Christian Moltanba es el principal sospechoso de cometer tres asesinatos, por esta causa, es llevado a la pena de muerte. El muere sin conocer a su hijo, Mathias, el cuál también es hijo de Ana Lucia, una joven abogada que luchó hasta el último momento junto a Christian, pero la muerte del joven la deja a ella en peligro, y se ve obligada a casarse con el más longevo de la familia Montalbán. El señor William. quién después de la muerte de Christian, reaparece luciendo mucho más joven.
lo cierto es que el deceso de Christian no quedará impune, pues Moltanba regresará del mismo infierno para hacer pagar a todos sus enemigos y así poder demostrar que es inocente.
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La decisión del abuelo.
La joven abogada ha estado pendiente de las noticias y todo lo que tenga que ver con este caso. Es evidente que lo hace por su hijo, Mathias es lo único que le preocupa. Es por su hijo que sería capaz de ayudar a este presunto asesino.
En ese momento, la mirada de Christian, se detuvo justo en el suelo y apretó con furia sus manos. —¡Soy inocente! Mis abogados y amigos también. No he matado a nadie, pero juro que lo puedo hacer. Si tengo que ir a prisión, lo haré con gusto, pero antes, me llevaré conmigo a la persona que me está perjudicando. Aseguró con firmeza.
Minutos después, Ana Lucia estacionó afuera de una humilde casa y titubeó al añadir. —¡Esta era la casa de mis padres, se pueden quedar aquí! Evidentemente, lo pensó dos veces, antes de meter a estos desconocidos a la sagrada casa de sus padres.
Mientras que Montalbán y su madre, no tenían a nadie en quien confiar, y no les quedó de otra más que bajarse del auto; sin embargo, Christian se demoró un poco, y antes de que Ana Lucia bajara, él le cerró la puerta y dijo. —No sé qué motivos tienes, si eres amiga o enemiga, pero solo hazme un favor. Quiero que vayas al edificio de los Montalbán, busca a mi abuelo y dile que soy inocente, que limpiaré mi nombre y el apellido de la familia. William era la única persona en la que el chico podía pensar. Su abuelo no resistirá una noticia como esta, sabe que ahora no la debe estar pasando bien.
Las suplicantes palabras del joven hicieron que Ana Lucía asintiera con la cabeza. Esa mañana despertó, como cualquier otro día, algo rutinario y aburrido como de costumbre; no obstante, ahora ayuda a un supuesto asesino que además es el padre de su hijo.
—¡Veré qué puedo hacer! No le contesto con seguridad, ella no tenía ni la más remota idea de cómo llegar a ese edificio y mucho menos de como luce el tal William.
Por otro lado, Samir se encontraba de espalda y al dar la vuelta, mostró su bello y encantador rostro, parecía esculpido por la mano de dios, un rostro perfecto, pero un corazón tan negro como el petróleo.
—¡He ganado! La presunción se pudo sentir en el aire, la avaricia y la codicia lo llevó a donde está ahora.
—Mi castillo y sueño, están por hacerse realidad, mi hora ha llegado. ¿No es así, padre?
Leónidas miró con miedo a su hijo… ¿Y cómo no? Si ahora está postrado en una silla, está en estado vegetativo y su lengua parece que fue extraída.
—Mmm…. Leónidas emitió un sonido un tanto temeroso. Ese hombre es el único testigo de todo lo que sucedió la noche anterior. Pero, por desgracia, no puede hablar.
—¿Qué dices? Samir se inclinó con una mano alrededor de su oído y tuvo la osadía de burlarse de su padre. —¡Lo siento! No puedo escucharte. Respondió entre burlas. Luego tiró levemente la silla y alejó a su padre. —¡Un estorbo! Eso es lo que eres. Murmuró antes de ver al jefe de la policía y ordenar. —¡Busca al bastardo, que pague lo que hizo y si se resiste, entonces, dale un pase al otro mundo!
—Así lo haré, señor, pero parece que se lo ha tragado la tierra, según mis hombres…
—Patrañas…. Samir lo interrumpió. Ese hombre le diría lo que sucedió, que Margarita había mentido, que ayudó a Christian, pero Samir no le permitió hablar.
—Lárgate, y si regresa, será cuando me traiga buenas noticias. El rostro de Samir, cambió al enfadarse, y frunció el ceño debido a eso. No puede permitirse fallar ahora que ha puesto en marcha el plan de quitar a su medio hermano del camino. Solamente él, sabe lo que se siente tener el desprecio del abuelo William, de no ser el favorito, pero desde niño mostró que no era el indicado para llevar la compañía que William fundó con mucho amor y devoción. Christian lo tenía todo, una mente brillante, técnicas y estrategias para hacer negocios, además de mostrar que es aguerrido e imparable.
Al día siguiente, en el edificio Montalbán, una de las secretarías levantó la mirada al sentir que alguien se acercó a su escritorio.
Buen día, ¿tienes cita? Dígame su nombre para comprobar si está en la lista de los invitados a la conferencia. Ella miró la antes mencionada lista, y espero escuchar el nombre de la joven.
—¡Ni se moleste! Mi nombre no forma parte de esa lista, solamente quiero hablar con el señor William. La joven decidió ayudar a Chis, sin saber que está por cambiar el rumbo de la historia, sin saber el peligro que acarreará por su decisión.
—No será posible, él está en una reunión. La secretaria fue tajante y hostil al contestar.
Sin embargo, Ana Lucia está dispuesta a terminar rápido con ese asunto, por lo tanto, levantó la mirada y detalló cada una de las puertas, buscaba una en particular y cuando por fin la encontró, se dio la vuelta y añadió.
—¡Esto es de vida o muerte! Luego camino y al llegar a su objetivo, se detuvo y abrió con prisa.
—Señor William. Ella quedó perpleja al ver que el señor no estaba solo, la oficina parecía ser tan pequeña y es que estaba llena de reporteros y socios del comercio y la industria.
—¿Y ahora qué hago? Ella se rascó la cabeza… «Piensa, rápido, pequeña, tonta», tras ese pensamiento se mordió el labio y sintió temblar su cuerpo.
—Señor William… Ana mencionó aquel nombre, entre tantos, ella no tenía ni idea la más mínima idea de a quién rayos tenía que buscar. Por suerte, su cabeza pensó rápido.
—Señor, ¿quieres que la saque?
La secretaria había corrido detrás de la chica.
Se dice que nada está escrito, y un hombre como William es experimentado, cuando más oscuro, es porque está por llegar el amanecer, una luz y, eso es lo que él esperanzaba.
—¿Quién eres? Preguntó, el hombre más longevo.
—Yo… ella se volvió a morder el labio, no sabía qué hacer, parecía una pequeña mujer tonta frente a tanta mente brillante.
—Tenemos que hablar, al llegar al edificio escuché algo, y le aseguro que lo que diré, cambiará esa decisión que ha tomado.
Esa mañana William clamó a Dios por un milagro, pues está por desvanecer la empresa y donar todo su dinero. Él no puede dejar que su nieto Samir se quede con todo, pues cree que no es merecedor del esfuerzo de años.
—¿Qué tan importante es? Él podía ver que la respiración de la joven era algo agitada y, por alguna razón, sintió curiosidad de escuchar lo que tenía que decir esa joven.
—No me iré sin que me escuches, solamente pido unos minutos de su valioso tiempo. Agregó Ana con los puños apretados y muy decidida.
—Me disculpan, no tardaré nada. El señor William se puso de pie y caminó despacio, pues sus cansados pies no dan más.