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Los Juegos De La Corona: Intrigas, Deseo Y Traición

Los Juegos De La Corona: Intrigas, Deseo Y Traición

Status: En proceso
Genre:Mujer poderosa / Matrimonio entre clanes / Secretos de la alta sociedad / Batalla por el trono / Edad media / El Ascenso de la Reina
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: noirstoryteller

En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?

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Capítulo 23: Ecos de la Oscuridad

La noticia de la detención de Lord Ashcombe se propagó por el castillo como un fuego salvaje, encendiendo murmullos y susurros entre los nobles y sirvientes. La caída de uno de los hombres más influyentes de la corte había dejado un vacío palpable, un aire de incertidumbre que calaba en los corazones de todos. Sin embargo, mientras algunos veían en ello la restauración de la justicia, otros sentían un escalofrío recorrerles la espalda: la amenaza de la traición aún no había desaparecido.

Arabella, de pie en una terraza con vistas a los jardines del castillo, sentía la tensión en cada músculo de su cuerpo. Sabía que las palabras de Lord Ashcombe eran ciertas. Si había otros conspiradores, no tardarían en actuar. La reina estaba en peligro, y con Lord Ashcombe bajo arresto, sus aliados podrían desesperarse y recurrir a medidas aún más extremas.

Un sonido de pasos interrumpió sus pensamientos. Se volvió para ver a Alexander acercándose, con la preocupación aún visible en su rostro. Él había estado organizando a los guardias, asegurándose de que se reforzaran las defensas del castillo, pero incluso con esas medidas, había un aire de inquietud que no se disipaba.

—Arabella —dijo, tomándole la mano con firmeza—, la reina ha decidido adelantar el juicio de Lord Ashcombe. Tendrá lugar en tres días, en un intento por disuadir a otros traidores de actuar. Sin embargo, me preocupa que eso solo acelere sus planes. Debemos estar más vigilantes que nunca.

Arabella asintió, pero había una sombra en su mirada. —No puedo evitar pensar que, aunque hemos detenido a Lord Ashcombe, solo hemos arañado la superficie de esta conspiración. Me pregunto cuántos más hay, esperando en las sombras, y cuán profundo se extienden sus redes.

—No podemos subestimar la desesperación de aquellos que han apostado su destino en esta traición —respondió Alexander, sus ojos buscando los de ella—. Pero no estás sola en esto. Juntos desenmascararemos a todos los culpables y protegeremos a la reina, cueste lo que cueste.

Un sonido distante de cascos interrumpió su conversación, y ambos se volvieron hacia la entrada principal del castillo. Un mensajero galopaba a toda velocidad hacia la puerta. La urgencia en su semblante no dejaba lugar a dudas: traía noticias importantes.

Cuando el mensajero se acercó, entregó un pergamino lacrado a Arabella con manos temblorosas. —Milady, esto fue encontrado en los alrededores del castillo, atado al cuello de un halcón negro. Viene dirigido a vos.

Arabella rompió el sello y desplegó el pergamino. La escritura era apresurada, casi desesperada:

"El juicio es solo el principio. Hay un traidor mucho más cerca de lo que imagináis. Ten cuidado en quién confías."

No había firma, ni indicación del remitente, pero el mensaje era claro y perturbador. Arabella sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras se lo mostraba a Alexander.

—Alguien sabe más de lo que hemos descubierto. Y si es cierto, entonces los verdaderos cabecillas siguen libres —dijo Alexander con voz tensa—. Debemos averiguar quién envió esto y a quién se refiere. Si hay un traidor cerca de la reina, podría estar esperando el momento perfecto para atacar.

—El juicio de Lord Ashcombe podría ser esa oportunidad —murmuró Arabella, con la mente ya trabajando en un plan—. Si están desesperados, podrían intentar algo durante el juicio para silenciarlo, o incluso para desviar la atención.

