Mi Maldita Obsesión

Cuando Evie finalmente recuperó el conocimiento, ya era de mañana y había un rayo de luz brillante que entraba por la pequeña abertura de las cortinas. Gavriel ya estaba dentro de la habitación cuando ella salió del vestidor. Sin embargo, ella simplemente lo miró y se negó a mirarlo después de agradecerle cortésmente por salvarla.

Se había puesto una máscara de serenidad intachable y procedió a informarle a su marido muy formalmente que deseaba que la dejaran sola cuando el hombre intentara entablar una conversación con ella. Aún así, él nunca la miró ni se enojó por su repentina frialdad hacia él. Pero uno podía ver la mirada hosca en sus ojos mientras miraba con añoranza a su esposa.

Incluso durante las comidas, Evie seguía actuando con indiferencia hacia Gavriel. Su mirada nunca se demoró más de un segundo y respondió a todas sus preguntas de la manera más breve y monótona posible hasta que Gavriel también dejó de hablarle. Cuando ella le dijo que la dejara en paz por tercera vez, su esposo nunca más volvió a sus aposentos.

Y luego, tres días pasaron tan rápido. Esos fueron probablemente los días más tortuosos de su vida. Se había culpado a sí misma y a su corazón por dejarse cautivar tan fácil y rápidamente por él. Se había metido en ese evento de pesadilla y casi muere por estar ridículamente celosa. Ella creía que todo era su culpa por ser tan estúpida. E incluso pensó que eso probablemente era una señal de advertencia para ella, de que enamorarse de él, solo traería su desastre. Ella lo había sabido todo el tiempo. Cierto, legalmente él era su esposo, pero al mismo tiempo, también era su enemigo. Cuando llegue ese día y su padre la rescate y ataque el reino de los vampiros con sus dragones, ella y su esposo se verán obligados a enfrentarse entre sí.

No podía imaginar qué pasaría si llegaba ese día, y ya estaba profunda y locamente enamorada de él. Enamorarse de él no le daría nada más que un corazón destrozado y el infierno y la condenación al final. Porque no habría forma de que ella pudiera traicionar o darle la espalda a su familia y a toda la raza humana por él. Entonces, todo lo que podía hacer ahora era encerrarse dentro de sus propios muros y endurecer su corazón, si eso era lo que se necesitaba, incluso si termina matándola.

"Que tenga una buena noche, milady". Fray y Gina hicieron una reverencia y ella asintió con desgana. Había vuelto la mirada hacia la ventana y suspiró profundamente cuando se fueron.

Vestida con un camisón de color blanco puro, Evie se levantó y estaba a punto de caminar hacia la ventana para tener una mejor vista de la luna cuando sintió que se abría la puerta. Pensó que sus doncellas habían olvidado algo, pero cuando se dio la vuelta para mirar, un par de ojos plateados iluminados por la luna se encontraron con los suyos.

Ella se quedó congelada, como si solo verlo pudiera paralizarla. Estaba vestido con prendas completamente negras y su cabello estaba revuelto de manera muy atractiva. No pudo evitar recordar la vista de él cuando estaba de pie en medio de la pila de bestias muertas cuando cruzaron el Valle Oscuro. La única diferencia esta vez fue que sus prendas no estaban salpicadas con esos líquidos negros y verdes no identificados y sus ojos no eran de color rojo sangre. Lo peor para ella era que la aspereza de su apariencia lo hacía lucir aún más imponente ante sus ojos. Había una curiosidad persistente en el fondo de su mente, preguntándose dónde había estado durante los últimos tres días que ella no lo vio.

Evie tuvo que apretar los puños y pasar discretamente las uñas en las palmas de las manos para distraerse de pensar en pensamientos inútiles cuando empezó a pensar que él debía haber pasado sus días con su prometida y estaba ocupado con cualquier arreglo que habían acordado con la pareja general.

"Estoy de vuelta", dijo. Su voz tierna y suave comparada con su aspecto desaliñado y pícaro.

Dio un paso más cerca de ella, pero Evie permaneció clavada en su lugar, inmóvil y solo siguiéndolo con la mirada. Quitándose el abrigo, sus ojos la examinaron brevemente.

"¿Estás bien ahora, esposa?" preguntó gentilmente, un destello de genuina preocupación brilló en sus ojos.

Apretó los puños aún más fuerte. ¿Por qué? ¿Por qué era tan amable con ella? ¿Cómo podría ella siquiera...?

