MI JEFE INVIDENTE

—La tina está lista. Es hora de bañarnos.

—No me quitaré la ropa interior —aclaré, nervioso.

—Como quieras.

Sonreí en la penumbra.

Él me condujo hasta la tina. El vapor tibio me envolvió. Hundí mis piernas poco a poco y luego me senté por completo. El agua acarició mi piel, y un estremecimiento me recorrió de pies a cabeza.

Nicolás tarareaba una canción suave. Su voz, grave y cercana, vibraba en mi pecho.

—¿Le pusiste sales y aceites? —pregunté.

—Sí. La preparé como siempre.

—Supongo que ahora somos caldo humano —reí nervioso.

Él también rió. Su risa se mezclaba con el vapor, con el agua, con mi respiración.

Entonces su voz bajó de tono:

—¿Cómo te has sentido desde que llegaste?

—Bien… creo.

—¿Seguro?

—Sí. Al principio fue duro, pero ahora… me siento a gusto contigo.

Un silencio espeso nos envolvió.

—¿Y has pensado qué harás cuando acabe el verano? —preguntó.

Me quedé quieto. Sus palabras me hicieron recordar las noches de gritos y golpes en casa, los momentos en los que quise escapar de todo.

—Lo he pensado… pero no sé a dónde huir.

La oscuridad, su cercanía y mi vulnerabilidad se mezclaron en una misma sensación. Por primera vez, entendí que mi deseo de escapar podía tener un nombre: Nicolás.

—¡Huye conmigo! —su voz sonó firme, casi urgente.

—Qué conveniente sería eso para ti.

—Y para ti también. Así dejarías de soportar todo lo que tu padre quiere imponerte.

¿Dejar mi casa? ¿Alejarme de mi familia? ¿Escapar con él? Nunca me había detenido en serio a pensar en eso. Lo había dicho alguna vez, como un simple impulso, pero… ¿de verdad podría hacerlo?

—Aún no sé si estoy listo para algo así —admití.

—Tranquilo. Yo te ayudo.

Sonreí, nervioso.

—¿Cómo? ¿Me vas a contratar toda la vida para cuidarte?

—Algo así… pero más que contratarte, quiero ofrecerte otra cosa.

—A veces olvido que trato con un hombre ligado a la mafia. Y, aunque no me das miedo, sí me causas mucha curiosidad. ¡Estás loco!

—¿Curiosidad? —su tono sonó divertido.

—Sí. Nunca te conté, pero me sorprendió que tus tíos me eligieran a mí para cuidarte. ¿Por qué no contrataron a alguien profesional? Si lo que querían era discreción, con dinero podían comprar silencio. ¿No crees?

—Eres muy inteligente.

—¿Pensaste que, por ser de pueblo, no tendría cabeza propia? Olvidas que fui el mejor de mi generación.

El silencio se extendió, interrumpido por mi propia incomodidad con la venda.

—Te subestimé.

—Entonces dime la verdad, Nico… ¿qué quieres de mí?

—¡Quiero que seas mi novio!

Mi corazón se detuvo un segundo.

—¿Tu novio?

—Me gustas. Desde la primera vez que te vi, en tu graduación, supe que quería algo contigo.

Me ruboricé. No esperaba tanta franqueza.

—¿Y quieres que, cuando termine el verano, me quede contigo?

—Exactamente. Por eso pedí que fueras tú quien me cuidara. Quiero saber si sientes algo por mí.

Y lo sentía. Muy dentro de mí, había algo creciendo.

—¿Un sentimiento por ti? —quise sonar indiferente, pero mi voz temblaba.

—Sé que sí —aseguró, sin vacilar.

Respiré hondo. Tenía que ser sincero.

—Sí siento algo. Cuando me diste flores en la puerta de mi casa, me sentí el chico más afortunado del mundo. Fue la primera vez que alguien me regalaba algo así. Me impresionaste… pero luego desapareciste. Intenté averiguar sobre ti, pero no había rastro. Jamás imaginé que fueras el hijo de los patrones de mi papá.

—¿Me buscaste?

—Al principio sí. Luego me concentré en mis estudios y terminé olvidándote. Pensé que eras alguien pasajero. Pero ahora… ahora sé que quieres ser eterno en mi vida.

—¿Y qué sientes ahora que nos reencontramos?

—Me sorprendiste. Nunca imaginé que me harías recordar, ni que volverías a darme flores.

—Esa era la intención —respondió, satisfecho.

🌺🌺🌺

Al terminar el baño, me acompañó a su habitación. Me dejó cambiarme en privado y, fiel a su palabra, no me faltó al respeto. Después me llevó a la mía. Me puse un poco de perfume.

—Te ves guapo —dijo de pronto.

—Gracias, pero no puedo verme.

—No necesitas mirarte. Sonríes y ya eres hermoso.

Sentí calor en el rostro.

—¿Crees que este perfume huele bien?

Se acercó. Su respiración rozó mi oído.

—Hueles delicioso.

Un escalofrío recorrió mi piel.

—Me gustaría mirarnos.

—Usa tus manos para verme.

—Mis manos no son ojos.

—Ahora lo serán.

Guió mis manos hasta su rostro. El contacto me estremeció. Toqué sus mejillas, su barba. ¡Esa barba! Desde que lo vi, había querido sentirla así.

—Es tu cara —susurré, fascinado.

—Examíname. Imagina cómo me ves.

Entre la oscuridad, tracé su nariz, sus labios suaves, volví a su barba áspera. El contraste era delicioso.

—Me gusta tu barba —confesé.

—A mí me gustas tú.

Mi corazón estalló.

—Eres muy intenso.

—Es que cuando me tocas, me aceleras el corazón.

Seguí bajando mis manos por su cuello, hombros, brazos… hasta su pecho. Sentí los latidos bajo mi palma. Sus dedos atraparon mi mano contra su corazón.

—¿Lo sientes? Así me pones tú.

Era cierto. Su pulso estaba desbocado.

—Está muy acelerado.

—Por eso te puse la venda. Quiero que entiendas lo que me haces sentir.

Sus palabras eran fuego.

—¿Yo soy el culpable de todo esto?

—Así es. ¿Y cómo vas a pagarme el lugar que ocupas en mi corazón?

🌺🌺🌺

Comimos en un restaurante. El viento golpeaba mi rostro. No sabía ni qué hora era, pero a su lado nada importaba.

Después paseamos por un parque. Yo llevaba una bebida fría en la mano.

—¿A qué edad piensas tener novio? —preguntó.

—No sé. Nunca me lo he planteado.

—¿Nunca te enamoraste de algún muchacho?

—Había chavos guapos, sí… pero si hubiera tenido novio, mi padre habría sentido que cumplía con su ideal.

—Entiendo.

—¿Y tú?

—En la secundaria y la prepa tuve tres novias.

—¡Órale! Qué popular.

—No tanto.

—¿Y con cuál duraste más?

—Con la segunda.

—¿Y por qué terminaste con ellas?

Rió bajo.

—Todas solo querían mi dinero. A una le regalé un viaje en crucero, a otra una motocicleta, y a la última mi auto.

—Eras muy generoso.

—Así que no dudes que, como novio, puedo ser muy dulce y generoso.

Su declaración me dejó pensando. ¿De verdad veía yo a Nicolás como mi posible novio?