Otávio Montana—veintiséis años, para no perder su pequeña propiedad, acepta hacerse cargo del hijo de otro hombre...
Eloise Vargas—veintidós años, enamorada de un hombre que la dejó embarazada y se casó con otra...
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Capítulo 4
Otávio prefirió guardar silencio para no empeorar las cosas. Su finca estaba un poco lejos de la ciudad, y cuando llovía el camino de tierra era bastante difícil de transitar. Llegó a una tranquera de madera, se bajó, la abrió, entró y la cerró de nuevo. Después de un rato, ¡llegaron a casa!
Eloise pensó: "Qué casa tan pobre. ¿Cómo voy a sobrevivir en este fin del mundo?".
Otávio dijo: "¡Llegamos!". Era una casa sencilla, rodeada por un muro de tablas que continuaba como un sendero hasta un cobertizo. En el porche de la casa había un banco de madera, una mesa pequeña y otras sillas. Sus tres perros vinieron corriendo a recibirlos...
Eloise, al bajar, pisó en falso y se cayó, ¡ensuciándose el vestido de barro! Había llovido el día anterior... Y los perros se acercaron a olerla, ¡apoyando sus patas en ella! Ella comenzó a gritar.
Otávio llamó a sus perros. Le tendió la mano para ayudarla a levantarse, pero ella lo ignoró... Otávio cogió las maletas. "¡Ven, te voy a enseñar tu habitación!". Abrió la puerta y entraron, pasando por un salón, un pasillo, un baño y luego la habitación donde ella dormiría... "Otávio, voy a por el resto de las maletas".
Eloise observó la habitación: una cama individual sencilla, con un colchón que debía ser de los malos, un armario pequeño y una silla de madera. Una ventana de vidrio y madera que se abría por los dos lados... Se sentó en la cama...
Otávio llegó con las últimas maletas.
Eloise dijo: "¡Dile a la criada que venga a buscar mi vestido para lavarlo!".
Otávio: "¡Señora, le quedaría en deuda! ¡No tengo criada!".
Eloise: "¡Era lo que me faltaba! ¿Crees que voy a ser tu criada? ¡Estás equivocado! No sé hacer nada de las tareas del hogar ¡y no quiero!".
Otávio: "Llevo un tiempo viviendo solo; yo mismo hago mi comida y lavo mi ropa, en fin, me ocupo de todo. ¡No iba a esperarme a que llegaras tú para hacerlo! En el lavadero hay una lavadora, a veces no funciona y hay que lavar a mano. Si quieres comer de la comida que hago, perfecto; si no, te la haces tú misma. Bueno, voy a ocuparme de mis cosas", y salió cerrando la puerta.
Eloise pensó: "Esto no podría ser peor". Cogió un camisón de la maleta, se quitó el vestido de novia y los zapatos y los tiró al suelo. Se puso el camisón, se tumbó y lloró recordando a Ariel... Hasta que se quedó dormida...
Otávio abrió las ventanas y fue a almorzar. Había dejado arroz cocido con frijoles, hizo una ensalada y frió un huevo... Por el momento era lo que había. Al terminar, lavó todo, cogió una botella de agua, se puso la ropa de trabajo y fue a cuidar de sus verduras ecológicas que vendía en la ciudad. Llegó el anochecer, se detuvo y dio de comer a los animales. Los perros cambiaron el agua, se limpiaron y entraron en la cocina. Él se hizo una tortilla y cenó con ensalada... Cerró todo y se fue a su habitación, que estaba después de la de Eloise. Entró y cerró la puerta. Su habitación era espaciosa, con una puerta de madera y vidrio, cortinas color crema de lino con visillos, cama con un buen colchón, un sillón y una mesa redonda de madera. El baño era amplio y tenía bañera... A Otávio le encantaba su rinconcito. Fue al baño, se desnudó y se metió en la ducha...