El odio entre Liam y Allison siempre ha sido evidente, cada enfrentamiento es una guerra intelectual. Ella es una chica lista y vengativa y él, un genio soberbio que cree estar siempre por encima de todos.
Pero lo que ambos ignoran es la afilada línea que separa su codicia por el poder, con sus impulsos y la atracción.
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Rompiendo tus reglas (+18)
~ Allison
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Faltaba una semana para los segundos exámenes parciales del semestre. Iba a decirle a Liam que no podría darle ninguna tutoría por esta semana porque honestamente tenía mucho que estudiar por mi cuenta, pero él insistió en que justamente era ahora cuando lo requería de verdad.
Qué bonito, solo pensaba en sí mismo. De igual manera, acepté, no afectaba a mis notas verdaderamente. Pero aquél jueves que habíamos acordado, el doctor Morales tuvo un inconveniente y su clase se suspendió, y como nadie solicitó la apertura del salón, permaneció con llave, por lo que no pudimos usar el espacio. De modo que, caminamos en dirección opuesta a donde habíamos llegado.
—Supongo que ahora tendremos que ir hacia la biblioteca.
Reí por dentro. No, nunca, jamás.
—Ya te dije que no me gusta ese lugar. Además, ahora mismo debe estar repleto de gente.
Y era cierto, las personas se preocupaban de estudiar recién, una vez iniciado el poco tiempo que les quedaba para revisar sus apuntes. La biblioteca seguro estaba infestada de alumnos. Entraríamos en vano sin un lugar para sentarnos y lo único que ganaría con eso sería mi sofoco.
—Pues, ¿qué propones?
Lo mejor habría sido irme yo sola a mi casa, pero aquí estaba, perdiendo mi preciado tiempo con él.
—Vamos a un salón de estudio —dije, aumentando la velocidad de mis pasos.
Los salones de estudio estaban equipados específicamente para eso. El marco de las puertas tenía una clase de tecnología anti ruido, y al cerrar la puerta por dentro era como si apagaras el sonido.
Al llegar al pasillo de ese edifico, probé con la cerradura de una puerta; cerrado, probablemente ya lo habían ocupado. Hice lo mismo con el segundo y el tercero, pero sucedía lo mismo. Y así continué buscando hasta que una de las puertas abrió. Entramos al salón y cerré la puerta con llave. Liam se giró al escuchar el sonido del click.
—¿Por qué bloqueaste la puerta? —me preguntó con el entrecejo junto y un poco nervioso, debo agregar.
Lo miré incrédula.
—¿Es en serio, Liam? Dios, eres más listo que eso ¿Crees que somos los únicos tratando de buscar un lugar donde estudiar unos días antes de los exámenes? —me desprendí del bolso y lo lancé a la alargada mesa—. ¿Quieres que nos molesten intentando abrir la puerta a cada momento igual que hemos venido haciendo nosotros con todas? —me tiré en la silla, cansada de haber estado caminando por un buen rato.
—Ya, está bien. Solo era una pregunta, no tienes porqué ponerte tan pesada.
Se sentó frente a mí, regando los libros por la mesa.
Era extraño estar ahí, se sentía como si nos hubieran metido en una caja, el silencio se me hacía ensordecedor, si puedo explicarlo de alguna forma, como si tuviera caracolas tapando mis orejas.
Era temprano cuando recién habíamos llegado, pero pasada una hora, empecé a sentir hambre y mi mente no razonaba si tenía hambre. Además, sentía que el idiota estaba más distraído de lo normal, mirando a todos lados excepto a su libreta y a lo que intentaba explicar con gráficos en un papel, y yo no iba a perder mi tiempo si seguía metido en ese plan.
No iba a decirle nada, yo estaba cumpliendo con intentar, era su problema si lo entendía o no. Eso, hasta que empezó a mover la pierna y hacía un leve sonido cuando chocaba contra la madera de la mesa.
—Esto no está funcionando —solté el boli, con molestia en mi tono—. No estás concentrado en lo que te estoy diciendo. ¿Tú crees que es adecuado hacerme gastar el tiempo así? —levanté el tono, él seguía leyendo un párrafo, sin mirarme—. ¿Y gratis? Yo tendría que estar estudiando justo ahora.
—¿No podrías guardar silencio y permitir que acabe de entender la bibliografía?
¿Qué cosa?
—¿Perdón? —me alteré, evidentemente.
