Los Hoffmann son una familia muy temida en todo California, están llenos de oscuros secretos. Por mala suerte, Helen una muchacha de 19 años que salió del orfanato al cumplir la mayoría de edad, cae en las garras de dicha familia, obligándola a casarse con el menor de los Hoffmann, quien la desprecia por parecerse a su prometida.
- ¿Por qué no entras? – escuchó la voz de Leonardo de tras de ella.
Levemente se dio la vuelta y lo vio, su rostro no le decía nada, era un cuerpo sin alma.
- Quiero observar la lluvia. – respondió ella abrazándose así misma.
- ¿Sabes cuánto tiempo y dinero hemos invertido en ti para que te vengas a enfermar? – preguntó él con el semblante duro, hundiendo sus ojos en los de ella.
- No. – Helen dejó de verlo y prefirió observar el jardín inundado por la tormenta que cada vez se hacia mas fuerte. – Ni quiero saberlo.
Leonardo llevó la mano a su frente. Qué carajos había pasado por la cabeza de su madre, pensó. Caminó hacia donde ella y tomándola del brazo para que lo vea le dijo.
- Quiero que subas a tu habitación y te quedes ahí. No pienso perder más dinero en una persona tan deplorable como lo eres tú. – esas palabras salieron de sus labios como si escupiera lava. Mirándola fijamente a los ojos decidió llamar a Claudia, a la vez que un gran relámpago se escuchaba en todo el lugar. - ¡Claudia! – gritó con fuerza y el sonido del relámpago volvió a escucharse.
Para Helen esa escena fue terrorífica, escucharlo gritar al mismo tiempo que el estruendo, se asemejó mucho al llamado del demonio. Contuvo su miedo, mirándolo fijamente a los ojos y sin parpadear se mantuvo seria ante él.
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Una vez estuve en tu lugar
La mañana siguiente…
Helen estaba en su habitación recostada, esperaba que los fuertes cólicos cesaran por completo. Había sido una noche terrible para ella, sólo había dormido unas pocas horas, odiaba esos días. Siempre estaba preparada en esos casos, pero esta vez lo pasó por alto, todo pasó tan rápido que lo olvidó por completo. Por suerte en el baño había todo lo necesario para ella, pero la medicina no alivió su malestar.
- Señorita Velería. – dijo Claudia entrando en la habitación. – la señora Leonela solicita su presencia.
Helen se levantó con mucho cuidado de la cama, con algo de esfuerzo le preguntó
- ¿Sabes para qué quiere verme?
- Se la información, pero no puedo dársela. Por favor, la señora la espera en una de las habitaciones médicas, planta baja tercera puerta.
- De acuerdo. – antes de irse le preguntó. - ¿Tienes la información de quien quería entrar en mi habitación?
- Estoy trabajando en eso. -respondió Claudia mientras enviaba información en su Tablet. - tiene un minuto para ir donde la Señora Leonela, será mejor apresurarse.
Helen asentó su mirada, el tiempo siempre era controlado en la mansión. Fue donde le indicó Claudia, por suerte encontró la habitación más rápido de lo esperado. Se acercó a la puerta y tocó muy despacio, la voz de Leonela se escuchó del otro extremo invitándola a pasar.
Leonela no estaba sola, una joven mujer con una bata de medicina la acompañaba.
- Querida, por favor toma asiento. – dijo Leonela sonriendo, Helen hizo caso a su petición y se sentó junto a ellas. – ella es la obstetra Raquel Roberts y la he mandado a llamar porque tengo entendido que no estas bien.
Raquel giró su cuerpo para poder saludarla.
- Un placer en conocerla futura señora de Hoffmann. – dijo extendiendo su mano.
- También es un gusto para mí. – respondió Helen respondiendo al saludo.
- La señora Leonela me ha dicho de su malestar cólico, necesito que por favor se recueste en la camilla. Le haré un diagnóstico y de acuerdo con sus respuestas obtendrá la medicina para aliviar su dolor.
- De acuerdo. – respondió Helen y se recostó en la camilla. Raquel sacó su cuaderno e instrumentos para empezar con el chequeo.
- ¿Cuántos días te dura la menstruación?
- Alrededor de 3 o 4 días.
- Los cólicos ¿Siempre son así de fuertes? – preguntó tocando parte de su vientre.
- Sí, pero siempre desaparecen cuando tomo alguna medicina. – respondió Helen. - Al parecer esta vez no fue lo mismo.
- Creo que tu problema se ve a estrés y tensión ¿Has acumulado mucho estrés ultimadamente?
- Sí. – dijo sin pensarlo, vivir con los Hoffmann era mucha tensión para ella.
- Esta bien, ahora te haré otras preguntas más íntimas, existe la posibilidad de que se deba a una infección vaginal ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?
- Yo…no…no. - Helen no sabía cómo responder a esa pregunta, era demasiado íntima y difícil de responder para ella.
- Oh, entiendo, todavía no tienes un acercamiento sexual con el señor Hoffmann.
Leonela escuchó encantada esa respuesta, se mantuvo en silencio observando a la obstetra hacer su trabajo. Había tomado una buena decisión en traer una diferente, la última que llegó a la mansión se encargó de Valeria, después de que ella tuvo un encuentro sexual con su hijo Leonardo. Como siempre, había pensado en todo.
- Bueno, hasta ahora te puedo recomendar unos medicamentos para aliviar tu dolor y cuando inicies tu vida sexual, te haré un chequeó y dependiendo de tu cuerpo y salud, optaremos por unos anticonceptivos para ti.
- Yo creo que no será necesario los anticonceptivos. – Helen tenía muy en claro que no iba a tener intimida con Leonardo, no era necesaria esa revisión.
Raquel sonrió por su comentario, tocando la mano de Helen le dijo.
- Es para evitar embarazos, son una pareja joven, no creo que quieran ser padres sin antes disfrutar del matrimonio.
- Y si decido no iniciar mi vida sexual.
Esto le extrañó mucho a Raquel, algo curiosa y sorprendida dijo.
- Señora Valeria, pronto se va a casar es normal tener relaciones sexuales con su esposo.
- Lo tengo en claro, per. – fue interrumpida por Leonela.
- Raquel, querida creo que ha sido todo por hoy, te mandaré a ver cuándo Valeria lo requiera. – dijo caminando hacia ellas.
- Con gusto señora Leonela. – dijo Raquel, sacó la medicina para Helen, tomó sus cosas y antes de irse dijo. – esperó que mi visita no se alargue mucho.
- Tranquila querida, Valeria aún necesita de ti, es inocente lo acabas de escuchar.
Raquel asentó su mirada y se fue. Leonela caminó un poco más donde Helen y le dijo.
- Para venir de la calle, pensé que tenías una vida sexual activa, al parecer me equivoqué. – Helen no le extrañaba que todos en esa mansión se equivocaban con ella. – Helen, no estas en la obligación de acostarte con mi hijo, pero tampoco tienes derecho de hacerlo con otros hombres mientras estés casada ¿Entendiste?
- Lo he entendido muy bien señora y despreocúpese, su hijo me ha dejado muy en claro que ese matrimonio no se verá consumado y por mi estado, espero y así sea. – Se puso de pie, tomó una de las pastillas del frasco y la pasó con agua, lo único que quería en ese momento era que sus cólicos desaparecieran de su cuerpo.
- Una vez, estuve en tu lugar y ahora tengo dos hijos. – el rostro de Leonela se formó triste, le dio unas palmadas en la espalda y fue la segunda en irse, dejando a Helen sola y confundida por sus palabras.