16 extraños han sido abducidos para ser parte de un juego mortal, a manos de un fanático peligroso quién quiere recrear los escenarios macabros de sus series de terror y thriller favoritas ¿quién sobrevivirá a las reglas absurdas del autoproclamado Señor Cornamenta?
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El incidente
La voz artificial de la alarma resonó por todo el edificio, interrumpiendo el sueño de los habitantes en el hotel.
_Son las 7 a. m. ¡A levantarse! Ha comenzado oficialmente el horario diurno ¡Que tengan un día excelente!
Neo se despertó con un sobresalto, sintiendo que le habían echado un balde de agua fría ¿Cómo era posible que fuesen ya las 7 de la mañana? Su cabeza era un infierno: dolía como si alguien le hubiese golpeado el cráneo con un bate de béisbol. Se sentó en su cama con dificultad, y se quedó en esa posición por alrededor de 5 minutos, tratando de enfocar la vista y respirar con normalidad. Era consciente de que su aspecto no era el mejor: vestido con la ropa de la noche anterior, desaliñado y con el aliento apestando a alcohol; tenía la apariencia, más bien, de un vagabundo.
Los recuerdos no vinieron a su mente con rapidez. Todavía le tomó unos minutos más procesar lo que había ocurrido. No estaba acostumbrado a beber, y al parecer, se había excedido en la fiesta nocturna, unas horas atrás. Tenía el leve presentimiento de haber leído o escuchado un dato interesante sobre las personas que tomaban con poca frecuencia, y eso era que el alcohol les tendía a borrar la memoria. Ahora podía corroborar que algo de cierto tenía ese hecho. Ya ni siquiera rememoraba cómo se había dado: sólo sabía que después de levantarse aquella mañana con el pie izquierdo, o <
Se preguntó si al final el desayuno se daría tan temprano. Esmeralda había sido una de las últimas en salir, junto a Blonde, y a una derrotada Olivia, quién había Sido llevada en sus brazos. Él, de hecho, la había dejado dócilmente en su cama, para luego todos irse a sus respectivas habitaciones. Sin embargo, Neo intuyó que al menos Olivia se levantaría a la hora justa para iniciar con los preparativos del día. La mañana anterior, la única cosa que la había obligado a aplazar esos planes, había sido los cuidados de la inestable Sol. La rubia no se había aparecido en la fiesta, cosa que no era rara. De un momento a otro, la única persona que se podía acercar a ella sin tanto drama era Arturo, razón por la cuál él accedió a acompañarla en su habitación durante todo el turno nocturno. ¿Cómo era que ese chico se había ganado la confianza de Sol? Nadie lo sabía, y en definitiva, era un misterio por resolver.
Neo no pudo reprimir un gran bostezo, acompañado por un estiramiento que le hizo tronar los huesos de las costillas. Seguía con algo de sueño, pero dudaba que pudiese volver a conciliarlo con aquel dolor de cabeza atornillándole el cerebro. Movido por la idea de que en el kit de emergencia debía haber algún tipo de pastilla que calmara su malestar, se desplazó perezosamente hasta el rincón de la habitación dónde la cajetilla estaba ubicada. Todavía algo semi dormido, revisó los medicamentos, pero se encontró con que algunos estaban escritos en idiomas que él no comprendía bien, o nada en absoluto. Español, Inglés, Francés, e incluso, turco. Cuando por fin encontró lo que buscaba, se acercó al lavamanos del baño, se puso la píldora sobre la lengua, y abrió la llave para acercarse un poco de agua a la boca.
El agua fría le ayudó a despabilarse un poco, y sintió cómo la pastilla empezaba a hacer efecto. Después de un baño refrescante, Neo se cambió de ropa. El olor del suavizante todavía se mantenía en la tela, y el contacto con la piel era agradable. Se colocó sus zapatillas blancas, el único detalle que no era verde en su conjunto, y salió de su habitación. Algunas otras personas ya estaban en el pasillo, saludándose y deseándose los buenos días con una sonrisa forzada. Caminando por el corredor se encontró con Esmeralda, quién se veía bastante agotada, tocando a la puerta de Olivia. Después de insistir por un rato, la chica se rindió y acompañó al resto del grupo. Julio la alentó diciéndole que esa mañana él la iba a ayudar, aunque eso no pareció animarla.
