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Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Casados Y Al Borde Del Caos (OMEGAVERSE)

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Omegaverse / ABO
Popularitas:2.2k
Nilai: 5
nombre de autor: GEMINI_K

Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.

Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse

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###**Capítulo 13: Ideas**

Jay se apresuró a agarrar un trapo y un bote de limpiador multiusos mientras Gio hacía lo mismo con toallitas húmedas. Ambos se arrodillaron junto al sofá, frotando con la desesperación de dos delincuentes encubriendo evidencia.

—Esto es tu culpa —murmuró Jay, tallando con fuerza.

—¿Mi culpa? —Gio lo miró con incredulidad—. Perdón, pero tú también estabas muy entusiasmado anoche.

—¡Eso no significa que tuviera que lidiar con esto a primera hora de la mañana!

—Bueno, técnicamente no es primera hora, ya vamos tarde.

Jay se detuvo un segundo, alarmado. Miró el reloj en la pared y su corazón se detuvo por una fracción de segundo.

—¡Mierda, es verdad!

La prisa se duplicó. Jay pasó un trapo empapado con limpiador mientras Gio secaba detrás de él, como si fueran un dúo perfectamente sincronizado en una competencia de limpieza extrema.

—Huele a lavanda —comentó Gio mientras frotaba una mancha persistente—. ¿Crees que lo noten?

—Si preguntan, diremos que quisimos aromatizar la casa —murmuró Jay.

Gio sonrió de lado.

—¿Para que huela a "noche de pasión encubierta"?

Jay le lanzó una mirada asesina.

Gio le revolvió el cabello con diversión.

—Relájate, amor. Vámonos al trabajo antes de que realmente lleguemos tarde.

Jay gruñó, poniéndose de pie de mala gana.

—Te odio.

—También te amo.

Con un último vistazo al sofá impecablemente limpio, ambos salieron de la casa, listos para enfrentar el día… o al menos intentarlo.

⋆。°✩

El viaje al hospital fue relativamente tranquilo. No podía evitar sonreír al recordar la desesperada sesión de limpieza con Jay y cómo su esposo se quejaba sin cesar.

Cuando llegó al hospital, el ambiente laboral se apoderó de él casi de inmediato. Apenas cruzó las puertas, se encontró con el bullicio típico de la mañana: enfermeras y médicos moviéndose de un lado a otro, padres llenos de preocupación sosteniendo a sus pequeños pacientes, y el inconfundible aroma a desinfectante mezclado con el débil rastro de café.

—¡Dr. Giovanni! —Una voz familiar lo llamó.

Gio se giró y vio a Marla, una de las enfermeras pediátricas con las que trabajaba a menudo. Era una mujer de mediana edad con gafas gruesas y una mirada aguda, siempre lista para mantener todo en orden.

—Buenos días, Marla —saludó con una sonrisa relajada.

—Buenos días, doc. ¿Llegando tarde otra vez? —preguntó con una ceja levantada.

—Solo cinco minutos —dijo Gio con una leve risa, quitándose la chaqueta y poniéndose la bata blanca.

—Eso es un récord para usted —comentó con ironía—. Por cierto…

Marla lo miró detenidamente, y Gio sintió que lo analizaba con la precisión de un halcón.

—¿Qué? —preguntó él, un poco a la defensiva.

—Nada, nada… —canturreó la enfermera con diversión—. Solo que su aroma es bastante fuerte hoy.

Gio parpadeó antes de que su cerebro captara lo que ella estaba insinuando. Maldición. Se había puesto su loción habitual, pero no había considerado que su aroma y el de Jay aún podrían estar impregnados en su piel.

—Debió ser el nuevo suavizante de ropa —mintió con la mejor expresión profesional posible.

Marla sonrió con evidente incredulidad, pero no dijo nada más.

Antes de que Gio pudiera huir de la conversación, otro colega, se acercó con una tableta en mano.

—Giovanni, necesitamos tu opinión en la sala tres. Tenemos un pequeño de cinco años con desnutrición moderada, pero sus padres insisten en que come bien. ¿Puedes echar un vistazo?

Gio asintió de inmediato, feliz de enfocarse en su trabajo.

—Por supuesto. Vamos.

Caminó rápidamente por los pasillos, dejando atrás cualquier pensamiento sobre la mañana caótica. En cuanto entró a la sala tres, su enfoque cambió por completo.

