Violeta, La Nueva Esposa Del CEO

Capítulo Veintiuno

Desperté con dolor de cabeza y tras tomarme un minuto recordé lo que había pasado. Besé a Ignacio anoche. ¿Por qué lo hice? ¿Ahora qué haría si él me mencionara el tema?

–Buenos días, Vi –dijo él aún a mi lado. Entonces me di cuenta ¿Qué hacía él en mi cama?

–¿Por qué dormiste aquí? –le pregunté intentando que no se notara mi cara de espanto.

–Mi madre nos vio besándonos anoche y creyó que nos habíamos reconciliado –dijo mientras se ponía de pie y me dejaba admirar sus preciosos músculos.

–Ah, claro –dije y me puse de pie. Abrí grande los ojos de la impresión y volví a preguntar–. ¿Tu madre nos vio besándonos?

–Sí, ¿no lo planeaste para que no sospechara? –me preguntó y no me quedó otra opción que decirle que sí. ¿Qué iba a hacer?

–Claro que sí. Es solo que fueron muchas cosas las que hablamos ayer –dije tratando de sonar natural.

–Fue actuando ¿Verdad? –me preguntó poniéndose de pie frente a mí, ya no se veía tan alto e imponente como cuando lo conocí. Aun así, me llevaba como dos cabezas–. Estuve pensando, hasta que descubra que es lo que mi ex se trama, podríamos descansar de esto de la inseminación artificial. Me gustaría no tener que pensar en tantas cosas. ¿Qué dices?

–Sabes que haré lo que me pidas. Si quieres un mes por mí está bien –le aseguré.

–Genial, nos quedan quince días hasta que empieces las clases. Y ya que tu madre sigue grave, me parece que podríamos irnos a una cabaña que tengo a media hora de aquí en helicóptero. ¿Qué dices? Solo nosotros para poder descansar–dijo y me miró como si de verdad esperara mi opinión.

–Por mí está bien –dije extrañada.

–Genial, mi padre quedará a cargo de la empresa. Empaca lo que desees llevar, y no te preocupes por tus cuadros. Si quieres pintar los enviaremos también, Ya hice comprar todos tus materiales para que tengas un cuarto exclusivo para hacerlo –dijo y salió de mi cuarto. ¿Qué se suponía que le ocurría a este hombre?

Seguramente después del golpe anímico que su ex le había dado con lo del bebé se había vuelto un poco loco. Claro, esa era la única respuesta. Después de preparar todo fuimos a ver a mi madre al hospital. Ella aún no despertaba y todavía no conseguían el trasplante. Aun así, su salud mejoraba de a poco, ya que podían volver a colocarle la alimentación por sonda.

–Tranquila Vi, tu madre es una luchadora como su hija. Estoy seguro de que cuando le realicen el trasplante estará de nuevo contigo –me dijo Ignacio y me abrazó.

–Gracias por acompañarme, sé que retrasó tu viaje –me gustaba esta extraña cercanía que empezábamos a tener.

Pasaron solo dos horas desde que me desperté y ya estábamos en la supuesta cabaña de Ignacio. Era una maldita mansión. ¿Quién hace una mansión en el medio de la nada rodeada de árboles y selva? Esto no era crepúsculo, pero ahí estábamos en su castillo de otoño. ¿Cuánto dinero tenía la familia de este hombre?

–Esto es una cabaña? –no podía guardármelo, tuve que quejarme.

–¿De qué hablas? –me preguntó el desvergonzado que se hacía llamar mi esposo–. Es de mi familia, no es mi estilo.

–¿Dónde está mi cuarto? Necesito usar el tocador –dije y me indicó con su mano.

Una vez que entré en el dormitorio quedé sorprendida. Ignacio me había preparado un desayuno con donas. Este hombre pretendía hacerme subir de peso a la fuerza. Sonreí, y me robé un bocado antes de ir al baño. Al salir, él ya estaba sentado tomando su café.

–¿Te gustó la dona? –me preguntó mostrándome el cuerpo del delito en su mano.

–¿Cómo sabes que fui yo? –le pregunté y se puso de pie, vino hasta donde yo estaba y me dio un beso en la mejilla, pero sentí su lengua, por lo que lo aparté de mí–. ¡¿Qué haces?!

–Solo te ayudaba a limpiarte el chocolate que te quedó por comer la dona sin mí –dijo y me sonrojé.

–Eres un tonto, no te pongas así conmigo, ya que no hay nadie aquí como para que tengas que mostrarte tan cariñoso –le indiqué y me senté a desayunar.

Pese a que la mansión en el bosque era enorme, solo estábamos él y yo, por lo que cuando sentí hambre después de pintar un rato fui a la cocina y me sorprendí de ver a Ignacio cocinar.

–Estaba por llamarte –dijo mientras lo veía con los platos en las manos–. No debes descuidar tu alimentación.

–Gracias. Supongo que lo olvido al no tener a mis cortesanas cerca –dije y me senté a la mesa.

–¿Te refieres a Margarita y Rosa? –me preguntó mientras me pasaba los cubiertos.

–Claro, cuando llegué a la mansión no me dejaban hacer nada sola. Creo que es un desperdicio de su tiempo –probé la comida, sabia, deliciosa–. Eres muy bueno cocinando.

–¿Crees que por ser hombre y rico no sabría hacerme de comer? –me preguntó como si lo hubiera ofendido–. Mis padres siempre estaban ocupados, por lo que cuando llegaba golpeado del colegio me escondía en la cocina. Pasé el tiempo suficiente para aprender algunas cosas.

–Ahora que eres un hombre con influencias. ¿No desearías golpear a todos los que te molestaron cuando eras chico? –le pregunté por curiosidad.

–¿Qué diferencia habría? Prefiero ir a unos cuantos colegios todos los años a mostrarle a niños con mis mismas dificultades que se puede salir adelante. No fue fácil quedar como el CEO de la empresa de mi familia. No solo Juan Manuel está en la lista como sucesor. He acabado con cada uno de los que ha intentado derrotarme y pienso seguir haciéndolo –me aseguró orgulloso.

–Mario me dijo una vez que si me tratabas bien era porque te agradaba. ¿Cómo tratas a las personas que no te caen bien? –le pregunté y me aseguró que era indiferente con todo aquel que no le generara emociones–. ¿Serás indiferente con Paola?

–Estoy aquí contigo y no en el hospital con ella. Tiene lo que necesita para estar saludable, hasta saber si ese niño es mi hijo. Cuando nazca aceptaré que viva en el mismo techo que yo hasta que la edad de nuestro hijo sea la suficiente para decidir con quién quiere vivir. Después le permitiré irse con su madre si lo desea. Sin embargo, no pretendo vincularme con ella. Tal vez si hubiera llegado antes habría podido perdonarla –dijo Ignacio mientras levantaba los platos.

–¿Cuán antes? –pregunté, pero trajo un pastel de fresas y chocolate–. ¿Tú lo hiciste?

–Me molesta que sigas preguntando eso. ¿A caso vez a alguien aquí aparte de nosotros? –me preguntó, pero no respondí. Al tener esa porción de pastel en mi poder no pude evitar olerlo y luego comerlo.

Autora: Osaku