toda mi vida vivi una vida donde fui despresiada y sola pero ahora que e renacido en la hija de un duque disfrutaré esta segunda oportunidad como hija mimada del duque William valtorian
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capitulo 23 animal exótico
El té iba tranquilo… hasta que llegaron dos niñas más.
Eran Mirian y Bella Rolan, las hijas del hombre que poseía las minas de grafito que Astrix quería conseguir.
—Uh, huele a basura… —rió Mirian, con burla—. Ah, es una Valtorian.
Astrix la ignoró con elegancia, aunque por dentro su paciencia se quebraba.
Marianne y Clarisse Ravenwood, las anfitrionas, no entendían por qué aquellas chicas trataban así a Astrix.
En eso, una de ellas preguntó, confundida:
—¿Por qué la tratan mal? —preguntó Clarisse, mientras servía el té con manos temblorosas.
Las recién llegadas se sentaron junto a Sophia, que sonreía dulcemente.
—Es que nuestra amiga Sophia vivió en el ducado Valtorian —respondió Bella, abrazándola—. ¡Y ella nos contó todo lo que Astrix hizo!
Astrix bajó su taza con calma, pero sus dedos apretaban la falda con fuerza.
No entendía de qué estaban hablando.
—¿Y qué se supone que yo hice? —preguntó con voz serena, aunque su mirada brillaba de enojo contenido.
—A ver… Sophia dijo que cuando eras bebé la empujaste —rió Bella—. Ella creyó que fue sin querer, pero se nota que ya eras mala desde entonces.
—Oh, y también cuando le dijiste bruja, solo porque su sueño es ser la futura reina —agregó Mirian, mirando a Astrix con desprecio.
Una tras otra, las chicas comenzaron a repetir historias, pequeñas mentiras mezcladas con medias verdades.
Cosas que Astrix jamás recordaba haber hecho.
—Y lo peor —dijo Bella, indignada—, hiciste que tu hermano mintiera sobre su tía abuela. ¡Por tu culpa la mandaron a prisión!
—¡Chicas, ya! —fingió llorar Sophia—. Mi tía Mary era una gran mujer…
Astrix se levantó de golpe, furiosa.
—¿Una gran mujer? —repitió con la voz quebrada—. ¡Ya quisiera que esa bruja fuera eso!
Sophia fingió un sollozo.
—¿Ven? Siempre es igual…hasta cuando éramos niños nunca me dejó acercar a Anton
—¿Anton Thurder? —preguntó Marianne, sorprendida.
El ambiente se volvió tenso.
Los murmullos, las miradas, todo se volvió contra Astrix.
—Además, escuché que Astrix y Anton estaban solos en el balcón —añadió Bella—. ¡Y su novia Lea estaba adentro de la fiesta!
Astrix apretó los puños, su voz se volvió firme.
—¿Y ustedes qué saben? Conozco a Anton desde que era un bebé. No tienen derecho a juzgarme.
—Claro, total, eres una duquesa —dijo Mirian con desdén—. Pero ¿sabes qué? Eres una zorra, igual que tu madre.
El aire se congeló.
Antes de poder pensar, Astrix levantó la mano y le dio una cachetada a Mirian frente a todos.
—¡Te prohíbo hablar de mi madre! —gritó con la voz temblando—. ¡Yo no la conocí! ¡Y si tú la viste, fue un lujo para ti… porque YO NUNCA TUVE MADRE!
Silencio absoluto.
Todas la miraron con miedo o desprecio.
Astrix respiró con dificultad, dio media vuelta y salió corriendo de aquel maldito lugar.
Sin darse cuenta, había llegado al bosque, lejos de la fiesta de té.
El viento rozaba sus mejillas, los árboles se movían suavemente. Todo parecía respirar una calma mágica.
—¿Qué es este lugar? —murmuró, caminando entre las flores—. Es tan… bonito.
Un ruido entre los arbustos la hizo detenerse.
—¿Quién anda ahí? —preguntó, con el corazón latiendo rápido.
