Luana Martínez es una joven de 23 años que ha dedicado su vida a la repostería, siguiendo los pasos de su madre en la pastelería familiar. A pesar de ser sociable y tener un fuerte vínculo con su hermano Mike, Luana es reservada y prefiere la tranquilidad de su hogar a las fiestas. Su vida da un giro inesperado cuando recibe una invitación a la fiesta de Logan Harris, un atractivo empresario de 27 años conocido por su vida social agitada y su carisma.
A medida que Luana se adentra en el mundo glamuroso de Logan, comienza a cuestionar sus propias limitaciones. Él, con su espíritu aventurero y despreocupado, es todo lo contrario a ella. A través de encuentros inesperados y conversaciones profundas, Luana se encuentra cada vez más atraída por su manera de ver la vida. Luana debe enfrentar sus miedos y abrirse a nuevas experiencias, mientras descubre que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.
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Capítulo 12: El Sabor del Chocolate y la Incertidumbre
Luana
El aroma a chocolate en la pastelería era como un abrazo cálido que me envolvía mientras terminaba un pedido. Los días en la pastelería de mi madre eran siempre una mezcla de trabajo arduo y momentos de felicidad. Con las manos cubiertas de harina y chocolate, sentía que este era mi lugar en el mundo. La música suave de fondo acompañaba el ritmo de mi labor, y mientras decoraba los pasteles, mi mente divagaba.
Pero todos mis pensamientos terminaban con Logan en ellos,la duda que me había invadido antes de la cita, esa pequeña voz que susurraba "¿Y si no es quien crees?", se había disipado. Había algo auténtico en él, una sencillez que me había cautivado. De hecho, había pasado todo el fin de semana pensando en él, en su sonrisa, en sus palabras, en la manera en la que me había hecho sentir. Y ahora, ya era lunes, y la emoción por nuestra próxima cita me llenaba de energía.
— ¡Lu! — escuché la voz familiar de mi hermano Mike resonar en el aire.
Sonreí al instante, girándome hacia la entrada. Mike siempre había tenido esa capacidad de iluminar cualquier lugar con su energía. Con su cabello alborotado y su sonrisa despreocupada, entró en la pastelería como si fuera su segundo hogar.
— ¿Qué haces aquí? — le pregunté, dejando de lado la espátula con la que estaba trabajando.
— Vine a ver cómo va la artista del chocolate — respondió con un guiño. — Además, mamá me dijo que tenías un pedido especial que terminar.
— Sí, es para la fiesta de cumpleaños de la señora Rodríguez. Tres pasteles de chocolate y una tarta de frutas. — Dije, sintiéndome orgullosa del trabajo que había hecho.
— Ya veo que estás en tu elemento — dijo, acercándose al mostrador y observando los pasteles con atención. — ¿Necesitas ayuda?
— No, gracias. Solo me queda decorarlos y listo. — respondí, mientras aplicaba un toque final de glaseado en uno de los pasteles. — Pero puedes quedarte y hacerme compañía.
Mike se acomodó en un taburete, apoyando los codos en la barra.
— Así que, ¿cómo va tu vida? — preguntó, con un tono casual. — ¿Algún chico especial que no me hayas mencionado?
Me sonrojé, y no pude evitar soltar una risa nerviosa.
— No, no hay nadie especial. — respondí, evitando su mirada.
— Vamos, Lu. — insistió, arqueando una ceja. — Sabes que siempre puedo leer entre líneas. ¿Y ese Logan? He oído cosas.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar su nombre.
— ¿Logan? — repetí, tratando de mantener la calma. — Solo es el jefe de la empresa donde trabajas. No hay nada más.
— ¿Nada más? — preguntó, sonriendo de medio lado. — ¿Entonces por qué pareces tan nerviosa?
Decidí que no podía ocultarle más.
— Bueno, en realidad… — comencé, sintiendo cómo las palabras se agolpaban en mi mente. — Tuve una cita con él el fin de semana.
Mike se quedó en silencio por un momento, procesando la información.
— ¿De verdad? — preguntó, con una mezcla de sorpresa y curiosidad. — ¿Cómo fue?
— Fue… diferente. — dije, recordando la noche mágica que había pasado. — Nos encontramos en un café y hablamos de muchas cosas. Es un tipo encantador.
— Encantador, ¿eh? — dijo, sonriendo. — Solo asegúrate de no dejarte llevar demasiado. No quiero que te haga daño.
— Lo sé, Mike. — respondí, sintiendo un nudo en el estómago. — Pero no puedo evitar pensar en él.