—Estás siendo muy desesperante. Te estoy escuchando perfectamente. Simplemente deja que lea bien las cosas para poder concentrarme sin que me estés criticando —dijo, en un tono no muy agradable.
—No me jodas. ¿Es en serio que vas a tener esa actitud conmigo ahora? —me levanté, haciendo sonar la silla. Tiré el boli, rodó hasta caer al piso—. Estoy haciéndote un maldito favor al estar aquí.
—Ya, Allison. Solo pido que no me interrumpas más, me harías un favor aún mayor si guardaras tus críticas y me dejaras focalizarme.
Abrí los ojos y lo quise matar con ellos. Cómo se atrevía a mangonearme de esa forma.
—Me estás hartando —dije, haciendo fuerza con los dientes.
—Solo siéntate y cállate —me ordenó. Mi respiración subió y bajó rápidamente, deseé tener el mismo nivel de energía que él para estamparle la cara contra el suelo. Pero una buena opción también sería recoger el miserable bolígrafo del piso y hundírselo en la garganta—. ¿Qué pasó? ¿Te quedaste muda? ¿No vas a decirme nada ahora?
Tenía las uñas enterradas en mi propia piel para liberar el odio que estaba sintiendo. Quería clavárselas en la cara, pero me contuve únicamente porque no podía agredir a nadie de esa forma, rebasaría mis propios límites.
Lo pensé mejor mientras me observaba socarrón. La rabia que sentía era inexplicable, estaba aquí únicamente por él y el pago que obtenía era su despotismo. Peleaba contra mi propia moral cuando la idea se cruzó por mi mente, pero qué más daba, se lo había buscado. Saqué el teléfono del bolsillo.
—¿Sabes qué, Liam? Vamos a hacer una cosa.
—¿De qué hablas?
Entré a mi galería y pasé los dedos por la pantalla hasta llegar a la foto que le había tomado aquella vez.
—Si vuelves a responderme de esa forma, una vez más en tu asquerosa vida —le mostré el teléfono, lo suficientemente lejos para que no pudiera quitármelo, igual tenía una copia—. Lo publicaré.
—No vas a hacer eso —intentó abalanzarse sobre mí para quitármelo. Está bien, era un poquito más alto que yo y tenía más fuerza, pero lo escondí en mi espalda y evité que llegara hasta allí con las poderosísimas uñas—. Dame el teléfono —me habló con autoridad.
Lo miré mientras me reía de sus intentos por sacármelo.
—Ni te molestes, está subido en la nube de mi correo.
Dicho esto, igual lo intentó.
—Dame el jodido teléfono, Allison.
Su voz denotaba tal enojo que hasta podría haberme bajado los humos, de no ser porque, como había dicho antes, no le tenía nadita de respeto, y me parecía un perro enojado que había perdido su bozal.
Se alejó ligeramente al darse cuenta de lo cerca que estaba de mi cara.
—¿Qué te pasa? ¿Tienes miedo de que te vaya a besar?
—Cállate. Ya estoy cansado de tus juegos.
Entonces, ¿por qué seguía detrás de mí? Giré en mi propio eje, con el teléfono en la espalda, y logré que él se pegara a la pared.
—Cada día me convences más de que efectivamente estás obsesionado conmigo.
—Deja de ser tan narcisista. —Reí, observando sus labios—. ¿Ahora por qué me estás mirando así?
Le extendí el teléfono para que lo tomara, pero no reaccionó. Lo metí en su bolsillo.
—Te lo pregunto una última vez. ¿Estás muy seguro de que no te gusto?
—Sí... —balbuceó.
—¿Ves como siempre he tenido razón sobre ti? —le di palmadas en la mejilla y di unos pasos hacia atrás—. Te juro que me entretiene tanto verte así.
Su rostro estaba levemente enrojecido. Por la furia o por la calentura, qué sé yo.
—Deja de intentar burlarte de mí.
—¿Por qué? ¿Te enojo mucho? No me culpes, es divertido cuando te irritas. Además, fuiste tú quién empezó con esto.
—Cierra la maldita boca —sacó el teléfono de su bolsillo para revisarlo.
Mal, tenía contraseña y si seguía intentando, lo iba a bloquear, así que se lo quité y me pegué a su cuerpo sin darle tiempo de procesar.
—¿Esto también te enoja? —metí mi mano directamente en su pantalón.
Tomó mi brazo inmediatamente, todavía estaba enfurecido. Pero no lo quitó, dudó demasiado en hacerlo, yo ya estaba moviendo mi mano.