—Entonces necesitaremos una trampa —dijo Alexander, su mirada endureciéndose con determinación—. Permitiremos que los traidores piensen que tienen la ventaja, pero estaremos listos para atraparlos en el acto.

Los días siguientes se convirtieron en una coreografía de preparativos secretos y movimientos cuidadosamente orquestados. Arabella y Alexander compartieron sus sospechas solo con la reina y unos pocos guardias de confianza, asegurándose de que la trampa se tendiera sin que nadie más lo supiera. El juicio de Lord Ashcombe sería público, con los nobles y cortesanos presentes, una oportunidad ideal para que los conspiradores restantes cometieran un error fatal.

Cuando llegó el día del juicio, la gran sala del castillo estaba llena. Los asientos de los nobles rodeaban la sala en un semicírculo, mientras la reina ocupaba el trono al frente, su expresión severa e impenetrable. En el centro de la sala, Lord Ashcombe se encontraba de pie, encadenado, pero con la cabeza erguida y una expresión de desafío en su rostro.

Arabella y Alexander estaban situados en un balcón superior, observando cada movimiento en la sala, cada rostro entre la multitud. La tensión era palpable, como el filo de una hoja que amenazaba con cortarse en cualquier momento.

La reina alzó la voz para abrir el juicio, relatando los cargos de traición y la evidencia presentada. Sin embargo, cuando pidió a Lord Ashcombe que hablara en su defensa, él sonrió con un aire de satisfacción que heló a Arabella.

—Majestad, nobles de la corte —comenzó, su voz clara y firme—, es cierto que he actuado fuera de los márgenes de la ley, pero lo hice por el bien del reino. Y no estoy solo en mi convicción. Hay otros aquí que comparten mi causa, algunos de ellos más cerca de vos de lo que imagináis.

En ese instante, el sonido de una explosión resonó desde fuera de la sala, sacudiendo las paredes y provocando un grito colectivo de pánico. Los guardias corrieron hacia las puertas, y en la confusión, varios nobles se pusieron de pie. Arabella vio una figura entre la multitud que se movía con demasiada rapidez hacia el trono.

—¡Ahí! —gritó Arabella, señalando hacia el intruso—. ¡Protejan a la reina!

Alexander se lanzó hacia la escalera, mientras Arabella descendía con rapidez por el otro lado. La figura, un hombre vestido como un noble, pero con una daga en la mano, se abalanzó hacia la reina. Antes de que pudiera alcanzarla, un guardia lo interceptó, pero el atacante lanzó la daga en un último y desesperado intento.

La hoja voló por el aire, pero Arabella, en un acto de reflejo puro, se lanzó delante de la reina, sintiendo un dolor agudo al recibir el impacto en su hombro. Cayó al suelo, y la sala se llenó de caos. El atacante fue rápidamente reducido por los guardias, pero en el tumulto, la voz de Lord Ashcombe resonó una vez más.

—¿Veis? —dijo, mientras lo arrastraban hacia la salida—. El reino está roto, y aquellos que permanecen ciegos a su dolor son tan culpables como los traidores. La caída de la corona es inevitable.

Arabella sintió que la oscuridad amenazaba con envolverla mientras el dolor en su hombro se intensificaba. La reina se inclinó sobre ella, su rostro mostrando una preocupación genuina.

—Arabella, aguantad, por favor —dijo la reina, mientras los médicos llegaban apresuradamente.

—Mi reina… —murmuró Arabella con voz débil—. Esto aún no ha terminado. Hay otros… tenemos que encontrarlos… antes de que sea demasiado tarde.

Mientras la visión de Arabella se desvanecía, una certeza inquietante se asentó en su corazón. La red de traición era mucho más intrincada de lo que habían imaginado. Y el juicio de Lord Ashcombe no era el final, sino el comienzo de una batalla más oscura por el alma del reino.

1
Danissa Camilo
me encanta los Personajes
Martha Espinosa
Excelente
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