Marcel Dávila había pasado la noche con un desconocido al haber sido drogada por su madrastra. Como resultado de esa noche, ella quedó embarazada y, por sugerencia de la malvada mujer de su padre, ella se vio obligada a casarse con un hombre cruel, muriendo en manos de este.
Pero el guardián de las almas decidió darla una nueva oportunidad a Marcel, regresándola al pasado, justo cuando ella descubría su embarazo y para cambiar su destino, ahora ella debe de encontrar al padre de su hijo, sin imaginar que se trata de Anubis Salvatore, duque del imperio de Azulea, un poderoso y temido hombre lobo. ¿Qué pasará cuando Marcel lo encuentre? ¿Anubis aceptará a su hijo?
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El regreso
Marcel al ver a la nana sin habla, le dice:
– Mi querida Nana, sé que tienes preguntas que hacerme, pero por el momento yo solo deseo comer algo – dice ella con una sonrisa
Dicho eso, la Nana salió de la habitación y sin que nadie la vea, fue a buscar algo de comer a la cocina y en poco tiempo, regresó a la habitación con una bandeja con mucha comida.
Marcel cuando vio la comida sintió emoción en su corazón, y desde que la nana se la colocó delante, ella empezó a comer como si no hubiera un mañana.
– Niña cuidado si te ahogas, nadie te quitará la comida – dice la Nana riéndose de ella
– Nana... Esto está delicioso – dice ella con la boca llena.
– Por amor a Dios Marcel, qué modales son esos niña, que diría tu madrastra si te ve así – dice ella y Marcel no hace caso de las palabras de la nana y sigue en lo suyo, rato después ella ya estaba satisfecha hasta más no poder, y estaba lista para hablar con la Nana.
– Nana vas a ver cómo todo va a cambiar para bien, no tienes que preocuparte por nada, un día me vengaré de esta mujer y su hija, y hoy es ese día para ir tomando venganza – dice ella levantarse de la cama rápidamente y sale de la habitación
La nana le siguió también para ver qué ella no se meta en problemas, ya que tiene por ella y el bebé.
En poco tiempo ambas estaban frente a la oficina del marqués, esperando que esté le autorice la entrada.
Cuando se oyó la autorización de pasar, ambas pasaron dentro
– Padre, gracias por recibirme en este día – dice ella haciendo una reverencia
– No tienes que hacer una reverencia hija, soy tu padre. ¿Dime en qué te ayudó?– dice él sonriendo a su hija, la cual cada día se parece más a su madre.
– Padre, me gustaría que usted y yo vayamos a mi habitación para mostrarle algo – dijo ella apenada.
– Ahora tengo mucho trabajo, iré en cuanto me desocupe – dice él para regresar su vista a los papeles que tenía frente suyo.
– Padre, si no fuera importante, yo no vendría hoy a usted – dice ella casi llorando.
Él al ver a su hija así, se levantó de la silla y se fue a su lado.
– Vamos Marcel, pero que sea rápido – dice este serio ya que hoy tiene mucho trabajo que hacer.
Ella tomó las manos de su papá para irse de la oficina, y en poco tiempo ya estaban frente a la habitación que le pertenecía a ella, la cual desde afuera se ve lo antigua que es.
Cuando entraron a la habitación, el marqués casi le da algo, ya que la habitación de su hija parece una habitación de plebeyos, y aunque esta está limpia, no tiene las condiciones necesarias para una joven noble vivir en ella.
–¿Por qué estás durmiendo en este cuchitril Marcel que es esto hija por Dios?– pregunta el marqués indignado por ver semejante cosa.
– Padre, desde que la marquesa y su hija llegaron a la mansión, esta es mi condición – dice ella llorando, para luego abrir las puertas del closet y mostrar los vestidos más feos y viejos que el marqués se pueda imaginar, y los zapatos están peor, ya que solo ve bueno, el único par de zapatos que le regaló para su cumpleaños.
Hija, ¿Qué está pasando aquí?– pregunta el marqués con cara sería.
– Padre, esto que ve aquí es lo único que puedo tener, ya que la marquesa me obliga a darle mis cosas a mi hermana, mi habitación también fue llevada por ellas dos _ dice ella llorando con lágrimas en los ojos cosa que causo que el marqués se siente indignado.
– Hija, porque has permitido que pase eso bajo tu mismo techo, Marcel decir que no, no te hace mala chica, todo lo que tengo en un futuro será tuyo, pero, sino te defiendes, lo que te pertenece, también otros se lo llevarán. Nana ve a buscar a Susana y a su hija, necesito arreglar un par de cosas con ellas dos y de paso dejar también unas cuantas cosas claras – dice este con enojo para luego tomar los vestidos feos y zapatos viejos y procede a sacarlos del viejo armario de la joven, así tirarlos todos en el piso del pasillo.
La nana por su parte, cuando le dieron la orden, fue en busca de la marquesa y su hija, y al llegar a su presencia, ellas estaban en la sala de estar disfrutando de una agradable plática y estaban tomando té y comiendo postres, como todas unas damas nobles.
– Señora Susana y señorita Elena, el marqués la manda a buscar ambas – dice la Nana bajando la cabeza para no encontrar problemas, pues la servidumbre tiene prohibido ver a Susana a los ojos.
Ambas, al escuchar que el marqués las estaban buscando, se levantaron de sus cómodos asientos y dejaron los que estaban haciendo, y las tres salieron de allí de la sala de estar, para irse a dónde está el marqués.
No más de cinco minutos las tres estaban ya llegando, y cuando iban llegando, las dos mujeres vieron la ropa de Marcel en el piso y se alegraron, ya que creían que ella por fin se iba de la mansión, y les dejaría el camino libre, pero al llegar dentro de la habitación, la sonrisa se le borró del rostro
–¿Me puedes decir que está pasado aquí Susana?– le pregunta el marqués a Susana y está estaba muda, ya que no sabía qué estaba pasando.
– Esposo, no sé qué pasa, apenas estoy llegando ¿Cómo se supone que voy a saber qué hizo tu hija como para que tú le lance la ropa fuera de la habitación? Si estás haciendo eso, es porque ella se ha comportado mal, de eso estoy segura, ella es una mala chica – dice ella con una sonrisa de burla, pues le encanta ver mal a Marcel
El marqués si antes estaba enojado, ahora lo está al doble
– Tú... ¿Cómo dices eso de mi hija? Si lanzo esa ropa fea fuera de esta habitación, es porque esa ropa no sirve ni para trapo de cocina, y según me dice la niña, tú la obliga a darle sus cosas a tu hija, cuando en realidad, yo cada mes le doy a cada una la misma oportunidad de tener la misma cantidad de cosas de valor, y lo que es peor, le has quitado también su habitación, y ahora vienes a acusarla de mala chica – dice el iracundo
Antes tales palabras, la mujer no sabía que decir, pues estaba preparada para todo menos para algo así
yo con mucho gusto acepto ser la nueva madrastra de Marcel