Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 10
Capítulo 10
Bueno, ya era hora. ¡Había llegado el momento de actuar! No iba a quedarme aquí, encerrada, mirando cómo mi destino se desmoronaba lentamente mientras mis padres me trataban como una niña pequeña que no sabe lo que es un cuchillo, ¡mucho menos una sartén! No, señor. Azusa iba a conseguir lo que quería, aunque tuviera que hacerles un pequeño chantaje emocional. ¡Era hora de sacudir el árbol familiar!
Así que, sin pensarlo dos veces, llamé a mis padres para una charla “cordial” (o al menos, eso pensaban ellos). Como ya había aprendido en mi vida anterior, las sonrisas y los modales son esenciales para que las negociaciones funcionen. Me senté en la mesa del té, con mi mejor cara de niña dulce y aparentemente inofensiva. Al menos hasta que comencé a hablar.
—Queridos padres— comencé, mi voz más suave que el terciopelo, —estaba pensando en algo muy importante. Algo que afectará mi felicidad y, por supuesto, el bienestar general de la familia. —Me miraron, sin saber qué esperar. —Verán, he estado reflexionando mucho sobre mi vida en este hogar… y he llegado a una conclusión revolucionaria. —
Mi madre, que había empezado a suspirar, me miró atentamente, y mi padre sólo levantó una ceja. Sabía que mi tono de voz indicaba que estaba a punto de hacer algo… interesante.
—¿Qué pasa, Azusa? ¿Otra de tus ideas raras? — dijo mi madre, casi con resignación. ¡Ja! No sabían lo que les esperaba.
—Pues sí— respondí, levantando una mano con aire dramático. —Quiero usar la cocina. —
Un silencio sepulcral llenó el aire. Mi madre parpadeó varias veces, tratando de procesar lo que había dicho, mientras mi padre se llevó una mano a la frente. Era una reacción bastante común cuando Azusa quería algo, así que no me sorprendí. Sin embargo, decidí continuar con mi discurso de la manera más épica posible.
—Lo que pasa, queridos padres— dije con firmeza, —es que no puedo seguir viviendo esta vida de limitaciones. Soy una mujer… eh… ¿cómo decirlo? Culinarymente ambiciosa, y tengo derecho a usar los recursos de la casa para desarrollar mi arte. — Intenté darles una mirada profunda, como si fuera una chef famosa que merecía la libertad de crear. —¿No entienden? Mi futuro está en la cocina. ¡Y si no me dejan entrar a ese santuario de los ingredientes, mis sueños se desmoronarán como un soufflé mal hecho! —
Mi madre levantó una ceja, claramente más confundida que preocupada. —¿Azusa, estás segura de que esto es lo que quieres? La cocina no es un lugar para jugar…—
¡¿Jugar?! ¡¿Quién diablos dijo que esto es un juego?! Yo estaba hablando de una revolución culinaria. Así que decidí darle un giro a la conversación, mostrando mi carta más fuerte.
—Madre, padre— dije con voz suave pero grave, —si no me dejáis usar la cocina, voy a tener que… ¡escaparme! Sí, así como lo escucháis, ¡escaparme! Y no estoy hablando de una escapatoria discreta y elegante, no. Me voy a escapar con todas mis fuerzas y sin mirar atrás. Dejaré esta mansión, me perderé por el mundo, y ustedes nunca más sabrán de mí. ¡Nunca más, lo prometo! —
Hubo un largo silencio. Mi padre se miró con mi madre y ambos intercambiaron una mirada nerviosa, como si realmente no supieran si debían tomarse esto en serio. Mi madre, visiblemente preocupada, soltó un suspiro.
—Azusa, hija, sabes que no puedes hacer eso… ¿Escaparte? ¡Eres solo una niña! ¿Qué te pasa? ¿De verdad vas a dejar que todo esto se derrumbe solo porque quieres usar la cocina? —
—¡Exactamente! ¡Exactamente eso, madre! ¡Porque necesito ser libre, tener espacio para crear! No me llaméis más la chef de la mansión. Soy una artista culinaria, ¡y mi arte debe ser visto y degustado por el mundo! —
Mi padre levantó las manos en señal de rendición. —Está bien, está bien, tienes permiso para usar la cocina… ¡pero si te pasa algo, será culpa tuya! Y que conste que no quiero ver ni un solo incidente con cuchillos, ¿me oyes? —
¡Ah, la victoria era mía! Sonreí ampliamente, como si hubiera ganado la mayor batalla de todas. Mi madre suspiró y se recostó en su silla, claramente derrotada. —Lo que tú quieras, Azusa. Pero si se te ocurre causar un desastre, ¡te me vas a arrepentir! —
La sonrisa en mi rostro solo se amplió. ¡Era mía, la cocina! Y con ella, todos los ingredientes y especias que pudiera desear. Pero no iba a parar ahí. ¿Qué tal si transformaba el jardín en un invernadero de ingredientes raros? ¡Eso sería épico! ¿Quién necesita viajar por el mundo cuando uno puede crear su propio paraíso culinario aquí mismo?
Así que, con aire renovado, mi próxima misión era clara: poner manos a la obra. ¡El invernadero sería mío! ¡El mundo gastronómico me temerá pronto!
Mi vida como Azusa apenas comenzaba. ¡Y de aquí en adelante, mis sueños de chef serían imparablemente deliciosos!
¡Por eso odio leer novelas en emisión! /Sob/