Apretando los dientes, Evie pensó frenéticamente en lo que debería hacer. No podría mantenerse firme si esto continuaba. Su bondad y su corazón traidor erosionarían su voluntad de mantenerse firme en sus decisiones de no sentir nada por él.

"Sí... Sí, estoy bien. Pero todavía deseaba que me dejaran en paz".

Siguió un silencio ensordecedor cuando Evie le rogó en silencio en su corazón que abandonara la habitación en silencio otra vez. Pero esta vez, no lo hizo. Un largo y profundo suspiro escapó de sus labios.

"Perdóname, pero esta vez no te voy a escuchar, esposa. Nunca creí que fuera una buena idea dejarte sola. Hablemos, Evie". Su voz se suavizó cuando se inclinó más cerca de ella mientras ella daba un paso atrás. Sin embargo, su reacción ya no detuvo a Gavriel como antes. Dio un paso adelante, manteniendo su distancia cercana mientras seguía hablando en un tono ronco pero suave.

"Dime qué está mal. ¿Hice algo mal? Dime, Evie".

Evie tragó saliva. Podía sentir el escozor caliente de las lágrimas justo detrás de sus ojos, amenazando con desbordarse a la primera señal de más cuidado y preocupación de su parte. Su aroma y la calidez de su aliento la atravesaron como el más delicioso de los vinos y le tomó todo lo que tenía para dar un paso atrás y retirarse. Las campanas de advertencia comenzaron a sonar en sus oídos, y esos muros que había construido alrededor de su corazón con tanto esfuerzo con sangre, sudor y lágrimas ya amenazaban con desmoronarse. Sabía que solo necesitaría un poco más de empujón y sus defensas se derrumbarían como una baraja de cartas derribada por una bocanada de aire. El miedo, los cálculos, las promesas, los pensamientos y la determinación estaban empezando a temblar como semillas de diente de león a punto de ser esparcidas por el viento, amenazando con dejar nada más que la peor parte que este hombre tenía en sus sentidos.

El pánico de ceder ante él obligó a Evie a estallar.

"¡No pasa nada, Gavriel! ¡Solo ignorame y ve con tu prometida y pasa tantos días con ella como quieras!"

Gavriel se quedó inmóvil, obviamente sorprendido por sus palabras. "Tú crees..." hizo una pausa. "¿Crees que estuve con Thea los últimos tres días?"

"¡Sí! ¿No es así? ¿No me digas que eres tan vergonzoso como para negarlo después de poder hacerlo? ¡Ni siquiera lo intentes porque ya sé que ella es la que realmente quieres que sea tu esposa!" se burló mientras sus palabras salían de su boca, derramando el dolor que había guardado en su corazón durante días. Sabía que se había excedido en sus límites, pero no pudo contener nada una vez que estalló su presa.

"¿Qué te hizo pensar..." Gavriel se sorprendió por el dolor que se reflejaba en los ojos de Evie y la angustia obvia que escuchó en su voz que no podía continuar con su línea de pensamiento.

"Mientras yo estaba sola en el bosque, nostálgica y herida, ¿qué estabas haciendo? ¡Estabas felizmente sentado allí con ella y el general, hablando y planeando tu hermoso matrimonio! Pero está bien. ¡No me importa! Puedes volver con ella ahora mismo y cásate con ella de inmediato. ¡Después de todo, ella es la mujer que amas y necesitas! Así que déjame en paz. Estoy segura de que tres días no son suficientes para ti".

El estallido de su furia quedó en el aire, como algo palpable, esperando a que se dirigiera a ella. Solo había pensado en provocarlo para que la dejara en paz otra vez. Eso, y también evitar que se acercara para evitar que sus paredes se derrumbaran. No esperaba que terminara revelando todo el dolor y la angustia que brotaban de su corazón y expresándolo todo con verdadero resentimiento. Todo había salido antes de que se registrara en su mente. Evie misma estaba sorprendida por la profundidad de sus propios sentimientos y rencores que no esperaba que las cosas que había dicho resonaran tan profundamente dentro de ella.

Un pesado silencio reinó entre ellos. Evie se quedó en silencio al ver sus ojos y su expresión ofendida. De repente, sus ojos parecían estar congelados, y esta era la primera vez que dejaba que sus ojos se volvieran tan fríos mientras la miraba.