Junto a ellos, también estaban Helio y Cobalt. Neo recordaba que Helio no había asistido a la fiesta, mientras que Cobalt había sido quién se había retirado de la misma más temprano. Quizás por ello era que los dos se encontraban despiertos de primero, con el rostro fresco y el ánimo tranquilo. Julio, por su parte, tenía la misma bendita maña que Olivia de despertarse a la misma hora del canto de un gallo, aunque no compartía su entusiasmo por la cocina. El paso era exasperadamente lento, y ninguno tenía de verdad ganas de estar ahí, pero de todas formas, seguían encaminándose al restaurante, arrastrando los pies y bostezando. De manera inesperada, Esmeralda se quedó quieta mientras observaba el reloj de pared del Lobby con los ojos entrecerrados. Todos se sobresaltaron cuando la oyeron quejarse.
–¡Las 5:27 a.m.!., ¡Maldición! –su voz sonaba algo ronca y áspera, como si le hubieran raspado la garganta con una lija– ¡Con razón Olivia sigue durmiendo! ¡Maldita alarma mentirosa! –apretó los puños con fuerza, clavándose las uñas en la palma– ¡Argh!, ¡Me voy a la cama!
Y así, retomó sus pasos hacia el dormitorio, con el ceño fruncido y el cabello revuelto. El resto se quedó viéndose las caras, con una expresión de malas pulgas.
–Bueno, supongo que entonces no tendré que colaborar con el desayuno –mencionó Julio llevándose la mano a la boca, reprimiendo un bostezo– será mejor que yo también regrese a mi habitación. No tiene lógica que me mantenga despierto si todo el mundo sigue descansando.
–¡Espera! –interrumpió Neo– ¿Cómo estás tan seguro de que Olivia no está ya haciendo la comida en la cocina?
–Supongo que habrá sido tan observadora cómo su amiga para apreciar la hora en el reloj –comentó Helio calmadamente, con una leve sonrisa– asumo que al notar la discrepancia en el horario, habrá regresado a su habitación –se encogió de hombros– intuyendo que el resto también se habría quedado en cama. Al menos yo lo hubiera hecho.
–No, no –intervino Julio negando frenéticamente con la cabeza, con los ojos muy abiertos– tú no la conoces. Ella me hizo cocinar a las 5 de la mañana el día antes de ayer. Dudo que algo como esto la detenga.
–Tengo entendido que tú te ofreciste a ayudarla, Julio –dijo Neo con una sonrisa pícara, guiñándole un ojo– así como lo acabas de hacer con Esmeralda.
Julio se sonrojó un poco al oír eso, y luego procedió a aclararse la garganta, mirando hacia otro lado.
–Bueno… –comenzó a decir Cobalt, tratando de romper el silencio incómodo– es lo menos que puede hacer un caballero, ¿No crees?
–Sea como sea –retomó Julio la conversación, recuperando la compostura– sí que es cierto que Olivia podría encontrarse en la cocina. Dudo que nos vaya a hacer daño corroborarlo. Sin embargo, en la cocina no había ni un alma. Las luces, de hecho, estaban apagadas, creando una atmósfera sombría y silenciosa. Viendo que aquello era un sin sentido, todos acordaron regresar a sus cuartos, con la esperanza de que Olivia estuviera bien. A Neo no le tomó más de 10 minutos volver al mundo onírico, y sus sueños fueron tan placenteros como nadar sobre nubes de algodón de azúcar. Horas después alguien estaría tocando a su puerta, arrebatándolo de ese dulce placer.
–¡Vaya! –le recibió la figura de Sky al abrir la puerta, con una expresión divertida– es más fácil levantar a un elefante que despertarte a ti!, ¡Te vas a saltar el desayuno!
Esa mañana había menos personas de lo normal en el restaurante. La ridícula cantidad se detenía en 7, cosa que era una burla, tomando en cuenta que al menos 12 personas frecuentaban el comedor de manera rutinaria. Helio, a quién había visto esa mañana, no se había presentado todavía. Arturo, quién probablemente seguía con Sol, tampoco estaba presente. Germán seguía dormido, según palabras de Sky. Olivia, que era la más madrugadora, debía seguir pegada a la cama. Rosa, por su parte, ya le había avisado a Violeta que llegaría un poco más tarde de lo habitual.
Algo que llegó a sorprender a la gran mayoría fue la amarga presencia de Úrsula en el comedor, a eso de las 9:35 a.m. Sin mediar palabra, ella tomó una de las porciones que había preparado Esmeralda y salió rápidamente de allí, con el rostro pálido y los labios apretados. Un poco más tarde, de manera similar apareció Tyrone, junto a Rosa y Helio; pero a diferencia de la brujita, él se quedó a compartir la mesa con el grupo de Violeta, con una actitud silenciosa pero relajada. Germán fue último en llegar, justo a las 10:00 a.m., con el cabello alborotado, los ojos somnolientos y las gafas descuadradas.
