No era necesario que ocultaran todo. Yo, Bianca Chevalier, primera princesa de este imperio y heredera del archiducado Chevalier, rompo mi compromiso contigo, duque Paul Mesellanas. — Bianca habló con tanta fuerza en su voz que todos escucharon con claridad.
Bianca se dio la vuelta, ignorando el torrente de lágrimas que caían por las mejillas de la novia. Los presentes la miraban con desaprobación, considerando que había arruinado un momento tan especial y que había ofendido a la novia.
Pero, ¿quién era la verdadera ofendida? ¿La mujer que lloraba desconsolada porque su matrimonio había sido opacado, o la mujer que había sido traicionada por su prometido y decidió enfrentarlo ante todos?
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¡Imposible!
— He dejado pasar mucho tiempo; debería anunciar mi compromiso pronto.
Bianca protestaba mientras firmaba cada documento. Desde que tomó el cargo de archiduquesa y comenzó a realizar las inspecciones, habían pasado dos meses y aún no se había anunciado su compromiso, lo cual no la tenía muy contenta. Sin embargo, el trabajo había sido abismal; ser archiduquesa conllevaba una gran responsabilidad.
— ¿Cómo hacía mi padre para dedicarnos tanto tiempo? — Bianca no entendía cómo su padre administraba su tiempo tan bien; ella a duras penas podía comer, ya que el trabajo era agotador.
La aurora estaba cayendo cuando Bianca cayó rendida ante el sueño sobre su escritorio. La joven no había descansado correctamente y, al comenzar a revisar los documentos que se habían acumulado en su ausencia termino agotada.
Lamentablemente, Bianca despertó con un terrible dolor en el cuerpo por la mala posición en que había dormido. Pero tenía que ir al palacio a como diera lugar. Tomó un pequeño baño y se alistó sola; desde que usaba ropa de hombre, le era mucho más cómodo arreglarse. Apenas terminó de atar su cabello, bajó de inmediato a resolver un tema importante; no se le olvidaba la oferta que había hecho. Su palabra era valiosa.
— Excelencia, su desayuno ya está servido —dijo Fermín apenas la vio. Su joven señora solía saltarse las comidas, por eso tenía que recordarle a qué hora debía comer.
— Muchas gracias, Fermín, siempre tan atento. ¿Qué haría sin ti? —expresó Bianca, agradecida.
— Es mi deber. Debe estar sana y fuerte para que cumpla con sus deberes a cabalidad —le dijo Fermín, acompañándola al comedor.
— Dentro de unos días llegará una joven aristócrata a ayudarte en tus funciones. No será tu reemplazo, será una ayuda temporal. Sé que, con tu paciencia y habilidad, podrás guiarla bien, y su juventud y agilidad podrían servirte de ayuda mientras llega tu sobrino para que puedas descansar tranquilo. —El sobrino de Fermín era quien lo reemplazaría, pero su experimentado mayordomo necesitaba una ayuda refrescante.
— Veo que la joven es de su aprecio. — Fermín sabía que su joven señora solo se rodeaba de su familia, pero que tuviera más personas de confianza a su alrededor era algo bueno; él tenía plena confianza en que su señorita no dejaría que alguien con malas intenciones se acercara a ella.
— Hay personas que se merecen una segunda oportunidad. Solo hay dos caminos después de cometer un error: hundirte en la miseria o aprender de él y sobrevivir. — comentó Bianca, recordando el día que conoció a Lady García.
— Entiendo. — Fermín sonrió complacido y se sentó a desayunar con su joven señora; si no lo hacía, ella se sentiría ofendida.
Para Bianca, Fermín era su abuelo por parte paterna. Su familia cuidaba de su viejo mayordomo con esmero, y aunque el sobrino de Fermín tomara el cargo de mayordomo, Fermín seguiría viviendo en la propiedad hasta el final de sus días.
Bianca terminó el desayuno y partió al palacio imperial; el asunto a tratar con su tío era de carácter urgente.