De repente, saltó un gato mediano, de pelaje negro con manchas marrones. Tenía un ojo verde y el otro rosa, y en su frente brillaba una pequeña rosa dorada.
Astrix, sorprendida, cayó sentada en el suelo. Por suerte, su vestido la protegió de golpearse.
—¿Un gato…? —susurró, mirándolo—. Qué lindo…
El gato la observó fijamente y maulló con voz suave.
—Miau.
—Ven aquí, minino… —sonrió Astrix, extendiendo la mano—. No te asustes, no te haré daño.
Pero el gato retrocedió un poco, moviendo la cola con elegancia.
—Qué raro… —susurró Astrix, inclinando la cabeza—. No puedo escucharte hablar. Normalmente puedo oír lo que los animales piensan…
El gato se acercó despacio, rozando su pierna.
—Ah… me haces cosquillas —rió bajito, acariciando su suave pelaje.
El gatito se subió a su regazo y la miró fijamente con esos ojos de dos colores.
Astrix suspiró, la voz quebrada:
—Perdón, gatito… —murmuró—. Es que unas niñas me hicieron llorar. No quería hacerlo, pero… me dolió tanto.
El gato maulló una vez más y, con suavidad, le lamió la mejilla, justo donde quedaban rastros de sus lágrimas.
Astrix se quedó quieta, sorprendida.
El corazón le dio un vuelco.
—Gracias… —susurró, sonriendo por primera vez en el día—. Supongo que tú también eres diferente, ¿eh?
El viento sopló entre los árboles, y por un instante, juró escuchar una voz dulce, lejana, casi como un pensamiento:
“Los corazones que lloran sin ser comprendidos… son los más poderosos.”
El gato ronroneó, y Astrix lo abrazó con ternura.
—Tal vez… no esté tan sola después de todo —susurró.
Astrix miró al pequeño gato en su regazo y suspiró, limpiándose las lágrimas.
—Supongo que ya es hora de volver… —dijo en voz baja—. No puedo quedarme aquí para siempre.
El gato maulló suave, como si entendiera.
—Ven conmigo, minino. No pienso dejarte solo aquí. —Lo tomó con cuidado, envolviéndolo con su capa—. Eres demasiado bonito para este bosque lleno de gente tonta.
Empezó a caminar de regreso al camino principal, el ruido de los carruajes y las voces elegantes volviendo poco a poco. Cuando estaba por llegar al sendero del té, una figura conocida apareció frente a ella.
—Vaya, vaya… —sonrió el Príncipe Daniel, apoyado en un árbol—. La duquesa Valtorian desapareció sin despedirse. Creí que se había ido a llorar.
Astrix levantó la barbilla con elegancia.
—Y si así fuera, ¿te importa, Alteza? —respondió firme.
El príncipe se acercó con una sonrisa traviesa.
—Solo un poco. Me daría pena que esos ojos tan bonitos se arruinen por unas lágrimas. —Le apartó un mechón de cabello.
En ese instante, el gato bufó con fuerza, arqueando el lomo.
—¡Miau! ¡Miau! —gruñía, furioso, mientras sus ojos —uno verde, otro rosa— brillaban intensamente.
Daniel dio un paso atrás, sorprendido.
—¿Y este pequeño demonio? —rió nervioso—. No parece muy feliz de verme.
Astrix lo sostuvo con orgullo.
—Tiene buen instinto. —Lo miró directo a los ojos—. Sabe distinguir entre un caballero y un niño malcriado.
El príncipe la miró, divertido, aunque algo incómodo por la mirada del felino.
—Tendré que ganarme su confianza entonces. —Sonrió con picardía—. Y la tuya también, Astrix.
—No hace falta, Alteza —respondió ella mientras daba media vuelta—. Ya tengo suficiente compañía por hoy.
El gato maulló suavemente, como si aprobara sus palabras.
Juntos, Astrix y su nuevo compañero se alejaron del jardín, dejando atrás al príncipe, que los observaba intrigado.