Sobre la camilla estaba un niño de cabello oscuro y grandes ojos marrones, abrazando con fuerza un peluche algo desgastado. Sus padres, una pareja joven con evidente preocupación en sus rostros, se levantaron en cuanto Gio entró.

—Buenos días, soy el Dr. Giovanni. Vengo para hablar un poco más sobre la alimentación de su hijo —se presento con voz calmada y después se acercó al pequeño cambiando totalmente de personalidad .

—¡A ver, campeón! —Gio exclamó con entusiasmo, frotándose las manos como si estuviera a punto de hacer un truco de magia—. Vamos a revisar esa pancita. Pero antes… dime, ¿quién es más fuerte? ¿Tú o yo?

El niño, un pequeño de cinco años con mejillas regordetas, lo miró con desconfianza antes de señalarse a sí mismo con orgullo.

—¡Yo!

Gio puso una expresión de sorpresa exagerada.

—¡¿Tú?! No puede ser… A ver, déjame ver esos músculos.

El niño levantó su bracito y Gio lo tocó con dramatismo, como si estuviera inspeccionando la roca más dura del planeta.

—¡Guau! Creo que ni en el gimnasio podría levantar tanto peso como tú —dijo, fingiendo estar impresionado—. Pero dime, ¿tienes cosquillas en la panza?

El niño soltó una risita y negó con la cabeza.

—¿Seguro? Porque los más fuertes siempre tienen cosquillas escondidas.

Mientras revisaba su abdomen con cuidado, Gio le hizo cosquillas suavemente, sacándole risas entrecortadas.

Los padres del niño lo miraban con alivio. No era fácil encontrar doctores que hicieran sentir cómodos a los niños, pero Gio tenía un don para eso.

—Bueno, campeón, todo en orden —dijo finalmente—. Ahora, dime, ¿qué comes para ser tan fuerte?

—Arroz con fideos y pan —respondió el niño con orgullo.

Gio puso una cara de total horror.

—¿¡Qué!? ¿¡Solo arroz, fideos y pan!? —Se llevó las manos a la cabeza, como si acabara de escuchar la noticia más impactante del siglo—. No puede ser, ¡me vas a decir que los dinosaurios eran herbívoros también!

El niño se echó a reír y negó con la cabeza.

—¡Nooo! Los T-Rex comían carne.

—¡Exacto! —Gio chasqueó los dedos—. Entonces, si quieres ser fuerte como un T-Rex, tenemos que agregar más proteínas a tu comida. Pollo, pescado, huevos… ¡cosas que te hagan crecer como un dinosaurio poderoso!

El niño lo miró con curiosidad.

—¿Entonces seré un T-Rex?

—¡Por supuesto! Pero solo si prometes intentarlo.

El niño asintió con una sonrisa entusiasta, y Gio se giró hacia los padres dejando su expresión juguetona pero aun manteniendo los ojos amables.

—Ahora en serio, su hijo tiene signos de desnutrición moderada. Está por debajo del percentil 10 para su edad, lo que indica que no está obteniendo los nutrientes necesarios. Su dieta es alta en carbohidratos, pero le faltan proteínas y otros micronutrientes esenciales. Voy a recomendarles un suplemento y un plan de alimentación ajustado para ayudarlo a recuperar peso y energía de manera saludable.

Los padres asintieron, aliviados de recibir respuestas y un plan claro.

—Bueno, joven dinosaurio —dijo, revolviéndole el cabello al niño—. Espero verte en dos semanas para ver cuánto has crecido, ¿de acuerdo?

El niño asintió, feliz con su pegatina de T-Rex que Gio le había dado como premio.

Cuando la consulta terminó, el pequeño le dio un abrazo repentino antes de salir con su madre.

Gio se quedó helado. No era la primera vez que un niño lo abrazaba, pero esta vez, algo en su pecho se apretó.

Sin darse cuenta, su mente lo traicionó. En lugar del niño, imaginó a un pequeño con ojos como los de Jay, con su expresión terca pero adorable, mirándolo con curiosidad. Se vío a sí mismo con un pequeño bebé en brazos, sintiendo su respiración suave contra su pecho. Lo imaginó con los ojos de Jay, con su testarudez, con su manera de fruncir el ceño cuando algo no le gustaba. Imaginó una risa diminuta resonando en su hogar, pasitos apresurados por el pasillo, un cuerpecito lanzándose a sus brazos con alegría.