Al llegar al palacio, fue atendida de inmediato. El emperador estaba en una reunión con su gabinete cuando se le notificó de la llegada de la archiduquesa, y dio por terminada la reunión para recibir a su sobrina cuanto antes.
El emperador era un hombre que había vivido muchas vidas. Conoció el don que tenía la familia imperial: cuidar los hilos del destino. Aunque ya no tuvieran esa labor, él podía sentir cuando algo no andaba bien, y su sospecha la confirmó desde la carta que mandó el gran general.
—Majestad —dijo Bianca, inclinándose ante su emperador. En el pasado, solo hacía una leve reverencia, ya que, al ser la primera princesa, gozaba de muchos privilegios. Pero desde que tomó el cargo de archiduquesa, debía mostrar más respeto y sumisión ante su soberano.
—No hace falta tanto protocolo, estamos solos. Dime, ¿qué encontraste? ¿Por qué vienes tan apresurada? —interrogó con ansias el emperador a Bianca.
—No eran simples ladrones; esos hombres estaban buscando algo... —Bianca hizo una pequeña pausa, sabía las consecuencias que traería a la familia imperial esta información.
—Ellos estaban buscando el paradero de la difunta madre de Victoria. Los disturbios causados en los tres territorios fueron una distracción para llevar a cabo su investigación —confesó Bianca, sintiendo el peso de lo que vendría.
—¡Imposible! —gritó el emperador, exasperado.
—Fue por la frontera del este que pasaron a la niña. Uno de los hombres confesó que el rey estaba cerca de descubrir el paradero de la mujer, pero la pista se había perdido entre el archiducado, el marquesado García y el condado Leyer —dijo Bianca con preocupación. Esos hombres no serían los únicos que enviarían para descubrir el paradero de Victoria.
— ¿Cuántas personas saben de esto? — El emperador estaba comenzando a temer por la seguridad de su hija; no pensó que este momento llegara tan pronto.
— Solo mis hombres de confianza. Ellos no dirán nada, son fieles al gran general y al archiducado. — La situación era preocupante y Bianca lo sabía muy bien, ese veneno complicaba todo.
— ¿Dónde está ese hombre? — preguntó el emperador con su mirada oscurecida.
— Muerto, tío. No podrás ocultar la verdad acerca del origen de la princesa victoria por mucho tiempo; lo mejor sería deshacerte de ese hombre, pero es casi imposible hacerlo. — Bianca estaba frustrada; el destino de su prima no podía ser más cruel.
— Lo sé, no es tan fácil matar a ese hombre. Entrar en su corte o palacio es imposible; sus tácticas en batallas son desconocidas. Es ir a una guerra a ciegas, donde podríamos morir todos. A pesar de ser solamente un reino, han acabado con los reinos que están a su alrededor como si fueran insectos. — Varios imperios comenzaban a notar que la situación respecto a ese reino era preocupante.
— Veneno, utilizan un veneno que debilita a nuestros soldados con tan solo el roce de sus espadas, a pesar de ser tan débiles. — La frustración en Bianca era cada vez más grande.
— Solo hay una solución: dentro de unos meses, Victoria partirá de estas tierras hacia su destino. Casarse con un emperador es lo único que puede romper con esa maldición impuesta por su progenitor. — La decisión ya estaba tomada; el emperador sentía que le estaba fallando a su hija, pero prefería verla casada con un buen muchacho que ser un objeto en las manos de ese infame hombre.
— ¿No hay otra opción? — Bianca se negaba a creer que fuera la única solución, pero en el fondo sabía que su tío tenía razón.
— Si la hubiera, no permitiría que mi hija se casara de esta manera. No solo está en riesgo su integridad, sino también la de su descendencia. No podré proteger a mis hijos para siempre; ese matrimonio romperá ese nefasto pacto y la descendencia de mi hija podrá ser libre de escoger su propio camino.
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