Alonzo es confundido con un agente de la Interpol por Alessandro Bernocchi, uno de los líderes de la mafia más temidos de Italia. Después de ser secuestrado y recibir una noticia que lo hace desmayarse, su vida cambia radicalmente.
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Saga: Amor, poder y venganza.
Libro I
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Capítulo 03. ¿Debería conocerlo?
—La cita es a las cinco de la tarde — anunció Christian mientras ambos almorzaban en un pequeño restaurante, tras haber salido del hospital. Alonzo aún se sentía algo débil, así que decidieron parar y comer algo antes de continuar con el día—. Te enviaré la dirección y toda la información necesaria —añadió Christian, tomando un sorbo de su jugo.
Alonzo asintió con la cabeza, aunque su mente estaba ocupada con un detalle que le incomodaba.
—¿Por qué tan tarde? —preguntó mientras miraba la hora en su reloj—. Es una hora de camino hasta allí.
Christian encogió los hombros con una ligera sonrisa antes de responder:
—Bueno, el cliente no tiene otro horario disponible. Además, prefirió no enviar a uno de sus empleados. Ya sabes cómo son esas personas, tan... especiales.
Alonzo soltó un suspiro, resignado. Sabía muy bien a qué se refería Christian. Durante el tiempo que llevaba siendo su asistente, había lidiado con un sinfín de personas desagradables, muchas de las cuales sufrían de un marcado complejo de superioridad. Cada encuentro era una prueba de paciencia.
Horas más tarde, Alonzo se encontraba estacionado frente a una imponente mansión situada en las afueras de la ciudad. Observó la información que Christian le había enviado y luego levantó la vista para contemplar la construcción. Era majestuosa, con terrenos extensos que incluían parte de la montaña en la que se encontraba. La entrada estaba a un kilómetro de distancia de la carretera principal, y todo el conjunto irradiaba opulencia. Era sorprendente cómo algunas personas eran capaces de gastar tanto dinero en sus propiedades.
El sonido de un claxon lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza y vio una SUV negra con vidrios polarizados estacionarse junto a su auto. El vehículo, claramente caro y lujoso, indicaba que el cliente era alguien importante. Nervioso, Alonzo se ajustó la corbata y echó un vistazo rápido a su reflejo en el retrovisor, asegurándose de que su apariencia fuera impecable. Satisfecho, bajó del coche y se dispuso a encontrarse con el hombre.
El cliente era alto y vestía completamente de negro: desde sus pantalones de vestir hasta la corbata, pasando por su camisa perfectamente planchada. Llevaba gafas de sol, aunque el sol ya estaba desapareciendo tras las montañas. Su presencia imponía una sensación de autoridad y cierta incomodidad en el ambiente. Quizá fue su imaginación, pero Alonzo sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, como si la temperatura hubiera bajado súbitamente.
—Señor Vega, mucho gusto. Soy el asistente del señor Rylan —dijo Alonzo, extendiendo la mano en un gesto profesional. Sin embargo, el hombre simplemente inclinó la cabeza en señal de reconocimiento, sin hacer ademán de estrechar la mano que Alonzo había ofrecido.
La incomodidad creció, pero justo cuando Alonzo estaba a punto de retirar su mano, el hombre la tomó con firmeza, estrechándola brevemente antes de soltarla.
—Mucho gusto, Alonzo —respondió el hombre con una voz grave y profunda, desprovista de calidez o cortesía.
El cliente se quitó las gafas de sol, revelando unos ojos oscuros y fríos que miraron a Alonzo con una intensidad perturbadora. Aquella mirada penetrante lo hizo sentir pequeño, insignificante, y por un momento, Alonzo deseó estar en cualquier otro lugar.
—Acompáñeme, le mostraré la propiedad —ordenó al hombre, sin esperar respuesta. Vega pasó a su lado con seriedad y elegancia llena de frialdad.
Alonzo, tratando de mantener la compostura, le dió una sonrisa profesional y comenzó a caminar detrás de él. A medida que avanzaban, notó una enorme fuente en el centro del jardín que añadía un toque de elegancia al lugar. El paisaje era espectacular, pero la presencia intimidante del hombre hacía que fuera difícil disfrutarlo.
