamiento.
— Pobre chico, casi se orina — Rió Jean mientras yo abría la laptop que tenía en el auto para hacer una video llamada con Durand.
— Tiene suerte de no trabajar para mí en el contrabando con los más despiadados de mis hombres.
— Suerte de que no trabajó para Bastian.
Me recorrió una centella de solo escuchar ese nombre.
— Ese maldito no habría tenido compasión.
— Por fortuna está bajo tierra — Dijo Jean.
Me dió una sensación que no era de tranquilidad.
Durand apareció en la pantalla, con gafas y el cabello despeinado.
— Ey ¿Qué hay?
— Durand ¿Estás en el baño? — Gruñí disgustado.
— Estoy en mi trono.
— Necesitas una vida social.
— ¿Para qué soy bueno? — Dijo, ignorando mi comentario — Solo me llamas cuando me necesitas.
— Sino tuviera tanto trabajo me ocuparía yo mismo, pero no puedo con tanto, no sé de que te quejas, te pago demasiado bien.
— Antes solíamos charlar en un bar.
— Te recuerdo que eso fue antes de que tuvieras ese medio ridículo.
— No es ridículo, es una fobia que...
— Ya me lo haz explicado mil veces — Corté y Jean se rió.
— ¿Ese es Jean riéndose de mí?
— Acostumbrate, tu vida da asco — Gruñí y frunció el ceño — Si no fueras un genio en la informática serías un fracaso, necesitas una novia.
— Ahora que te comprometiste pretendes darme lecciones de vida — Resopló — ¿Por qué hiciste todo éste teatro? ¿Por qué estás ayudando a la hija de una de tus víctimas?
— ¡Ese no es tu problema!
— Mi estilo de vida tampoco lo es, siento un poco de lástima por esa chica, pobre si se entera...
— ¡Jamás lo sabrá! — Alcé mi voz y se quedó callado — ¡Solo por tres meses, la tengo conmigo solo tres meses!
Recordé como la tomé en la bañera y los tres meses me parecieron demasiado poco.
— De acuerdo, dime ya lo que tengo que hacer.
— Quiero que entres en los archivos de cada cárcel de este país y de Italia.
— ¿Y eso para qué?
— Busca a cualquier cabron que haya estado en el Sir de la mafia.
— Eso ya ni existe...
— Solo quiero averiguar si me salté alguna de esas ratas cuando los eliminé.
— Entiendo, buscaré, pero sino encuentro nada significa que debe estar suelto, si es que existe algún miembro de la organización.
— Solo es para descartar.
— Lo haré, te avisaré si encuentro algo interesante — Dijo, con expresión de sabio.
— Espero tus respuestas.
Colgué y cerré la laptop.
...****************...
— ¿Cómo te llamas? — Pregunté a la chica que dejaron en mi habitación, era la quinta chica, pero ésta vez era asiática.
— Sahoru — Dijo, con voz temblorosa, abrazando sus rodillas, en una esquina.
— ¿Eres japonesa?
Asintió con la cabeza, su cabello negro era liso y brillante, sus ojos rasgados estaban rojos de tanto llorar.
— No tengas miedo, no te haré nada.
Me acerqué y tendí una botella con agua sin abrir, dudó, pero la tomó con manos temblorosas, le costó abrirla así que lo hice por ella.
Bebió bastante agua.
A ninguna de esas chicas les daban de comer ni beber mientras las trasladaban a otros países.
Me senté cerca, en el suelo y ella siguió abrazándose, asustada. Tenía los pies encadenados y las muñecas también.
— ¿Qué vas hacer conmigo?
— Nunca les hago nada — Me encogí de hombros.
— ¿O sea qué no soy la primera que traen? — Hizo un gesto de espanto.
— Así es.
— ¿Qué sucedió con las otras chicas?
— No puedo mentir, unas murieron y las otras las trasladaron a prostíbulos clandestinos.
— ¿Tu las mataste...
— No, mi padre lo hizo, él esta a cargo.
Empezó a llorar — No puedo prometer que vivirás, pero tengo una forma de mantenerte a salvo, te quedarás aquí, pero nadie te tocará.
— Tengo miedo.
— Yo siempre lo tengo — Suspiré, solo tenía catorce años y veía cosas horribles todo el tiempo.