—Una chica extraña… —murmuró Daniel, mirando el sendero vacío—. Pero cada vez me interesa más.
A lo lejos, Astrix acarició al gato y sonrió.
—Tú y yo seremos un buen equipo, pequeño.
El gato respondió con un suave ronroneo, pero sus ojos brillaron de nuevo, como si guardara un secreto.
El carruaje se detuvo frente a las puertas del ducado Valtorian. Astrix bajó con su gato en brazos, cansada pero tratando de mantener la compostura. Apenas dio unos pasos, una figura corrió hacia ella.
—¡Astrix! —gritó William, abriendo los brazos con una sonrisa enorme—. ¡Mi princesa, ya regresaste!
Antes de que pudiera decir algo, él la levantó del suelo con un abrazo fuerte.
—¡Mi niña hermosa! —le dio un par de vueltas en el aire—. Pensé que me abandonarías con esos nobles aburridos.
—Papá, bájame... me mareas otra vez —rió, aunque su voz sonaba cansada.
William se detuvo y notó entonces sus ojos ligeramente hinchados. Su rostro cambió a preocupación inmediata.
—Astrix… ¿has estado llorando? —preguntó, suavemente.
Ella frunció los labios, haciendo un puchero adorable, mientras abrazaba más fuerte al gato.
—Papá… es que… —su voz se quebró, jugando con el tono tierno que sabía que derretía a su padre—, las chicas Rolan fueron muy malas conmigo… sniff… dijeron cosas feas…
William se congeló, luego apretó los puños con furia.
—¿¡Qué!? ¡Cómo se atreven esas malcriadas! —exclamó, levantándose indignado—. ¡Voy a ir personalmente a hablar con el duque Rolan y—!
—Papá, no… —Astrix alzó la voz con dulzura exagerada, mirando hacia otro lado—, mejor abrázame, me siento triste... —murmuró, usando su tono más inocente.
William se derritió de inmediato, abrazándola otra vez.
—Oh, mi pobre princesa… nadie te hará daño mientras yo viva…
El gato, aún en brazos de Astrix, soltó un suave “miau” curioso, moviendo la cola. William lo notó y entrecerró los ojos.
—¿Y este bicho qué hace aquí? —dijo, frunciendo el ceño—. ¿De dónde lo sacaste?
—Del bosque… —respondió Astrix, acariciándolo—. Lo encontré cuando… cuando estaba triste.
William lo miró desconfiado y, sin medir sus fuerzas, le tomó la cola para verlo mejor.
—A ver, déjame ver qué clase de animal—
—¡MIAU! —el gato soltó un grito agudo y se revolvió con velocidad, saltando de los brazos de Astrix.
—¡Papá! ¡Lo asustaste! —gritó ella alarmada mientras el gato corría por el pasillo y desaparecía entre los rosales del jardín.
—¡Oye! ¡Vuelve aquí, bola de pelos! —intentó seguirlo William, pero Astrix lo detuvo.
—¡No lo toques más, papá! —lo empujó un poco—. ¡Era mi nuevo amigo!
—¿Nuevo amigo? ¡Ese bicho casi me araña! —bufó el duque, mirando hacia el bosque—.
Sin responderle, Astrix salió corriendo hacia el jardín, la falda de su vestido moviéndose con el viento.
—¡Minino! ¡Ven aquí! —gritó desesperada, adentrándose entre los árboles del bosque del ducado—. ¡Prometiste quedarte conmigo!
El silencio del bosque fue su única respuesta. Solo el murmullo del viento entre las hojas la acompañó.
A lo lejos, el suave sonido de un “miau” resonó, pero cuando Astrix volteó… no había nada.
—No puede ser… —susurró con tristeza—. ¿Por qué siempre pierdo lo que quiero?
El viento sopló otra vez, levantando su cabello. Por un instante, creyó ver una sombra moverse entre los árboles… los ojos verde y rosa brillando a la distancia.
✨Dato de hoy✨
los pasteles con crema y fresas son las favoritas de Astrix