Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
NovelToon tiene autorización de Erica Catse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Acaso pensabas que te iba a besar?
El príncipe Asther me miró boquiabierto, asombrado por mi audacia. Sus ojos azules, como zafiros, me observaban con desconcierto. Sus labios carnosos se antojaban apetecibles y por un momento sentí el impulso de besarlos. Realmente lo deseaba, así que no me contuve. No podía detenerme, incluso cuando mi conciencia me advertía de lo incorrecto de mis actos y sus posibles consecuencias. La ignoré y actué por instinto. No entendía qué me sucedía con ese muchacho. Aunque un poco impulsiva, nunca me había dejado llevar por mis emociones de esa manera. Era como si a su lado perdiera el control.
Sin embargo, fui detenida antes de que pudiera llevar a cabo mis acciones.
— Tú, ¿qué se supone que estás haciendo?, ¿por qué te acercas tanto?
— Que-quería ver tu nariz. ¿O que?, ¿acaso pensabas que te iba a besar?
Me excuse sintiéndome culpable. Dios, ¿qué diablos iba a hacer? Ya me imaginaba lo que hubiera pasado si lo hubiese besado, en este momento de seguro estuviera debajo del árbol con algún hueso dislocado y no sentada a su lado. O tal vez de camino a la horca o lo que sea que hagan para juzgar a alguien que ha ofendido a alguien de la familia real.
¿Qué me pasaba? ¿Por qué hice eso?
— Eso parecía, me estabas mirando con una cara tan fea.
— ¡Oye! Mi cara es hermosa sin importar la expresión que haga. Y no, no quería besarte, ya te dije que quería ver tu nariz.
— ¿Y por qué querías ver mi nariz? ¡Estás loca! — cuestionó, su voz bajó una octava haciendo que sienta cosquillas en mis oídos, tenía una voz tan agradable que deseaba que me siguiera hablando.
No me había dado cuenta antes, ya que Asther no solía hablar con nadie, así que no tuve el tiempo de apreciar su voz como en este momento. Ya que, las pocas veces que habló conmigo fue porque lo había molestado tanto que no podía quedarse callado. El Príncipe Asther parecía ser alguien reservado con sus palabras, con una actitud fría, indiferente y con un aura amenazante. Desde fuera se veía así.
Pero, para mí, él se veía solitario. Sus ojos aunque muchas veces se veían fríos como un trozo del hielo, podía ver que había algo más en su interior. El Príncipe Asther no solo tenía cicatrices en su rostro si no en su alma, quizás eso era lo que me hacía acercarme a él, sin importar su identidad o el claro desprecio que parecía sentir no solo conmigo sino con todos a su alrededor.
En él veía un igual, alguien herido como yo.
— Para comprobar si tenías vellos, es que tu nariz luce tan perfecta. Dime, ¿la operaste? — le dije risueña.
Asther me miró como si estuviera loca. Bueno, no lo culpaba. Tenía muchas razones para pensarlo. Incluso a veces me debatía si debía ir al psicólogo o al psiquiatra con todas las ideas descabelladas que se cruzaban por mi atolondrado cerebro.
Luego, como si hubiera encontrado algo divertido en mi pregunta soltó una carcajada. Lo observé maravillada, está era la primera vez que veía una expresión diferente en su rostro que no sea la indiferencia o el enojo, su risa era hermosa. Incluso con la mitad de su rostro oculto detrás de una máscara, su belleza era algo que no pasaba desapercibida. El aire varonil y heroico que lo envolvía así como esa aura dominante, sus ojos curvados en lunas crecientes mandaron una flecha directa a mi pecho.
Mi corazón empezó a latir de manera desenfrenada. Parecía que Cupido estaba haciendo de la suyas de nuevo.
Sin embargo, pronto el ambiente agradable se evaporó, como si Asther se hubiera dado cuenta de que reír a carcajadas no iba de acuerdo con su imagen de chico que odia al mundo, paró de reír y me observó con desagrado.
— Tienes una risa hermosa, deberías reír más — le dije mientras observaba alrededor —. Este es un buen lugar para descansar, tiene una buena vista.
— Y tú sabes cómo dejar sin palabras a cualquiera — dijo.
— Ese es mi talento.
Asther me observó por un momento, sus ojos me miraban como si fuera un bicho extraño, algo que no podía entender. Luego como si hubiera tomado una decisión, se bajó del árbol de una manera que me dejó con la boca abierta, dada su rapidez.
¿Cómo podía moverse tan rápido? Sus movimientos fueron tan fluidos y encantadores que no pide quitar mis ojos de él.
— ¿Por qué te vas? — le pregunté tratando de seguirlo. Pero ante la mirada fría que me dio, mis movimientos se detuvieron por completo, solamente pude observar como se alejaba hasta desaparecer por completo.
Tsk. ¡Qué idiota!
— No me rendiré, vas a ver qué caerás a mis pies. Bueno, eso no sonó para nada raro. Sone como una absoluta villana. Es mejor ser una villana, las villanas son lindas y astutas.
Contemplé por un momento más las nubes del cielo antes de bajarme ya qué pronto acabaría la hora del recreo. Mientras trataba de bajar del árbol, mi pie se enredó haciendo que cayera, cerré los ojos esperando que el golpe que iba a recibir por la caída no doliera tanto. Sin embargo, el golpe que espere recibir nunca llegó, antes de que cayera al suelo un par de brazos fuertes me sostuvieron. Cuando abrí los ojos me encontré con el gris más profundo que alguna vez vi en la mirada de alguien.
Un gris aterrador como el inicio de una tormenta.
Era el Príncipe Bastian.