— Pero... Tu eres el hijo del malvado que causa todo esto...
— Eso no me hace intocable para él... Él mató a mi madre... Y al hombre que me crió... — La furia me hizo apretar la botella vacía, me levanté — Ya vuelvo... Tengo que hablar con el infeliz.
Salí de la habitación y cerré la puerta con llave.
Bajé a las escaleras y entré al salón de mi padre sin tocar, estaba reunido con otras lacras.
— ¿Quién rayos te dijo que entraras?
— Puedo hacer que los explosivos sean más peligrosos — Dije, acercándome a la mesa.
— ¿Y este niño quién es? — Siseó un panzón.
Tomé el arma enfundada en el cinturón de uno de los guardaespaldas y coloqué el cañón contra su sien.
Al infeliz se le cayó el cigarro de la boca.
— ¡Cuidado con tu maldita boca, te volaré los sesos si vuelves a hablarme así!
Mi padre aplaudió y se rió a carcajadas.
— ¡Bien hecho, hijo mío. Este niño es sangre de mi sangre y es el responsable de esos maravillosos explosivos, es un genio!
Alejé el arma de gordo sudoroso.
— Quiero conservar a la japonesa.
— Cillian, ese no es un asunto importante ahora...
— ¡Puedo hacerte miles de explosivos con mayores capacidades que esos que ya tienes, volarán un puto edificio si lo deseas, pero quiero mi premio y conservaré a la japonesa! — Exigí, con expresión firme ante mi padre, él se tornó serio, considerando darme una paliza, los demás hombres evaluaban la situación.
— ¡Estás aprendiendo mucho de tu padre! — Aspiró ese polvo asqueroso de la mesa, inhaló antes de volver a hablar.
Eso nos hacía diferente, yo no caería en los vicios, mi mente cuerda era mi mayor arma,.
— ¡De acuerdo, conservarás a la japonesa, pero cubrirás todos sus gastos!
— Hecho.
— ¡Y, harás cien explosivos para la próxima entrega! — Sonrió, como siempre, triunfador.
— Sencillo — Me encogí de hombros.
— Ahora, largo de aquí y deja el arma sobre la mesa.
La aventé, en medio de las cartas y los vasos con licor.
Volví a mi habitación.
Me acerqué a la chica, liberé sus muñecas y sus tobillos.
— Si intentas escapar, te matarán, este lugar es una fortaleza y no llegarás ni a las escaleras — Le advertí, mientras asentía con la cabeza — Quédate aquí y estarás bien.
— ¿Por cuánto tiempo estaré aquí?
— Solo por un tiempo, yo me encargaré de que seas libre, pero no puedes salir hasta que yo te diga, sino, te matarán.
Asintió con la cabeza.
Le dejé ir al baño y también le di de comer.
Ella permanecía callada todo el tiempo, sin objetar a mis demandas, era una chica muy dulce y dormía en mi cama mientras yo me quedaba en la bodega a armar los explosivos.
Cuando volvía ella estaba dormida y yo me acostaba a su lado.
La observé dormir, ella era muy linda y mantenía la habitación ordenada.
Su acento también me gustaba.
Me contaba de su familia y de como fue secuestrada, también le encantaba dibujar.
Se despertaba y me abrazaba cuando volvía de la bodega.
Una noche volví y estaba sentada sobre la cama.
— Hola, Cillian.
Caminé hacia ella y noté que estaba llorando.
— ¿Qué sucedió?
— Quiero irme.
Me senté a su lado — Ten paciencia, estoy trabajando en algo.
— Esos hombres malos me harán daño.
— No, no lo harán.
Sollozó y me abrazó.
— Tranquila, te sacaré de este infierno.
Me evaluó y limpié sus lágrimas.
Le di un beso corto en los labios.
— Yo te quiero.
— Yo también — Suspiró y me devolvió el beso.
...****************...
Como lo supuse, los malditos medios estaban hablando de mí sacando a Claret de la discoteca.
Las páginas amarillistas estaban plagadas de mí con rostro furioso, tomando a mi desobediente empleada del brazo.
— Señor Cillian, el Señor Lambert está aquí — Dijo mi asistente, por el intercomunicador.
