Rosalie muere tras un accidente de tránsito, siendo ahogada por su desesperación y deseo de cambiar su vida, su último deseo es tener otra oportunidad para vivir una vida mejor. Al abrir nuevamente sus ojos estaba en un mundo distinto y en un cuerpo diferente. Esta se da cuenta de que el mundo en el cual reencarno, no es más que una novela romántica que leyó en su juventud "Señorita Letty", sin embargo, Rosalie ahora posee el cuerpo de Cristal Lawnig, la villana de la historia con una muerte trágica. Decidida a cambiar su futuro se ve obligada a tomar decisiones diferentes y cambiar el curso de la historia. Para cambiar su final, decide convertirse en la mujer malvada que terminara siendo la heroína.
¿Podrá Rolsalie cambiar la vida miserable de Cristal Lawnig, y tener una buena y duradera vida?.
Creada °• — •° 06/22 - 23
Editada °• — •° 03/24
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Capitulo 8: Una Anomalía
—¿¡Cristal!?
Las voces resonaban al unísono, fuertes al principio, pero cada vez más lejanas… ¿Voces? No lograba ver nada. Distinguir formas era difícil. Solo podía percibir un olor a alcohol... pero había algo extraño en él. Jamás pensé que el alcohol pudiera tener ese toque metálico. Un ardor leve comenzó a girar en mi frente, irradiando calor desde ese punto.
—Ah... Algo arde un poco.
Llevé una mano a la frente. Una pequeña herida recorría desde el inicio del cabello hasta el centro de la cabeza, de unos seis centímetros. No parecía profunda, así que no debía ser grave. Pero ahora entendía por qué el olor a vino tenía ese deje metálico: era sangre. Corría por mi rostro, goteando desde la barbilla hasta empapar el vestido. Escuchaba voces alrededor, pero no entendía nada. Todo mi foco estaba en lo que sucedía con mi cuerpo.
—Se arruinó mi vestido...
De pronto, sentí unas manos tomarme por los hombros y girarme con cuidado. ¿Emily?, pensé de inmediato. Pero no podía ser... la fuerza era demasiada. La silueta ante mí se mantenía borrosa. La sangre nublaba mi vista, pero parecía la figura de un hombre. ¿El duque?
—Cris... Cris-tal...
Los sonidos volvían poco a poco. El latido de mi corazón ya no era tan fuerte, aunque seguía sintiendo uno... más fuerte, pero no era el mío.
—¡Cristal! ¡Reacciona, por favor!
Ese latido… Estaba cargado de angustia. El pecho se me oprimía. ¿Por qué?
—¿¡Cristal!?
Y como un chasquido, mis sentidos regresaron. O al menos, eso creí. Pero lo que nunca esperé fue encontrarme frente a él, sujetándome con fuerza, con el rostro descompuesto por la preocupación. Aquel al que consideraba un capullo indiferente, que algún día florecería solo para desterrarme...
—¿Eleonoro?
Su reacción fue de un alivio claro. Respiración agitada, su cabello rubio alborotado y esa mirada... como si estuviera viendo algo precioso que acababa de recuperar. ¿No se suponía que era mi enemigo? Todos los presentes, miembros de la familia del duque, ¿no querían mi desaparición? Algo no encajaba.
—Cristal, qué alivio… ¿Dónde te duele? ¿Te sientes mareada? ¡Demonios, estás sangrando demasiado! —gritó, luego se giró hacia los sirvientes—. ¡No se queden ahí! ¡Traigan paños, toallas, lo que sea! ¡Y llamen a un médico!
—¿Qué ocurre? —pregunté, confundida.
—Calma, hija mía. Todo estará bien. No te muevas. Papá está aquí —dijo el duque con tono solemne.
—S-señorita, ¿se encuentra usted bien? —intervino el enviado del emperador, claramente perturbado.
—Estará bien. Denle espacio —dijo el enviado del norte, por primera vez tomando parte—. Señorita Cristal —se acercó con cautela—, ¿puedo revisarla?
—Sí, claro...
—¡No! —El abrazo súbito de Eleonoro casi me deja sin aire. Literalmente.— ¡No lo permito! Cristal, ella...
Extendí el brazo, buscando su rostro hasta tocarlo, obligándolo a prestarme atención.
—No... puedo... respirar —dije entre jadeos.
Me soltó de inmediato, y aspiré con fuerza.
—Hah... hah... pensé que iba a morir asfixiada —lo miré frunciendo el ceño.
—P-perdón —Eleonoro apartó la mirada, frustrado.
—Hija mía, ¿cómo puedes estar tan tranquila? Una niña tan frágil como tú...
—Estoy bien —interrumpí con firmeza.
Las miradas incrédulas se multiplicaron. Asfixia, tensión, preocupación… y entre todo eso, las sonrisas burlonas de la duquesa y su hija, la indiferencia de Kasir, y la curiosidad de los nobles.
