El Señor Oscuro Y La Gran Bruja De La Calamidad

Lisa Bellstar y el conde Declan Tempest de Netirvania, se encontraban en el hermoso jardín de la academia. Ambos disfrutaban de la brisa refrescante de la mañana y de los rayos cálidos del sol, que llovían sobre ellos. Ambos tenían mucho que averiguar del otro, y dedicaban este pequeño tiempo para conocerse un poco más, después de todo ahora estaban comprometidos.

«No estoy muy cómoda con esta situación, pero no culpo a nadie más que a mi familia... Toda la vida fui engañada por mis padres, y ahora de la nada esperan que me case con el conde, así sin previo aviso. Aunque la verdad, viendo al conde, la idea no es tan mala después de todo... ¡Pero me molesta que traten de controlarme y también que me hayan mentido!, ya hablaré con ellos en su momento, por ahora trataré de sacarle más información a Joss, y también voy a tratar de convivir un poco más con mi "prometido". Necesito distraerme un poco para olvidar todo el horror de la fiesta de bienvenida... Nunca pensé que este día llegaría; es más ni siquiera me había imaginado comprometida con ningún noble, creo que sigo soñando».

– Es un lindo día ¿no lo cree milady? –preguntó el conde, con su mirada clavada en el cielo.

– Absolutamente milord. –respondió Lisa, con una cálida sonrisa–. Hacía mucho tiempo que no sentía el calor del sol por las mañanas, normalmente me la paso estudiando en la biblioteca o en mi habitación desde muy temprano. *suspira* Hasta había olvidado cómo se sentía.

– Vaya, justo iba a preguntar sobre sus actividades diarias, gracias por facilitarme un poco esa información. –El conde le devolvió la sonrisa.

– ¡De nada, es un placer! –Lisa bajó la mirada, ya que se había sonrojado–. La verdad es que mi rutina no es para nada interesante, tan solo estudio mucho para mantener mi buen promedio, con la esperanza de algún día graduarme con honores. Durante mis tiempos libres tampoco hago mucho; como sabrá, no tengo muchos amigos, normalmente las personas de mi edad tratan de evitarme, por el rango que ocupo en la nobleza, así que busco mi propia compañía en la soledad y me distraigo pensando en... "Cosas muy personales". –Lisa chasqueó con la lengua y después rió con nerviosismo–. Seguro piensa que soy una especie de rata de biblioteca, y la verdad lo entendería. Tal vez sería un poco más interesante si hiciera otras actividades.

– En absoluto milady. –dijo el conde, y retrasó su paso un poco más, como si quisiera ganar tiempo para seguir conversando–. En lo personal me resulta muy interesante que una persona busque ampliar aún más su conocimiento. No hay mejor manera de aprovechar el tiempo que buscando las respuestas a los grandes enigmas que hay en el mundo. Ya que en algunas ocasiones las encontramos y cuando eso sucede nuestro mundo cambia por completo.

Lisa estaba fascinada por la elocuencia y la amabilidad del conde. La idea del matrimonio forzado cada vez le desagradaba menos.

«Quiero preguntarle acerca de su familia, realmente tengo curiosidad por saber aún más de la relación de ambos clanes, pero siento que aún no puedo meterme con algo tan privado, además es la primera vez que hablamos con tantas formalidades, quisiera seguir averiguando más acerca de él» –pensó– ¿Cuál es su color favorito, excelencia? –preguntó Lisa, ansiosa por escuchar la respuesta.

– El rojo –respondió y vio en su dirección por un instante, luego clavó su mirada en los claveles que adornaban el arbusto más cercano–. Es un color muy curioso ¿no lo cree?, representa el odio y también representa al amor. Las dos emociones más poderosas que pueden habitar en el corazón de los seres humanos y que pueden iluminar vidas o ponerlas en peligro. Una dualidad tan hermosa, creada de tal manera que pareciera un juego me resulta muy atractiva... Pero desde luego yo prefiero pensar en el amor. En esta nueva era y en las que vendrán en el futuro, solo el amor podrá reconstruir lo que el odio de nuestros ancestros ha destruido.

Luego de escuchar esa respuesta Lisa se sonrojó nuevamente y se giró rápidamente. Tanto que fue mencionado el color rojo, que seguramente ahora no había nada más rojo que su rostro en este momento.

– Me encanta su punto de vista, milord, y lo comparto. El futuro no necesita más odio del que ya fue sembrado.

– ¿Puedo preguntar por el suyo, milady? –preguntó el conde.

– Azul –respondió Lisa–. ¿Sabe usted si el cielo tiene algún límite? –El conde se encogió de hombros, pero estaba muy interesado en seguir escuchando, y Lisa continuó–: Más allá de la extensión del azul del vacío, más allá de las nubes que van y vienen, más allá incluso del lugar en el que habitan las estrellas, ¿encontraremos ahí el límite para la infinidad de los cielos?, –Y al igual que el conde; Lisa respondió su propia pregunta–: No... No lo hay y si existe algún límite para su extensión yo nunca lo sabré, pero nada pierdo con intentar descifrarlo ¿cierto?, por eso a veces me gusta pensar en todo lo que no sé. Y en lo que podría aprender de ese uróboros infinito y desconocido... «Y no hay un enigma tan grande que habite en mis pensamientos, que el mero concepto de la infinidad... Deseo ser parte de ella, tal vez ahí encuentre también el fin de mi tristeza».

