Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 18
Capítulo 18
La noche de la fiesta en el palacio llegó, y no pude evitar sentirme un poco como un pez fuera del agua. El lugar estaba deslumbrante, con luces brillando en todos los rincones, candelabros que colgaban como estrellas en el techo y una música suave que llenaba el ambiente. Los nobles conversaban entre ellos, luciendo impecables, mientras las risas y murmullos se mezclaban en el aire. Un evento como este, con todo su lujo y elegancia, nunca había sido precisamente mi ambiente, pero con mis fieles acompañantes, Isabela y Leopoldo, me sentía un poco más tranquila.
Ambos, con su estatus de nobleza poco reconocido y sus conflictos familiares, parecían estar disfrutando de la fiesta mucho más que yo, como si todo esto fuera una especie de espectáculo fascinante. Mientras yo intentaba simplemente pasar desapercibida, ellos comentaban sobre todo con entusiasmo: los vestidos, la comida, las conversaciones que tenían lugar. Isabela, que no perdía ni un solo detalle, susurraba a mi oído cada vez que alguien hacía una entrada dramática al salón. Leopoldo, por su parte, se dedicaba a analizar a los invitados con una precisión que me hacía reír.
—Mira ese tipo. No sé si se ha puesto más perfume o más joyas.—comentaba Leopoldo, señalando a un noble con más collares que una tienda de antigüedades.
—Es un hombre de buen gusto, lo diré. —respondía Isabela, mientras levantaba su copa con aire de crítica, aunque no podía evitar mirarlo de arriba a abajo.
Yo, por supuesto, trataba de mantener una actitud más tranquila. Estaba allí para ver, para disfrutar de la atmósfera, pero los dos parecían estar más atentos a los detalles que a mí me pasaban desapercibidos. Mientras ellos se entretenían en sus observaciones, yo estaba más interesada en la comida y en cómo podrían afectar mis platos a los gustos de la alta sociedad.
Fue entonces cuando los príncipes hicieron su entrada. Como era de esperar, todos los ojos se volvieron hacia ellos. Ambos hermanos, guapos y elegantes, caminaban con una confianza que casi era palpable. Las mujeres suspiraban, los hombres les mostraban respeto y admiración. Y yo… bueno, yo estaba más concentrada en cómo se veía la mesa de los aperitivos que en los príncipes, pero con disimulo, para no ser notada. Aunque no pude evitar oír que Isabela y Leopoldo coincidían en lo guapos que eran, ambos hermanos.
Sin embargo, lo que realmente me sorprendió fue la reacción de Evelin. Cuando los príncipes fueron presentados, ella los miró un instante, pero en lugar de quedar impresionada, se dio media vuelta y se dirigió directamente a la mesa de la comida, sin perder el ritmo. Fue tan evidente que todos los presentes la miraron, como si no pudieran creer lo que acababan de ver. Evelin, sin siquiera inmutarse, tomó una copa de vino y luego comenzó a servirse algunos aperitivos.
Isabela y Leopoldo se miraron entre ellos y luego se volvieron hacia mí.
—¿Acaso está loca? ¿Quién se atreve a ignorar a los príncipes así?—dijo Isabela, mientras arreglaba su peinado con una mano, sin dejar de observar a Evelin.
—La chica tiene agallas. No me imagino cómo habrá conseguido esas bolas de arroz…—comentó Leopoldo, que, por alguna razón, estaba más interesado en la comida que en los príncipes.
Yo no pude evitar reírme, lo que fue un error fatal, ya que, en ese preciso momento, los tres dirigieron su mirada hacia mí, no solamente los príncipes, sino Evelin también. Y no fue una mirada cualquiera, fue esa mirada penetrante y llena de interrogantes que me hizo sentir como si hubiera cometido algún crimen de lesa majestad solo por reírme. Evelin, por su parte, parecía completamente ajena a la atención que le prestaban. Mientras tanto, los príncipes me observaban fijamente, como si les hubiera hecho algo terrible, y no pude evitar pensar: ¿qué les pasa? Si ni siquiera los conozco!
A pesar de todo, la situación me resultó irónicamente graciosa. Quienes parecían ser los más importantes de la sala, los príncipes, estaban más atentos a Evelin, que a toda la fiesta. Y mientras Isabela y Leopoldo comentaban lo absurdo de la situación, yo intentaba no reír más, porque claramente eso no les agradaba mucho a los príncipes.
Evelin, por su parte, ni se molestó en mirarlos. Ella estaba más centrada en su comida y en el vino que estaba saboreando con calma. Para ella, parecía que todo lo demás era un mero ruido de fondo.
Mientras tanto, mis dos amigos seguían su conversación, ajenos a la tensión que se había generado. Me sentía como una espectadora de una obra que no pedí ver, pero sin duda no dejaba de ser interesante.
Tal vez no entendiera todo lo que estaba pasando en esa fiesta, pero por lo menos pude comprobar que Evelin tenía una forma muy peculiar de llamar la atención... sin siquiera intentarlo, ¿será el poder oculto de la protagonista?