—La construcción principal tiene dos mil metros cuadrados —empezó Alonzo, tratando de sonar calmado—, y el terreno abarca una hectárea completa. Detrás de la casa principal hay una casa para huéspedes y, más allá, una casa de servicio. Este lugar es ideal para una escapada de fin de semana o para ofrecer a su familia un lugar tranquilo lejos del bullicio de la ciudad.
—No estoy casado, ni tengo hijos —respondió el cliente, cortante.
—Ah, entiendo. Bueno, en ese caso, puede ser un lugar perfecto para disfrutar de la tranquilidad y privacidad —respondió Alonzo, intentando corregirse mientras continuaban hacia la entrada principal.
Los nervios comenzaron a hacer mella en Alonzo cuando se acercaron a la puerta. Sus manos temblaban ligeramente mientras trataba de digitar el código de acceso. Aunque no podía verlo, sentía la mirada del cliente clavada en su espalda, lo que le producía una sensación de creciente incomodidad.
—Los pisos son de mármol de la mejor calidad, con acabados de granito en las paredes. Los techos son de doble altura para darle mayor amplitud a la sala y al comedor —explicó Alonzo mientras le mostraba la espaciosa sala de estar.
El hombre caminaba lentamente por la habitación, sus zapatos resonando con cada paso que daba. Pasó sus dedos por los muebles finos y luego se dirigió hacia la cocina, inspeccionando cada rincón con un aire de indiferencia. Finalmente, giró para mirar a Alonzo.
—¿Vas a seguir fingiendo que no sabes quién soy? —preguntó el hombre de repente, su tono seco y desafiante.
La pregunta tomó a Alonzo por sorpresa. Sus cejas se fruncieron en un gesto de confusión mientras intentaba recordar si alguna vez había visto a ese hombre antes, pero no logró encontrar ninguna memoria que lo vinculara a él.
—¿Debería conocerlo? —preguntó después de unos segundos de reflexión.
El hombre comenzó a caminar lentamente hacia Alonzo, y el sonido de sus pasos hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Alonzo retrocedió un par de pasos, intentando mantener su compostura.
—¿Me tomas por un estúpido? —increpó el cliente, acercándose peligrosamente.
—No, señor, simplemente no lo reconozco. Nunca lo he visto en mi vida —respondió Alonzo, manteniendo su tono profesional aunque el miedo comenzaba a apoderarse de él.
—Siempre he pensado que todos ustedes son unos inútiles —gruñó el hombre—, pero nunca imaginé que enviarían al más incompetente a hacer el trabajo.
La rabia sustituyó rápidamente el miedo que Alonzo había estado sintiendo.
—No sé quién es usted, pero no voy a permitir que me hable de esa manera. Quizás tenga mucho dinero, pero eso no le da derecho a tratarme como basura.
Una sonrisa torcida se formó en los labios del hombre.
—Al menos tienes carácter. Serías demasiado aburrido si, además de incompetente, también fueras cobarde.
—Puede irse ahora mismo y no volver a contactarnos jamás —espetó Alonzo, girando sobre sus talones para marcharse. Pero antes de que pudiera dar más de un paso, el hombre lo agarró con fuerza del brazo, impidiéndole avanzar.
—Dime, ¿cuántos de los tuyos están esperándome afuera? —el hombre apretó su agarre, causando que Alonzo soltara una mueca de dolor.
—¿Está drogado o borracho? —Alonzo intentó liberarse, pero los dedos del hombre se hundieron más en su carne, haciéndolo doblarse del dolor.
—Vas a venir conmigo, cerdo de la Interpol —susurró el hombre al oído de Alonzo.
Antes de que pudiera reaccionar, Alonzo sintió un golpe fuerte en la nuca que lo dejó inconsciente.
Gracias por compartir una de tus pasiones.
Y hacerme adicta a tus historias.
suerte gracias de nuevo a seguir con las historias .
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