— ¿Has estado pensando en él todo el fin de semana? — preguntó, con un tono burlón.
— Tal vez. — admití, sintiendo cómo me sonrojaba de nuevo. — No es solo que sea atractivo. Hay algo en él que me intriga.
— Asegúrate de que no sea solo un interés pasajero. — dijo, con un tono más serio. — Recuerda quién es, Lu. Es un hombre poderoso y seguro de sí mismo. No quiero que te lastime.
— Lo sé, lo sé. — repetí, mientras me pasaba una mano por el cabello. — Es solo que, después de la fiesta y de lo que pasó, no puedo dejar de pensar en él.
Mike se inclinó hacia adelante, mirándome con atención.
— Escucha, Lu. Solo quiero que estés segura. Si decides seguir viéndolo, ten cuidado. No siempre son lo que parecen.
— Lo entiendo. — dije, sintiéndome un poco más tranquila. — Gracias por preocuparte, de verdad.
Pudimos hablar de otras cosas mientras terminaba los pasteles. Hablamos de anécdotas de la infancia, de aquellos días cuando nos escapábamos al parque detrás de la casa y jugábamos hasta el anochecer. A veces me llamaba “chiquitina”, un apodo que me había puesto cuando éramos niños y que siempre me hacía sentir especial.
— ¿Te acuerdas de aquel verano en el que hicimos el pastel de fresa para el concurso? — preguntó, riendo al recordar.
— Claro que sí. ¡Estuvo horrible! — respondí, riendo con él. — Pero nos divertimos tanto que nunca importó.
— Eso es lo que cuenta. Siempre hemos sido un buen equipo.
Los recuerdos nos hicieron sonreír, pero pronto el ambiente se tornó más serio. Mike se levantó y se preparó para marcharse.
— Bueno, tengo que volver a la oficina. — dijo, mirándome con una sonrisa. — Cuídate, Lu. Y recuerda lo que te dije sobre Logan.
— Lo haré, Mike. Prometo tener cuidado.
Mike me dio un abrazo rápido antes de salir de la pastelería. Mientras cerraba la puerta tras él, me sentí sola, pero a la vez más ligera. Hablar con él siempre me ayudaba a aclarar mis pensamientos.
Poco después, mientras limpiaba el área de trabajo, mi teléfono sonó. Era Daniela.
— ¡Luana! — exclamó, su voz llena de energía. — ¿Cómo estás?
— ¡Hola, Dani! Estoy bien, solo terminando algunos pedidos. ¿Y tú?
— Genial, pero estoy llamando porque necesito hacer un pedido.
— Claro, ¿qué necesitas? — pregunté, sintiéndome útil.
— Quiero que me hagas una tarta de chocolate para la sorpresa de cumpleaños de mi hermana. ¡Es este fin de semana!
— ¡Perfecto! — respondí, entusiasmada. — ¿Qué tipo de decoración quieres?
— Algo sencillo pero elegante. Tal vez con fresas y un poco de crema.
Mientras Daniela me daba los detalles, mi mente vagaba nuevamente hacia Logan. La conversación con mi hermano todavía resonaba en mis pensamientos. Sabía que debía tener cuidado, pero la conexión que había sentido con Logan no podía ser ignorada.
— Lu, ¿estás ahí? — preguntó Daniela, sacándome de mis pensamientos.
— Sí, sí. Solo estaba pensando en cómo hacerlo. Te haré algo increíble.
— ¡Eso espero! — dijo Daniela, riendo. — Porque quiero que mi hermana se sorprenda.
— No te preocupes, será un éxito.
La conversación continuó, y, aunque intentaba concentrarme en el pedido, mis pensamientos seguían volviendo a Logan. Era como si su nombre estuviera escrito en cada rincón de mi mente.
Finalmente, después de unos minutos, nos despedimos y colgué. Miré por la ventana de la pastelería, viendo cómo el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de colores cálidos.
Mientras limpiaba y organizaba los ingredientes, me di cuenta de que lo que había vivido con Logan había abierto una nueva puerta en mi vida. Tal vez, solo tal vez, estaba lista para explorar lo desconocido.
Con una mezcla de emoción y nerviosismo, decidí que no dejaría que el miedo me detuviera. Después de todo, la vida estaba llena de sorpresas, y quizás esta era la mía.
La tarde transcurrió entre pasteles y recuerdos, pero en el fondo de mi corazón, sabía que un nuevo capítulo apenas comenzaba.