Un Asesino Inocente

No lo puedo creer, realmente eres tú. ¿Qué haces aquí? Ana ya lo sabe. Richard se alegró al ver de quién se trataba. 

—¡Mi hermana no me contesta! Si ella cambió el número, no me avisó, no tengo cómo avisarle. La joven tenía muchos rasgos a su hermana Ana, pero parece un poco más joven. 

Richard, no te preocupes, hoy renté una habitación en un hotel, mañana la llamaré. La joven Abigaíl dio con Richard por pura casualidad; sin embargo, sintió que había encontrado a su ángel. Pese a la gente, se sentía sola desde que llegó a la ciudad. 

Disfrutemos la noche, por cierto, tu hermana no te dijo que se ha casado. 

—¡Muchas felicidades! No sabía que darían muy pronto el siguiente paso. 

Abigaíl sintió una oleada de emociones, ella está enamorada de Richard, pero nunca lo dijo. Y fue porque a Richard le gustaba Ana, jamás se metería en esa relación. 

—No, no, ella no se casó conmigo, es una larga historia. Evidentemente, Richard estaba demasiado dolido y la felicitación de su ex cuñada lo sacó de onda. 

No fue contigo… ¿Entonces? Richard, no entiendo nada. Ana lleva meses sin hablarme, me rechaza las llamadas, siento que me está alejando de ella. Abigaíl se afligió, sin saber que tenía toda la razón. Ana no le contestaba a nadie, así lo hizo con Richard, y es que no quiere que nadie se involucre. 

Esa noche, Ana no podía dormir y salió al balcón a tomar un poco de aire. Llevaba puesta una bata blanca de seda que le cubría hasta las rodillas. 

—Hace un poco de frío—. Se abrazó sola y se acariciaba el antebrazo. De pronto, cerró los ojos y vio en su mente el rostro del señor William. 

—Diablos— se dijo al sacudir la cabeza, es William quien la mantiene inquieta. 

—¡Señor, no permitas que caiga en la cárcel! Que salga librado de las acusaciones que le están haciendo, él no mató a esa chica. Ana estaba segura porque esa noche lo vio irse a dormir temprano, y Olivier fue quien le ayudó con el medicamento. Además, ella vio el vídeo y ese hombre no tiene el mismo físico que William. 

—¡Sí, tan solo se pudiera ver bien ese tipo! Ya lo habría entregado a la policía. 

Mientras pensaba en todo eso, una ráfaga de viento la hizo estremecer, y al darse la vuelta, chocó de frente con William. Ella estaba tan sumida en sus pensamientos que no logró escuchar cuando el viejo entró. 

—Ah… Ana golpeó su nariz en el fuerte y erguido pecho del viejo. Mientras que él la abrazó con fuerza y bajó la cabeza para que sus ojos pudieran apreciarla más de cerca. 

—¡Ana! Ambos se miraban fijamente, sin embargo, William no contuvo su impulso y lentamente se fue acercando a la boca de su esposa. Luego soltó una de sus manos y la enterró en el cabello de la chica, así logró que las bocas se tocaran. 

Lo impactante, fue que Ana vio venir el beso y no lo apartó; al contrario, ella parecía esperar ese beso. 

William emanaba un rico aroma y Ana cayó rendida por el beso de ese hombre. 

—¡Dios…! ¿Qué estoy haciendo? De pronto, Ana abrió los ojos y se apartó del anciano.

Esto no sucedió, señor, mil disculpas. Ella se disculpó como si hubiera tenido la culpa. 

—¡Ana! En ese momento, William no parecía ser tan longevo, su postura se había vuelto recta, y hasta olvidó que sus pasos son cansados. Pues cuando Ana entró, corrió al baño y él la siguió con pasos ligeros. 

—¡No es tu culpa! No te disculpes, fui yo el que confundió las cosas.

—¡Mejor vete! Hablaremos de esto después. 

Ana se apoyó en la puerta y se sujetó el pecho. Su corazón se quería salir de su caja torácica. 

—¡No es cierto! no sentí lo que sentí. Ana, dime que no sientes atracción por el viejo. Ella cayó en cuenta de que no ha hecho más que pensar en William, y su preocupación por él, le confirma lo que está pensando. 

Al otro lado de la puerta, William se resignó, y decidió irse. Tuvo que contener sus sentimientos, pues él también quedó agitado después de besarla. Ana, perdóname. Murmuró antes de salir. 

Pero la chica no lo escuchó, él realmente tenía un motivo para ir a verla esa noche. Recordemos que ahora su mundo gira en torno a Ana y Mathias, por ello investigó todo acerca de ella, y fue el primero en saber que Abigaíl está en la ciudad. 

Era de ella que quería hablar, pero no tuvo la oportunidad. Ambos se dejaron llevar por lo que sucedió. Esa noche ninguno de los dos pudo dormir. 

Ana dio vuelta en su cama, mientras que Montalbán se levantaba con frecuencia. El beso marcará un antes y un después en esta historia. 

A la mañana siguiente, Ana, se arregló para cumplir con sus labores. Su trabajo lo veía como parte del pago del contrato que firmó, por lo que hace lo mejor que puede. 

Esa mañana se negaba a salir, puso mil pretextos, para bajar hasta que el viejo se fuera. Pero nunca sucedió, eran las nueve de la mañana cuando William notó que Ana no saldría, así que tuvo que ir y sacarla el mismo. 

—¡Ana, o me abres o voto la puerta! La prepotente voz del hombre alarmó a todos, en especial a Mathias. 

—¡Señor! El niño subió con prisa. 

Mathi, no te preocupes, tu mami abrirá la puerta. Lo dijo en un tono muy fuerte para que Ana escuchara que su hijo se estaba preocupando. así que en cuanto abrió, ella fingió un poco. 

—¡¿Qué sucede? ¿Qué hora es? Me vestí y me volví a quedar dormida. Su cabello estaba algo desordenado, al igual que su vestimenta. 

—¡Era por eso! Bueno, luego hablamos, Ana, tienes una visita. 

La chica se sacudió el vestido y al escuchar que tenía visita, ella levantó la cabeza con asombro. Ha guardado muy bien el secreto de que se casó, nadie sabe que viví en la mansión Montalbán. 

—¡Mami, mami! Es la tía Abi. El señor Simor la trajo muy temprano, ella quiere verte. 

¿Qué has hecho? Ana intuyo que William había tenido que ver con eso. 

—¡Ana, tu hermana llegó ayer muy temprano! Ella estaba sola en la ciudad, sabes bien que ahora es muy peligroso dejarla a merced de… El hombre contuvo sus palabras, Mathias está presente, y no hay que alarmarse. 

—¡Tienes razón! Ana pasó en medio de todos y bajó despacio las escaleras.