Curvas Al Exito

Ariel se despertó con una sensación de inquietud.

La conversación con Valery había reabierto heridas que aún no sabía cómo sanar. Necesitaba despejar su mente, así que decidió dar un paseo por el parque, un lugar que siempre había sido su refugio.

Mientras caminaba entre los árboles, disfrutando de la brisa suave y del canto de los pájaros, tropezó con un hombre alto y elegante que estaba absorto en su teléfono.

Ariel: ¡Oh, lo siento mucho! —exclamó, recuperando el equilibrio.

El hombre levantó la vista, sorprendido por el encuentro. Era Leonardo, el enemigo de Benjamín, aunque Ariel no lo reconocía, ni lo recordaba.

Leonardo: No, disculpa tú. No estaba prestando atención —dijo, sonriendo amablemente—. ¿Te encuentras bien?

Ariel asintió, sintiéndose un poco avergonzada.

Ariel: Sí, estoy bien. Solo necesitaba caminar un poco para despejarme.

Leonardo notó la tristeza en los ojos de Ariel y, sin conocer la relación que compartía con Benjamín, sintió una atracción instantánea hacia ella.

Leonardo: ¿Te gustaría sentarte y tomar un café? —sugirió, señalando una pequeña cafetería cercana—. A veces hablar con un desconocido puede ser una buena distracción.

Ariel dudó por un momento, pero finalmente aceptó. No tenía nada que perder y, de alguna manera, necesitaba hablar con alguien que no estuviera involucrado en su complicada vida.

Se sentaron en una mesa al aire libre, y Leonardo pidió dos cafés. Mientras esperaban, comenzaron a hablar de cosas triviales: el clima, el parque, y los libros que les gustaban. La conversación fluyó con facilidad y Ariel se sintió cómoda por primera vez en días.

Leonardo: Entonces, ¿cómo te llamas? —preguntó solo para aparentar y espero su respuesta curioso.

—Ariel —respondió ella con una sonrisa—. ¿Y tú?

—Leonardo —dijo él, devolviéndole la sonrisa.

Pasaron las horas y Ariel se encontró riendo y disfrutando de la compañía de Leonardo. Era encantador, atento y tenía una manera de hacerla sentir especial.

Leonardo, por su parte, estaba fascinado por Ariel. No solo por su belleza, sino por su vulnerabilidad y fuerza a la vez.

Mientras caminaban de regreso por el parque, Leonardo sintió un deseo creciente de protegerla y cuidarla, sentimientos que lo sorprendieron por su intensidad.

Ariel: Ha sido un día maravilloso, Leonardo. Gracias por tu compañía —dijo sinceramente.

Leonardo: El placer ha sido mío, Ariel. Me encantaría volver a verte. ¿Qué te parece si nos encontramos aquí mañana? —propuso con esperanza en los ojos.

Ariel dudó por un momento, pero la idea de volver a ver a Leonardo la hizo sentir mejor.

Ariel: Me encantaría —respondió, sonriendo.

Se despidieron y Ariel regresó a casa, sintiéndose un poco más ligera. Leonardo, por su parte, no podía dejar de pensar en ella. Sabía que su relación con Benjamín hacía todo esto más complicado, pero en ese momento no le importaba.

Estaba decidido a conocer más a Ariel, y tal vez, encontrar una manera de ganar su corazón.

El encuentro con Leonardo había sido fortuito, pero había encendido una chispa de esperanza en ambos. Mientras Ariel trataba de reconstruir su vida, Leonardo comenzaba a enamorarse de ella, sin saber que su conexión con Benjamín podría convertirse en un obstáculo insalvable.