La ausencia de Olivia en el restaurante era algo que no pasaba desapercibido para nadie, y como si una fuerza extraña los atrajera al gran comedor, todos decidieron quedarse ahí, en espera. Algunos mantenían breves conversaciones, otros, ayudaban con la limpieza. Lo cierto era que nadie se quería mover hasta que Olivia o Arturo apareciesen. Para cuando el Reloj marcó las 11:30 a.m., Esmeralda se ausentó del lugar. Nadie necesitó preguntar el por qué.
La espera se hizo eterna, pero a unos escasos 4 minutos, regresó ella, agitada.
–¡No contesta! –gritó ella perturbada, con el rostro desencajado– ¡Ninguno contesta!, ¡No sé qué está pasando!
En un momento tan crucial, a Neo se le vino a la mente otra persona que no daba señales de vida. Había ignorado a Lilith, porque ella nunca solía consumir en el restaurante, pero ahora que lo pensaba, ella también podía estar desaparecida. Sky se encargó de armar los grupos. Neo y Blonde quedaron juntos, y cuando quedaron solos, Neo se le acercó al oído.
–Vamos a la sala de mantenimiento –le susurró, con un tono misterioso– tengo una corazonada –mintió.
En realidad, quería saber si Lilith, por alguna razón, se encontraba por ahí. Blonde accedió, y ambos se dirigieron al lugar. Para sorpresa de Neo, la castaña se encontraba justo afuera de la entrada del cuarto de mantenimiento, forzando la perilla.
–¿Qué sucede? –preguntó él, aliviado de verla a salvo, pero al mismo tiempo consternado por la situación– ¿No cede?
–Te dije que alguien estaba tomando las llaves –le reprochó ella, aunque se veía más pálida de costumbre, con el sudor perlándole la frente.
–¡¿Las llaves?! –repitió Blonde alterado, ahora él tomando la perilla con fuerza, con las venas del cuello hinchadas– ¿Por qué?, ¡¿Para qué?!
–Gritarme no te va a dar las respuestas –se quejó ella, con la voz temblorosa– ¿me equivoco al asumir que hay al menos una persona desaparecida?
–¡Olivia! –gritaron Neo y Blonde al unísono, con el corazón en un puño.
–¿Ya probaste el ascensor? –preguntó Neo, buscando opciones, con la esperanza de que hubiera otra manera de ingresar.
–No está disponible. Las puertas están cerradas. –respondió ella, con resignación.
–¡Hay que tirar esto abajo! –anunció Blonde, y procedió a darle una patada con todas sus fuerzas a la madera de la puerta, haciendo un estruendo.
–¡Basta!, ¡Detente! –Exigió la voz del Señor Cornamenta, con autoridad– ¿cuántas veces te tengo que repetir, ESTP, que no debes dañar la propiedad… ¿
–¡Es urgente! –espetó el grandulón, sin hacer caso– ¡De vida o muerte!
–¿Acaso vas a matar a alguien? –Se volvió a oír la voz del Cornudo por medio de los parlantes, con sarcasmo– ¿En frente de dos testigos? No es muy inteligente de tu parte, ESTP.
–¿De qué diablos estás hablando? –preguntó Blonde, confundido y molesto.
–¿Te has leído las reglas al menos una vez, grandísimo idiota. –agudizó la voz a niveles insospechados– ¿Tengo que repetirles a cada segundo algo que tienen casi tatuado en la frente? ESTÁ ESTRICTAMENTE PROHIBIDO GENERAR DAÑOS EN LA ESTRUCTURA DE LAS INSTALACIONES NI EN LOS ELEMENTOS DENTRO DE ELLAS. SE EXONERA CUALQUIER DAÑO PROVOCADO SI ES QUE ES NECESARIO PARA CONCRETAR UN PLAN DE ASESINATO. Dime, aborto de quimera, ¿Pretendes concretar un asesinato?
–Pero, entonces, ¿Cómo se supone que vamos a ingresar? –interrogó Neo, intentando hacer evidente el problema – cómo vamos a descubrir un «cuerpo» – dijo encerrando entre comillas con los dedos– si no podemos acceder al lugar dónde este puede estar.
–Sólo hasta que me demuestren que no existe otra forma de adentrarse a un espacio en particular, no permitiré que generen ningún tipo de daño. –respondió el Señor Cornamenta, con un tono desafiante– Ahora, dejen de hacerme perder el tiempo.