Dios, sí. Lo quería. Lo quería tanto que casi dolía.

Sacudió la cabeza ligeramente, volviendo al presente, sin embargo, la sensación lo persiguió hasta la hora del almuerzo.

Dejó escapar un suspiro mientras removía la comida en su bandeja, apoyando un codo sobre la mesa. Era su descanso, pero su mente estaba lejos del hospital.

—Oye, doc —dijo Nat, su compañera, mientras lo miraba con los brazos cruzados—. ¿Por qué tienes esa cara de idiota enamorado?

Gio parpadeó, sorprendido.

—¿Qué?

—Esa cara. La misma que ponen los protagonistas de los dramas antes de soltar una declaración cursi.

Gio se llevó una mano a la nuca y soltó un suspiro.

—Tonterías. Estoy pensando en cosas más importantes.

—Ajá, claro, claro… —Nat apoyó un codo sobre la mesa y lo miró con interés—. ¿Y ahora qué te tiene como baboso?

Gio dudó por un momento, pero terminó soltándolo sin pensarlo demasiado.

—Solo estaba pensando en el futuro.

Nat entrecerró los ojos con diversión.

—Déjame adivinar… ¿enanos corriendo por la casa y volviendo loco a Jay?

Gio dejó escapar una pequeña risa porque, sí, justo en eso estaba pensando.

—Tal vez… —murmuró con una sonrisa de lado.

—¿Qué? ¿Ahora te dio la fiebre paternal? —intervino otro de sus compañeros, riendo.

—¿El doctor Gio soñando con biberones y pañales? —bromeó otro.

—¿Y Jay? —preguntó Nat—. ¿También quiere?

Gio abrió la boca para responder, pero se detuvo.

—No lo sé —admitió, apoyándose en la mesa—. Nunca hemos hablado del tema en serio.

—Entonces, ¿qué esperas? —Nat le dio un golpecito en la cabeza con su cuchara—. A menos que quieras aparecer un día con un bebé sorpresa y ver qué pasa.

—¿Cómo crees? —Gio se rió—. Si hago algo así, Jay me mata antes de que el bebé tenga nombre.

—Sí, lo sé. Probablemente te estrangularía con una bufanda de seda.

Gio dejó escapar una risa, pero luego suspiró.

—Igual… no creo que ahora sea el mejor momento para mencionarlo.

—¿Por qué? —Nat frunció el ceño.

—Jay está estresado con la gala de su padre —explicó Gio—. No quiero meterle otra preocupación encima.

Nat asintió con comprensión.

—Eso es cierto. Si le hablas de bebés ahora, con todo lo que tiene encima, puede que no reaccione bien.

—Exacto. Quizás después de la gala… —Gio sonrió suavemente—. Cuando esté más tranquilo, lo hablaré con él.

Nat lo observó por un momento y luego sonrió de lado.

—Eres un caso, Gio.

—Un caso enamorado —agregó otro compañero.

Gio rodó los ojos, pero su sonrisa no desapareció. Sí, tal vez después de la gala sería un buen momento.

⋆。°✩

Cuando Gio llegó a casa, la luz del departamento estaba encendida, pero no había señales de Jay. Frunció el ceño, sacándose los zapatos en la entrada mientras dejaba las llaves en la mesita.

—¿Jay? —llamó, pero en su lugar, quien respondió fue la voz tranquila de su padre omega.

—Todavía no llega.

Gio avanzó hacia la cocina y allí estaban sus padres, preparando la cena juntos como si estuvieran en su propia casa. Elia, su padre omega, cortaba verduras con una precisión impecable, mientras que Chris, revisaba algo en la estufa con los brazos cruzados.

—¿Y a ustedes quién los dejó invadir mi cocina? —bromeó Gio, apoyándose en el marco de la puerta con una sonrisa.

Chris le lanzó una mirada de reojo.

—¿Invadir? Te recuerdo que nos invitaste hace semanas.

—Técnicamente, mamá me recordó que vendrían hace dos días —replicó Gio con diversión, acercándose para espiar lo que cocinaban.

Elia le dio un pequeño golpe con el dorso del cuchillo cuando intentó robar un pedazo de zanahoria.

—Sin probar antes de que esté listo.

