En el elegante y misterioso mundo de los multimillonarios, una mujer se esconde detrás de una fachada de pura seducción. Nina es la dama perfecta, la musa enigmática que los hombres desean y las mujeres envidian. Nadie sabe que Nina es la heredera de una de las fortunas más grandes del mundo.
Su misión es infiltrarse en el círculo íntimo de su futuro legado, descubrir quiénes son sus aliados y quiénes son sus enemigos. Y lo hará usando su belleza, su astucia y su encanto.
Entre cenas de lujo, conversaciones envenenadas y caricias furtivas, Nina comenzará a desentrañar una red de secretos que cambiará su vida para siempre. Con un pie en la alta sociedad y otro en las sombras, tendrá que decidir hasta dónde está dispuesta a llegar.
"Seducción en dos actos" es una historia sobre el poder, el deseo y la lucha interna de una mujer que juega a un juego peligroso. Una mezcla perfecta de comedia, erotismo y misterio que te hará cuestionar hasta dónde llegarías por una fortuna… y por amor.
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Saben Mucho
El staccato de tacones sobre mármol cortó el hilo de sus pensamientos. El sonido se acercaba con un ritmo deliberado, como el preludio de una ópera que estaba a punto de comenzar. Por el espejo, Nina vio emerger a Isabella de uno de los cubículos privados como una diosa escarlata materializada del vapor de los perfumes caros que flotaban en el aire.
El vestido rojo de Isabella —una segunda piel de seda que parecía haber sido pintada sobre sus curvas— dejaba poco a la imaginación y mucho para admirar. El dobladillo jugaba peligrosamente alto sobre sus muslos, como un telón de teatro a punto de revelar el acto principal. Pero era el escote el que robaba el protagonismo: dos montículos perfectos pugnaban por liberarse de su prisión de seda, creando un valle de sombras y promesas que hacía que incluso las mujeres más seguras se replantearan su orientación. Con cada respiración, el tejido se tensaba como si estuviera librando una batalla perdida contra la generosa anatomía de su dueña.
—Cariño —ronroneó Isabella, inclinándose hacia el espejo para aplicar una nueva capa de labial, un movimiento que puso a prueba los límites estructurales de su vestido—, te ves como si hubieras visto un fantasma. —Sus ojos encontraron los de Nina en el reflejo, brillantes con diversión—. ¿O debería decir dos fantasmas?
Nina observó cómo una gota de sudor se deslizaba por el cuello de Isabella, perdiéndose en aquel escote que parecía desafiar las leyes de la física.
—¿Disculpa? —logró articular, intentando mantener sus ojos a una altura respetable.
—Oh, por favor —Isabella giró dramáticamente, provocando una ondulación hipnótica en su anatomía que habría hecho sonrojar a una estatua griega—. Vi cómo te miraban Thompson y el nuevo. Como si fueras un rompecabezas que están intentando resolver.
—Thompson está borracho —desestimó Nina—. Y Cross...
—Es peligroso —completó Isabella—. Del tipo de peligroso que hace que una chica quiera jugar con fuego.
Nina no pudo evitar sonreír. Si Isabella supiera que "jugar con fuego" era prácticamente su descripción de trabajo...
—¿Qué sabes de él? —preguntó, intentando sonar casual.
—Además de que tiene más dinero que Dios y que hace que la mitad del club necesite abanicos cada vez que sonríe? —Isabella se encogió de hombros—. No mucho. Es nuevo en la ciudad, pero no en el juego. Se rumorea que tiene conexiones con prácticamente todas las familias importantes de Nueva York.
"Incluida la mía", pensó Nina, pero mantuvo esa información para sí misma.
Regresó al salón principal justo a tiempo para ver a Cross charlando animadamente con Thompson. La imagen hizo que su estómago diera un vuelco. ¿Qué tanto podrían estar discutiendo? ¿Y por qué tenía la sensación de que ella era el tema de conversación?
—Sofía —la voz aterciopelada de Cross la alcanzó antes de que pudiera escapar—. Justo hablábamos de ti.
Nina se giró, su vestido creando un efecto dramático que había practicado durante horas frente al espejo.
—Todos mis instintos me dicen que debería preocuparme —respondió con una sonrisa que ocultaba su inquietud.
—Solo le contaba al señor Thompson aquí presente sobre nuestro encuentro de anoche —Cross sonrió, y Nina tuvo la distintiva sensación de que estaba jugando con ella—. Sobre cómo prefieres tus Manhattans sin alcohol.
El color abandonó su rostro por un microsegundo antes de que su entrenamiento tomara el control.
—Una chica debe mantener la cabeza clara —respondió, su voz sin traicionar el pánico que sentía—. Especialmente en compañía tan... intrigante.
Thompson los observaba como quien mira un partido de tenis particularmente interesante.
—Sabes, Cross —comentó el magnate petrolero—, me recuerdas a alguien también. A James Morton, de hecho. ¿Lo conociste?
Fue el turno de Cross de mostrar una fracción de segundo de sorpresa. Nina contuvo la respiración. James Morton. Su padre.
—Me temo que no tuve el placer —respondió Cross, pero algo en su tono sugería que estaba eligiendo sus palabras con extremo cuidado—. Aunque he oído historias fascinantes sobre él.
—¿Oh? —Nina no pudo evitar intervenir—. ¿Qué tipo de historias?
Cross la miró directamente, y por un momento Nina tuvo la sensación de que podía ver a través de su disfraz, de su maquillaje, de sus mentiras cuidadosamente construidas.
—Del tipo que sugiere que las apariencias pueden ser engañosas —respondió con una sonrisa enigmática—. Que a veces las personas más interesantes son aquellas que juegan a ser otra persona.
El aire entre ellos se volvió denso, cargado de significados ocultos y verdades a medio decir. Nina sentía que estaba parada en el borde de un precipicio, con Cross sosteniendo información que podría empujarla al vacío o salvarla.
—Las mejores historias siempre tienen un elemento de misterio —respondió ella, manteniendo su voz ligera a pesar del peso en su estómago—. ¿No lo creen?
Thompson asintió distraídamente, pero sus ojos estaban enfocados en algo más allá de Nina. Ella siguió su mirada hasta encontrar a Madame Dubois, quien elegante como una pantera en su vestido de seda negra, se movía entre los invitados con la gracia practicada de una bailarina de ballet. Sus ojos, oscuros y penetrantes como obsidianas pulidas, buscaban insistentemente los de Nina, mientras sus dedos enjoyados ejecutaban una danza discreta pero urgente.
—Si me disculpan, caballeros —Nina permitió que una sonrisa traviesa jugara en sus labios mientras se incorporaba del sofá de terciopelo—. El deber llama.