El sonido típico de la estática producido por los altavoces se detuvo, dejándolos con una horrible exasperación, y unas incontrolables ganas de ponerle las manos sobre el cuello al Señor Cornamenta. La sala de mantenimiento sólo tenía dos entradas, y ambas estaban selladas, impenetrables ¿No era eso suficiente prueba de que no había otra manera para ingresar? ¿Qué esperaba el cornudo que ellos hicieran? Neo trató de evaluar con cuidado las palabras del anfitrión: la problemática radicaba en el hecho de que no podían malograr los elementos que eran parte de la estructura del edificio, o que funcionaban como decoración. Necesitaban desbloquear las puertas sin estropearlas en el proceso. La perilla de la puerta contaba con un seguro simple, y se podía quitar pasando la llave. Entonces, lo que ellos requerían era un sustituto a esa llave ¿Qué hacían normalmente en las películas…?
–¿Alguno de ustedes tiene una pinza? –los miró con determinación.
–Me temo que una común no va a funcionar con esta cerradura –expresó Lilith, recostándose a espaldas de la pared con los brazos cruzados– tampoco nos va a servir un cuchillo, porque el seguro está puesto. Además, generaría un mayor daño. Esta entrada no es la solución.
–Entonces, ¿Tu propuesta es forzar las puertas del ascensor? –espetó Blonde, incrédulo.
–Son menos delicadas que esta –señaló la madera con su dedo pulgar– nada más mira la abolladura que dejaste marcada –suspiró– tú eres más fuerte que él –se dirigió a Blonde– usa los guantes para cargar pesas en el gimnasio cuando desciendas por los cables… y ten cuidado, porque van a estar llenos de grasa.
–Espera, Espera –exclamó Blonde confundido mientras extendía las palmas– ¿De qué estás hablando?
Lilith rodó los ojos.
–¿Por qué crees tú qué las puertas del ascensor están cerradas? –arrastró las palabras con genuina pesadumbre– Es bastante obvio lo que nuestro asesino decidió hacer.
–Te estás adelantando a los hechos –rebatió Blonde– todavía no sabemos si ha ocurrido un incidente.
–No deberías perder el tiempo conmigo –negó ella con la mano mientras apartaba la mirada– de hecho, creo que este misterio es incluso mucho más fácil de resolver de lo que parece –encogió los hombros– sólo hay que revisar quién tiene las llaves de esta habitación. A menos que… –miró a Neo profusamente, como queriendo extraerle la mente del cráneo– ¿Falte alguien más por catalogar como desaparecido? –alzó una ceja mientras se cruzaba de brazos.
–Es verdad –admitió Neo– nos estamos olvidando de Arturo y de Sol. Todavía no sabemos nada de ellos –se llevó la mano al mentón, dándole el aspecto de un sabio rebuscando en los confines de su memoria.
Blonde empezó a rascarse la cabeza con tanta desesperación que parecía que hubiese sido maldecido con una caspa crónica.
–¿Podrían de una buena vez explicar de qué rayos están hablando? –dijo hastiado– ¿Acaso no pueden comunicarse como la gente normal?
–No es mi culpa que tú capacidad cerebral sea menor que la de <
Neo, previendo otra discusión innecesaria, trató de unir las ideas de Lilith en un mismo hilo de pensamiento. Se recordó a sí mismo explorando el elevador unos días atrás, ¿Qué de especial tenía la caja metálica? Que sus puertas no se abrían desde afuera a excepción del último piso. Era por eso que habían acordado dejar el ascensor en la primera planta, para que cualquiera lo pudiese usar. Lógicamente, quién quiera que hubiese planeado esto, habría querido mantener el elevador cerrado desde adentro, y Neo asumió que con tan sólo presionando el botón, se podía hacer el truco desde afuera ¿Entonces por qué Lilith había mencionado bajar por los cables? Era más fácil cerrar la entrada principal de la sala de mantenimiento con llave y luego escapar por el elevador. A Neo sólo se le ocurrió que quizás Lilith pensaba que se podía mandar la caja a la planta baja desde el piso superior sin estar dentro de ella, pero él sabía que eso no era posible.
–¿Piensas que la persona que hizo esto, dejó el ascensor en este piso, y luego salió por esta puerta –dijo Neo, desconfiando de sus palabras.
–En efecto –respondió ella satisfecha.
–¿Por qué? –se paseó Blonde la mano por el cabello. Se veía algo famélico y nervioso– ¿no es más sencillo trancar la puerta y salir por arriba?