Gio hizo un leve puchero y se frotó la mano, pero no pudo evitar reírse.

—¿Cómo estuvo el hospital? —preguntó Chris mientras removía la salsa en la sartén.

—Bien, bastante movimiento —Gio tomó asiento en una de las sillas de la barra—. Hubo un caso complicado de alergia alimentaría, pero nada que no pudiera manejar.

Elia le dirigió una mirada rápida y afilada.

—No te sobrecargues, Gio. Si te desgastas demasiado, luego no podrás cuidar bien de tus pacientes.

—Lo sé, lo sé —levantó las manos en señal de rendición—. No estoy al nivel de Jay en cuanto a horas extras.

Chris dejó escapar una risa baja.

—Ese chico trabaja demasiado.

—No tienes idea —Gio suspiró—. Últimamente ha estado muy estresado por la gala de su padre. Ya sabes cómo es Jongin.

Elia dejó el cuchillo por un momento y cruzó los brazos.

—No debe ser fácil para él. Es su padre, pero también es un poco duro.

Gio asintió.

—Exacto. Quiero apoyarlo, pero a veces siento que ni siquiera sé cómo.

Chris le dio un par de palmadas en el hombro con un gesto comprensivo.

—Estar a su lado ya es suficiente, hijo. Jay sabe que lo amas, incluso si no siempre lo dice.

Elia sonrió suavemente.

—Dale tiempo. Cuando esta gala pase, estará más relajado.

Gio exhaló despacio, dejándose caer un poco sobre la barra.

—Sí… después de la gala.

Se quedó en silencio por un momento, observando a sus padres trabajar en la cocina, sintiendo una calidez familiar en el ambiente. De repente, su mente divagó.

Quizás, algún día, él y Jay harían lo mismo en esta cocina, pero con un pequeño revoltoso corriendo por ahí, tratando de robar comida mientras Gio intentaba atraparlo.

La imagen lo hizo sonreír.

—¿Y esa cara? —preguntó Elia con curiosidad.

Gio parpadeó y negó con la cabeza, riendo.

—Nada, solo pensaba en lo bonito que es esto.

Sus padres intercambiaron una mirada antes de que Elia soltara una risa ligera.

—Vaya, creo que nuestro hijo finalmente ha madurado.

Chris asintió con fingida solemnidad.

—Lo logramos después de 29 años.

Gio rodó los ojos, pero no podía evitar sonreír.

Chris volvio a tomar la palabra.

—Y ni creas que no nos dimos cuenta de que aun hueles a lavanda y algo más sospechoso.

Gio carraspeó y desvió la mirada. —Es solo el suavizante.

—Ajá, claro —Chris sonrió de lado—. ¿Jay también huele a "suavizante"?

Elia chasqueó la lengua. —Déjalo en paz, cariño. No queremos espantar a nuestro hijo con preguntas incómodas. Ademas, tu mismo dijiste que ibas a pretender que no entendiste nada en absoluto.

Gio soltó un resoplido, moviendo la cabeza con diversión.

—Gracias, mamá. Al menos alguien aquí me respeta.

Chris dejó escapar una risa baja mientras seguía removiendo la salsa.

—No es falta de respeto, hijo. Solo me gusta molestarte un poco.

Antes de que alguien pudiera decir algo más, la puerta del departamento se abrió y la voz de Jay resonó en la entrada.

—¡Ya llegué!

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Lucero Solorzano
hay me encanta espero más capítulos por favor me que de con expectativas que dirá GIO...aaaaaaa que emoción
Lucero Solorzano
hola espero con ansias más capítulos espero y no lo dejes a la mitad...
Lucero Solorzano
Guau excelente hasta donde voy me gusta no es la clásica novela donde hay odio.amor o divorcio.aunque también me encantan muchas gracias tienes otras novelas me puedes dar los nombres.👍👍
Nidia Mojica
Gio quiere ser papá.
Nidia Mojica
Jajaja ese Gio es tremendo, traumados los suegroa de Jay.
Nidia Mojica
Jajajaja esos dos no aprenden.
Nidia Mojica
Huy ese señor si que da miedo.
Sofi
me encanta
Muriel
Quiero más aventuras🎈
Sayuri//acuario
Después de leer tu historia, me he quedado con ganas de más. Necesito saber qué pasa después. 😫👀
ZodiacKiller
😍Es genial, sigue así.
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