—Ya ha dejado de sangrar. Mira.
Con un pañuelo, limpié mi rostro. La herida... simplemente ya no estaba. Solo piel.
—¿Cómo es posible?
—Oh, eso… yo tampoco lo sé, pero supongo que es algo bueno.
Una mano tomó mi rostro con suavidad, girándolo ligeramente.
—Cristal... —susurró Eleonoro, acercándose a escasos centímetros—. Un sirviente dejó caer una botella de vino sobre ti. Comenzaste a sangrar... tu rostro...
—¿Qué tiene? —aparté su mano bruscamente—. Es solo una cicatriz. Además, no actúes como si te importara.
Antes de que pudiera responder, Emily apareció con el médico. Se decretó que la cena terminaría y que Cristal sería llevada a su habitación.
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En la habitación de Cristal
—¡Déjame pasar! ¡Quiero ver a mi hermana!
—Señor, lo sentimos. No está permitida la entrada.
—¿Te atreves a desobedecer? ¡Es una orden!
—Recibimos órdenes directas de la señorita mayor. No podemos desobedecerla.
La discusión se intensificaba. La voz de Eleonoro era clara desde el otro lado de la puerta, alterada. Dentro de la habitación, Cristal se mantenía calmada. Emily, en cambio, parecía bastante nerviosa.
—S-señorita Cristal... hay mucho alboroto afuera. El duque y el señor Eleonoro están muy preocupados. Los invitados también.
—Emily, no me siento bien. Por favor, sal y di que deseo descansar después de la revisión.
—Sí, señorita Cristal.
Tras ayudarme a cambiarme, me senté en el borde de la cama, frente al doctor que me esperaba en una silla. Emily salió para calmar la situación, aunque las voces seguían golpeando como si intentaran derribar la puerta.
—¿Podemos continuar, doctor Ian?
—Sí, señorita. Comenzaré revisando la zona afectada.
—Adelante.
El doctor Ian, el médico más joven del imperio, no solo atendía a nobles. Era conocido por su bondad con cualquier enfermo, sin importar su estatus. Dedicado, amable… y peligrosamente curioso. Cuando encontraba lo que él llamaba una “excelente anomalía”, no se detenía hasta desentrañarla por completo. Tenía bajo poder mágico, un rasgo peculiar en esta sociedad donde la magia escaseaba, pero aún se consideraba un don. Y para coronar el paquete, era atractivo: cabello castaño claro, ojos verde esmeralda, labios carnosos, un lunar tentador bajo el ojo y unas manos tan delicadas que cualquiera se relajaría bajo su toque.
—Señorita Cristal, la herida está completamente curada… ¿Está segura de que fue aquí?
—Sí. Ocurrió durante la cena. Una botella me golpeó, sangré... pero luego simplemente dejó de sangrar.
—Esto no tiene sentido. La herida luce antigua. Como esta cicatriz en su ojo izquierdo... ¿Desde cuándo la tiene?
—Desde los siete años.
—La cicatriz en su cuero cabelludo parece de hace al menos cinco o seis años. Apenas visible, se necesita una lupa para notarla.
—¿Cómo puede ser? Fue hace menos de una hora.
—¿Me permite revisar su cuerpo?
—Si eso ayuda a un mejor diagnóstico, adelante.
—Su pulso está inestable —dijo, tomando mi muñeca—. Los latidos se sienten irregularmente rápidos y fuertes.
—Para mí, parecen más lentos...
—¡Dios mío, sus piernas están completamente marcadas!
—Ah… sí, bueno. Al menos ya sé que no me casaré —bromeé con amargura.
Una broma cruel pero cierta. En esta sociedad, una noble con cicatrices era mal vista. ¿Qué pasaría si una tuviera varias... incluso en el rostro?
—Pero la forma… no concuerda. ¿La señorita tiene 19 años?
¿19? Pensé que tenía 17. Es tan pequeña para esa edad. Pero claro, ahora entiendo la insistencia del duque en su debut social. A este ritmo, se le pasará la edad de casarse. No es que eso me importe, pero cambiar mi círculo social no suena mal...
—Así es. ¿Por qué?
—Porque las cicatrices de su cuerpo... parecen tener más años que usted.
—¿Más...? ¿Cuánto más?
—Algunas parecen de hace más de 20 años.
—Eso es imposible. Varias son recientes. Una, de apenas una semana.
—La más reciente que encuentro en sus piernas... data de hace tres años.
—¡Eso no puede ser!
—Quizás parezca imposible… para alguien normal. Pero no para alguien con una capacidad curativa tan "anormal". Hay textos que mencionan a los descendientes de Aeremisa Kion, con habilidades de sanación extraordinarias.
¿Aeremisa Kion? Ese nombre... lo he leído antes. ¿Dónde…?
No puede ser.
Ese es el nombre del dios rojo.