Lisa alzó su mirada al cielo, y vio con alegría la extensión celeste que se expandía hacía el vacío infinito del espacio. Por un instante su imaginación la hizo volar entre las nubes blancas y esponjosas, y mientras volaba, veía todo desde arriba; las grandes ciudades, las personas que se veían pequeñas como hormigas y las estrellas que se veían reflejadas en el manto del océano, que se había vuelto uno con el cielo, una vez que todas las nubes se habían esfumado. Entonces la jovencita Bellstar tuvo un sentimiento muy familiar, como si ahí perteneciera.

– ¡Oh, milady!, ¿se encuentra usted bien? –preguntó el conde. Estaba muy preocupado al notar que Lisa repentinamente estaba llorando a mares.

– ¿Oh, cómo pasó esto? *sorbe* –Lisa se quitó sus lentes y con el pañuelo que su prometido le ofreció, limpió sus lágrimas–. Me disculpo milord, creo que sobrepensé demasiado... «En realidad no siento tristeza en este momento, ni mucho menos ganas de llorar, ¿qué está pasando?». ¿Podría su excelencia darme unos minutos para arreglarme?, Me da mucha vergüenza que me vean así.

– Como usted desee milady, esperaré pacientemente su regreso.

Lisa se apresuró a buscar un poco de privacidad y fue directo al baño de damas. Y cuando finalmente sus lágrimas cesaron, buscó entre sus pertenencias un poco de maquillaje para mejorar su rostro que había quedado hecho un desastre.

Ella no lo había notado, pero todo este tiempo había sido vigilada por cuatro personajes, que la siguieron hasta el baño de damas, tan pronto como se separó del conde.

– ¡Vaya, hasta que por fin lo dejaste solo! –exclamó una de sus compañeras, acabando de entrar al baño; era una joven rubia de cabello corto y de tez blanca. Con ella venía un grupo de otras tres alumnas (su uniforme era muy parecido, pero poseía hombreras más elegantes y una corbatilla de tela plateada. Lo que significaba que cursaban el tercer año). El grupo rodeó rápidamente a la joven Bellstar–. ¿Tienes idea de lo estúpida que te ves a la par del conde?, alguien como tú no tiene ninguna oportunidad, y que sigas creyendo que puedes atreverte a tanto, es muy molesto.

– ¡¿Qué podrías esperar de un baronet?! –dijo otra de las abusivas–. Están tan desesperados por salir de su miseria que se aprovechan de los nobles de mayor estatus. ¿No recuerdan el escándalo que hizo la idiota de Esther y las mentiras que dijo para perjudicar al maestro Thompson?

– ¡Muy cierto! –apoyó otra de sus compañeras.

– ¿Tienes idea de lo aburrido que se vuelve estar recluida después de un rato? –preguntó otra más del grupo–. ¡Mientras nosotras nos morimos de aburrimiento, tú estás por ahí paseándote con el conde, revoloteando a su alrededor como una mosca!, ¡eso es muy injusto!

– ¡Eres muy molesta, Bellstar, definitivamente necesitas recordar cuál es tu lugar! –retomó la estudiante de cabello corto del principio, quien parecía ser la líder del grupo.

– ¡Señorita Bourbon! –replicó Lisa, y con mucha educación le hizo una reverencia–. ¡Entiendo muy bien su punto de vista, y me disculpo si les he hecho pensar que mis intenciones son aprovecharme de la situación o algo por el estilo –Lisa soltó una risa nerviosa–. De hecho yo también me siento un poco mal por aprovechar el permiso especial que el conde solicitó a la dirección, pero teníamos un tema muy importante que discutir así que...

Pero Lisa no pudo concluir con su explicación, ya que sus palabras tan solo habían enfurecido aún más a la señorita Bourbon, quien en un ataque de celos, la empujó con tanta fuerza que la hizo perder el equilibrio y cayó sobre sus rodillas.

– ¡No quiero escuchar tus excusas! –dijo, mientras veía a Lisa como si estuviera viendo a un insecto–. ¡Por culpa de la estúpida hija del barón Magnuson no pude ir a esa fiesta, y perdí la oportunidad de hablar con el conde en persona. Afortunadamente, secuestraron a esa perra, quien era el mayor obstáculo que se interponía entre el conde Tempest y yo, y con suerte estará muerta y no la veremos nunca más!, Pero hay muchas más como ella, que están interesadas en meterse en mi camino, como tú... Dicen que hasta bailaste con él en su fiesta, y que parecían una pareja hecha y derecha. Desde luego que vomité con tan solo imaginarme esa atrocidad, pero ahora que los vi paseando por ahí con toda la tranquilidad del mundo, como si no estuvieran haciendo algo malo, sentí algo mucho peor que solo ganas de vomitar...

La abusona hizo una pausa, y tras unos segundos dijo:

– Ahora solo quiero partirte la cara.

Lisa tragó saliva, y al ver que era superada en número trató de tranquilizar el ambiente con sus palabras, mientras retrocedía lentamente.

– Señorita Bourbon... ¡Su excelencia!, le suplico que solucionemos cualquier malentendido mediante el diálogo; si he cometido algún error o si mis acciones la han ofendido de alguna manera me disculparé, pero por favor, no es necesario llegar a tales extremos...

Una vez más Lisa fue interrumpida, esta vez con el ataque repentino de las estudiantes que la rodeaban, quienes la sujetaron de brazos para que no pudiera defenderse. La señorita Bourbon aprovechó para tomarla por el mentón y cuando estuvieron cara a cara, le dijo:

– ¡No me interesa escuchar tus disculpas, todo lo que has hecho me ha ofendido enormemente!, ¡creyéndote con el derecho de andar como si nada, metiéndote en el camino de la familia Bourbon y sus intereses!, Yo no soy como Lilliette Magnuson, no te voy a amenazar, voy a actuar de una vez.