La novela trata sobre una joven llamada Jazz que, después de un accidente de tránsito, se reencarna en el mundo de su novela favorita, "Príncipe de la Oscuridad". Ahora es la reina Anastasia, casada con el rey Richard y es madre del pequeño Ethan de cinco años. A medida que explora este nuevo mundo, Jazz debe navegar por la política y la magia, mientras descubre su papel en la historia y su conexión hacia ese mundo.
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Capítulo 23: El evento de los reinos
Mientras los soldados y aldeanos colaboraban para atender la crisis, un mujer de aspecto intrigante, cubierto con una capa desgastada que ocultaba parte de su rostro, se acercó a uno de los caballeros encargados de reunir información. Su presencia era inusual, y su voz resonó con una calma peculiar.
—¡Oye, tú! —llamó la mujer con tono firme.
El caballero, algo desconcertado, se giró hacia ella. —¿Sí? ¿En qué puedo ayudarte?
—Quiero hablar con Su Majestad. Tengo información que no puede ignorar. —La mujer alzó ligeramente la cabeza, dejando entrever unos ojos que parecían cargados de secretos.
El caballero lo miró con cautela, evaluando si la mujer representaba una amenaza o si realmente tenía algo importante que decir. Tras unos segundos de reflexión, decidió no ignorarla.
—Está bien, sígueme —dijo el caballero, asintiendo con firmeza.
La mujer ajustó su capa, avanzando tras el caballero hacia el campamento donde se encontraba el Emperador. A medida que se acercaban, la atmósfera se volvía más tensa, y las miradas de los soldados se posaban sobre la extraña con sospecha y curiosidad. El caballero lo condujo directamente hacia la tienda principal, donde Richard revisaba los últimos informes de los ataques.
Al entrar, el caballero se cuadró respetuosamente.
—Majestad, esta mujer asegura tener información crucial que desea compartir con usted.
Richard alzó la mirada, observando ala recién llegada con un aire de desconfianza. Su semblante, serio y autoritario, se endureció mientras evaluaba la extraña
—Hable —ordenó Richard con voz firme, dejando a un lado los papeles que tenía en las manos—. Pero cuidado, no tengo tiempo para juegos.
La mujer sonrió levemente, inclinándose en señal de respeto antes de pronunciar las primeras palabras que cambiarían el rumbo de los acontecimientos.
La mujer dio un paso al frente.
—Yo sé dónde están, y quiénes son. Pero quiero algo a cambio. Necesito bolsas de dinero para dejar esta región. Si no, no hablaré.
Richard la miró en silencio durante unos segundos, evaluando sus palabras y la intensidad de su mirada. Finalmente, habló con calma.
—Tendrás lo que pides. Pero primero, dime todo lo que sabes. Una vez que capturemos a los culpables, recibirás tu recompensa.
La mujer dejó escapar un leve suspiro de alivio y una risa de ambición
—Hay un lugar debajo de la catedral de esta aldea —dijo rápidamente—. Un sótano oscuro, con una puerta marcada con el símbolo de un dragón.
Richard frunció el ceño, su interés intensificándose.
—¿Cómo sabes esto?
—Fui atacada por ellos en mi negocio, Su Majestad —respondió, casi titubiando—. Soy panadera, y hace unas noches irrumpieron en mi tienda. Eran tres hombres. Violentos. Antes de irse, dejaron caer un mapa. Lo revisé y vi esa señal.
Richard la estudió unos segundos más, buscando señales de engaño. y encontró una,pero siguió escuchando y asintió.
—Bien. —Se giró hacia los soldados que lo acompañaban—. Vayan a la catedral. Busquen la puerta con el emblema del dragón. Quiero respuestas antes del amanecer.
Los soldados inclinaron la cabeza y salieron apresurados, listos para la misión.
Richard volvió a mirar a la mujer.
—Si tus palabras son ciertas, haré que cumplamos nuestra promesa. Pero si es una trampa, lo sabrás de inmediato, cortaré tu lengua , tu cabeza y lo tomaré como trofeo.
La mujer se inclinó con respeto, aunque sus manos temblaban ligeramente.
—No estoy mintiendo, Su Majestad. Espero que encuentren lo que buscan.
Con un gesto del Emperador, uno de los caballeros la escoltó fuera. Richard volvió su atención a los mapas estratégicos, pero sus pensamientos se detuvieron brevemente.
—Si esto es real —murmuró para sí mismo—, podría ser...
—Oye.
Dijo mirando a Denver, un chico que lo escolto,cuido de él como su Aprendiz
—Sí su majestad.
—Averigua quien, es el verdadero panadero pregunta a cada aldeano.
—Sí su Majestad.
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Mientras Richard lidiaba con la tensión en las fronteras, Anastasia se encontraba en el salón principal del castillo, rodeada de telas, bordados y patrones. Con las manos en la cintura y un gesto de ligera frustración, miraba los diseños esparcidos sobre la mesa.
—Roselia, ¿qué son todos estos patrones? —preguntó Anastasia, señalando las telas con una ceja levantada—. Para mí, son solo dibujos.
Roselia, la Diseñadora Imperial del Oriente, dejó escapar una risa suave al escucharla.
—Reina Anastasia, cada uno de estos patrones tiene un significado y un origen cultural —explicó mientras tomaba una de las telas y la extendía cuidadosamente sobre la mesa—. Mire este, por ejemplo.
—¿Y qué representa exactamente? —preguntó Anastasia, inclinándose para observar más de cerca.
—Este patrón floral es típico del Oriente. Representa la primavera eterna y la prosperidad. En cambio, este otro, con formas geométricas más marcadas, es característico del Oeste, inspirado en la fortaleza de sus castillos.
Anastasia frunció el ceño, procesando la explicación.
—Así que estos dibujos no son solo decorativos...
—Exactamente, Su Majestad. Cada diseño cuenta una historia. En un banquete como el de los reinos, incluso los detalles más pequeños son importantes.
Anastasia suspiró, asintiendo lentamente.
—Parece que hasta en las telas hay política...
Roselia dejó la tela a un lado, su expresión seria pero comprensiva.
—En efecto, Reina Anastasia. Las telas, los colores, incluso las decoraciones, pueden enviar un mensaje claro a los otros reinos.
Roselia no solo era la Diseñadora Imperial en la novela era una prueba de cómo el destino puede cambiar de forma inesperada. Originaria del Imperio del Occidente, había alcanzado renombre como diseñadora personal de la Emperatriz. Sin embargo, cuando esta fue destituida tras un divorcio escandaloso, Roselia perdió su puesto y quedó en la ruina.
Pasó años sobreviviendo con encargos menores hasta que Richard, buscando lo mejor para su futura esposa, la encontró. Le encargó el diseño del vestido de bodas de Anastasia, y su trabajo impecable la llevó a ser nombrada oficialmente La Diseñadora Imperial del Oriente. Desde entonces, su reputación se había restaurado por completo.
Regresando al presente
Anastasia suspiró de nuevo, observando las telas y patrones frente a ella.
—Supongo que aún tengo mucho que aprender —dijo con una pequeña sonrisa, tomando uno de los rollos.
Roselia asintió, sonriendo ligeramente.
—Es un honor guiarla, Su Majestad. Juntas, lograremos que este banquete sea no solo inolvidable, sino también una declaración.
Anastasia dejó la tela sobre la mesa, decidida.
—Entonces empecemos. Quiero que cada detalle sea perfecto.