–Lo mismo pensé yo –asintió Neo, dándole unas palmadas al grandulón en la espalda– ¿Por qué hacer lo contrario? –redirigió la mirada a Lilith.
–¿Por qué armar todo un caso de habitación cerrada desde adentro si nos lo iban a dejar tan fácil al final? –sonrió con soberbia– está claro que la intención es crear una cortina de humo.
–Entonces te estás equivocando en algo –señaló Neo– lo que tú planteas no es posible si la persona se queda con las llaves, porque entonces dejaría de ser un cuarto cerrado desde adentro. Lo más seguro es que…
–¡Ya basta! –gritó Blonde, con la paciencia colmada. Tenía el pecho enrojecido y la mandíbula apretada– ¡estamos perdiendo el tiempo con especulaciones y teorías que no nos están llevando a ningún lado!
Los otros dos se exaltaron con la reacción del grandulón, pero tuvieron que admitir que era necesario actuar cuánto antes. Cómo Blonde no tenía idea de cuál hipótesis era la correcta, resolvió que de todas formas iba a tomar los guantes prestados del gimnasio. El plan era que Lilith se quedase en la planta baja vigilando la entrada de la sala de mantenimiento, en caso de que alguien más quisiera entrar, o de que intentara escapar de ella, en caso de que el criminal se mantuviera adentro.
En el primer piso había un gran alboroto. Varias personas se reunían tras el umbral de las habitaciones de Sol, Arturo y Olivia, respectivamente; todas ellas bloqueadas. Los dos hombres sabían que entre ellos solos no serían capaces de mover las rígidas puertas externas del ascensor de empleados, por lo que recurrieron de la ayuda de los demás.
–¿Quién va a ir contigo? –le preguntó Tyrone a Blonde.
–Eh… no planeaba llevarme a nadie. Conmigo basta –respondió Blonde desconfiado.
–Eso sería igual que dejarte cancha libre para que modifiques la escena del crimen a tu gusto. No vas a ir allí tú solo –desafió el moreno al grandulón.
Tyrone era un poco más bajo y menos corpulento que Blonde, pero era claramente alguien con un cuerpo entrenado. Neo pudo sentir como Blonde se tomó aquello como una ofensa, pero a ojos de los demás, Tyrone había expuesto un punto bastante válido.
–¡Haz lo que se te dé la perra gana! –le contestó Blonde con odio, marchándose en dirección al gimnasio con los puños apretados. Unos segundos después, se escuchó como la puerta de ese espacio era azotada con gran furia.
–Supongo que tú también deberías coger unos guantes –le sugirió violeta al moreno.
–Ya los tengo aquí –le respondió él, señalando su bolsillo.
A los pocos minutos, Neo, Blonde, Tyrone, Cobalt y Julio, se pararon en frente de las puertas del ascensor y cada uno haló en direcciones contrarias. Las placas platinadas comenzaron a ceder lentamente hasta que dejaron en descubierto el vacío que representaba la ausencia del compartimento interno del elevador. Neo tuvo muy poco tiempo para sorprenderse por la acertada predicción de la escurridiza Lilith, pues rápidamente un olor putrefacto crepitó desde las entrañas aquel túnel en vertical. Neo tuvo que reprimir las ganas de vomitar.
–¿Pero qué diablos? –exclamó Blonde con el rostro contorsionado por el asco.
Rápidamente, el resto de personas ahí presentes se taparon la nariz, alejándose unos cuantos pasos de aquella peste.
–Esto no puede ser una buena señal –Mumuró Julio, quién había perdido todo color en su cara.
–¡Vamos! –ordenó Tyrone, con paso decidido, extendiendo su brazo para tomar los gruesos cables, cubiertos de una viscosidad negra; y manteniendo entre sus dientes una linterna, de la cuál Neo desconocía su procedencia.
La tensión era palpable mientras esperaban a que aquellos dos terminaran de descender. Se pudo escuchar una breve discusión sobre cómo levantar una tapa, y después de eso, varios gritos de asombro y horror.
–¡Joder!
–¡Mierda!, ¡Mierda!
–¡Abran la puerta! –se escuchó una voz femenina incluso más alejada, que Neo asumió era la de Lilith.
–¿Qué sucede ahí abajo? –gritó Sky, quién se había arrodillado en la entrada del ascensor, permitiendo que su cabellera cobriza se confundiera con la oscuridad del vacío.
–¡Es Sol! –Exclamó Blonde– ¡Está muerta!