En un matrimonio desgastado por el machismo y la intromisión de su suegra, Lara Herrera vive atrapada entre el amor que alguna vez sintió por Orlando Montes y la amargura de los años. Su hija Rashel, una niña de seis años, es su único rayo de luz en un hogar lleno de tensiones. Pero todo cambia trágicamente cuando un descuido termina en la pérdida de Rashel, una tragedia que lleva a Lara a enfrentarse a su dolor, su culpa y a la decisión de romper con una vida de sufrimiento para buscar su redención y sanar sus heridas.
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Un beso inesperado y recuerdos del pasado
Los días pasaron y Cristóbal continuó mostrándose atento y detallista con Lara. Siempre encontraba una manera de sorprenderla, ya fuera con un café caliente en las mañanas, flores en su escritorio o simplemente palabras de aliento cuando notaba que su ánimo decaía.
—Buenos días, hermosa. le dijo una mañana, dejando una taza de café sobre su escritorio.
Lara levantó la vista y sonrió.
—Cristóbal, no tenías que hacerlo.
—Claro que sí. Sé que amas el café, y también sé que te desvelaste anoche organizando las cosas pendientes de la clínica . Necesitas energía.
Ella tomó la taza y suspiró. Era tan considerado, tan diferente a Orlando en ese aspecto. Cristóbal no solo decía que le importaba, sino que lo demostraba con acciones.
Esa noche, al salir de la clínica, Cristóbal la sorprendió con otro gesto.
—Ven conmigo, quiero mostrarte algo.
Lara lo miró con curiosidad pero aceptó. Terminaron en un mirador con vista panorámica de la ciudad. Las luces titilaban en la distancia y la brisa era fresca y agradable.
—¿Te gusta? preguntó Cristóbal con una sonrisa.
—Es hermoso.
—Pensé que te vendría bien un respiro después de tanto trabajo. Quiero que sepas que puedes contar conmigo, Lara. No tienes que cargar con todo sola.
Ella sintió un nudo en la garganta. Cristóbal era un hombre noble, paciente y lleno de detalles.
—Gracias por todo, Cristóbal. Eres increíble.
Él la miró con ternura, acercándose lentamente. Lara sintió su corazón latir con fuerza cuando Cristóbal tomó su rostro entre sus manos y rozó sus labios con los de ella. Fue un beso suave, sin prisa, como si esperara su reacción.
Por un momento, Lara se dejó llevar, pero luego se separó con los ojos llenos de confusión.
—Cristóbal, yo…
—Shhh… no tienes que decir nada. No quiero presionarte. Solo quiero que sepas que estoy aquí, y que mis sentimientos por ti son sinceros.
Lara asintió, pero su mente era un torbellino. Se sentía extrañamente bien con Cristóbal, pero a la vez, algo en su interior la detenía.
Mientras tanto, en su departamento, Rafael se encontraba solo, sumido en sus pensamientos. Ver a su hermana enfrentando nuevos sentimientos lo hizo reflexionar sobre su propia vida.
A sus 45 años, nunca se había casado, y aunque muchos decían que era porque era demasiado exigente, la verdad era otra: su corazón había pertenecido a una sola mujer.
Anabel.
Su mente lo llevó al pasado, a aquella joven de cabello oscuro y sonrisa dulce que le robó el corazón cuando aún era un estudiante de medicina. Se enamoró profundamente de ella, pero ese amor nunca fue correspondido.
Anabel siempre lo vio como un amigo. Y cuando se casó con otro hombre y formó una familia, Rafael entendió que no había nada que hacer. No era para él.
Desde entonces, dejó de buscar el amor activamente. Se refugió en su trabajo, en su pasión por la medicina.
"Si no podía reparar su propio corazón, al menos podía curar los de los demás."
Por eso se convirtió en cardiólogo. Porque creía que, aunque no pudiera encontrar a la mujer indicada, su propósito en la vida era darle una segunda oportunidad a otras personas.
Suspiró profundamente y miró el reloj. Tal vez algún día el destino le tenía reservada a alguien… y si no, al menos tenía su vocación.
Y con esa última reflexión, apagó la luz y se dispuso a descansar, sin saber que el destino aún tenía planes para él.
felicitaciones autora!!!
Me conmovió hasta las lágrimas, la sentí, la viví y sin dudas la disfruté ... Gracias por compartirla...
FELICITACIONES 👏👏👏👏