— Dile que pase.
Otro infeliz con el que tratar.
Apreté el botón que abría las puertas y Lambert entró a mi oficina.
— Ya estoy aquí, dime, donde firmo — Gruñó, deteniéndose frente a mi escritorio.
— Buenos días, Lambert.
— No estoy para cortesía y menos con un sujeto como tu.
— Eso ya quedó más que claro, me cansa lo repetitivo que son tus insultos — Dije, buscando en mi pila de carpetas.
— Jamás olvidaré tu forma malagradecida de actuar.
— Llegué hasta acá con mérito propio, tenía un excesivo capital para empezar mi sueño, solo porque hablaste con gente importante crees que te debo hasta mi vida — Dije, abriendo una de las carpetas a él, incluso le tendí una pluma — ¿Sabes dónde firmar o tengo que señalarte la línea también?
Me fulminó con la mirada y tomó la pluma, firmó con ímpetu.
— Revisa los estados de tu cuenta, te deposité lo que te corresponde y es una enorme cantidad como lo acordamos — Cerré la carpeta.
— Esa mujercita no se compara con mi hija, ya te hizo pasar la primera vergüenza...
Chasqueé la lengua — Ni te atrevas, hay cosas de tu hija que no quisieras conocer.
— ¿Qué estás insinuando?
— Insinuar yo — Hice un gesto de inocencia — Soy incapaz de algo así.
— Hasta nunca.
— Arrivederci. Cualquier inquietud la tratas con mi abogado — Volví mi atención a los documentos.
Lambert se marchó y abrí la puerta para que saliera.
Decidí llamar a Claret, cuando recordé la deuda que me comentó.
— Hola — Su voz provocó un salto en mi miembro, giré mi silla hacia las ventanas y observé la ciudad.
— Hola, preciosa.
Escuché su respiración.
— Es la primera vez que llama.
— Siempre hay una primera vez, pero ya lo debes saber — Dije, tocando mi barbilla — Necesito que me envíes el número de ese tal Dimitri.
— Yo puedo pagarle personalmente...
— Haz lo que te ordeno — Demandé y se quedó callada.
— Se lo mandaré por mensaje.
— Así me gusta — Dije, sintiéndome más tenso.
— ¿Hay algo más que desee?
Me lamí los labios — Ahora que lo mencionas, mándame fotos.
— ¿Fotos de qué?
— De ti, pero quiero que sean sin ropa.
— No puedo — Dijo, con su voz atorada.
— Mandalas ahora.
— Pero... Yo... ¿Dónde está? ¿No está trabajando?
— Estoy en mi oficina, pero quisiera inspirarme, que mejor que tu cuerpo para motivar a terminar rápido, así volveré al Penthouse, donde quiero estar — Dije, con una voz seductora y su respiración se corto.
— Me avergüenza...
— Ya hablamos de eso, quiero mis fotos, sino me las mandas voy a tener que tomar replezarias.
Colgó y fruncí el ceño.
Se atrevió a colgar.
Le encantaba meterse en problemas conmigo.
El mensaje con el número llegó.
"¿Y mis fotos?" Contesté, vió el mensaje pero no lo contestó. "¿Quieres más nalgadas? ¿Quieres que te dé sin compasión, duro y rápido?"
Mi miembro se tensó más.
Dejé el teléfono a un lado, mis dedos picaban por enviar más mensajes con todas las depravaciones que se me ocurrieron para hacerle a Claret.
Tuve que aflojar mi corbata y también mi cinturón.
Volvió a sonar el teléfono y lo tomé en seguida.
Las fotos de Claret, frente al espejo con solo ropa interior y otras sin ropa.
Casi me derramo ante las poses tan sensuales.
"Eres una delicia de mujer" Envié el mensaje.
"Ya verás lo que te haré cuando vuelva"
No la dejaría descansar nunca, pero es que no podía controlar las ganas de hacerle de todo. Claret me estaba volviendo más loco y no podía alejarme sin sentirme ansioso por volver para entretenerme con ella.
Recordé la cita con el médico, llamé a una doctora, porque ni muerto dejaría que un hombre examinara a Claret.
Acordé una para el día siguiente.
autora tu jamas decepcionas felicidades espero seguir leyendo tus novelas