Una pareja de esposos adoptan a una niña que según los lugareños es hija de una bruja. Se la quitaron a la mala y ella ha jurado que regresará del más allá a vengarse.
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Juntos en el hospital
Una luz muy fuerte entró por la ventana, como si miles de partículas se esparcieran por todo el cuarto. Yaqui no podía creer lo que veía, de pronto sus ojos se fijaron en una hoja que estaba en la mesa.
La tomó, empezó a leer las primeras líneas. Pero algo más poderoso la obligó a dejar el papel en la mesa, siguió la luz que la llamaba. Todo era muy raro. Tenía mucho tiempo sin recaer, y ahora no sabía en que iba a parar todo eso.
La luz se extendía por un camino muy tenebroso. Los árboles secos indicaban el fin de la primavera. En la oscuridad que reinaba parecía que los árboles le indicaban que se fuera de ahí. Sus grotescas ramas la hacían imaginar que unos brazos deformes le hacían señas. Ella tenía mucho miedo, algo se movía entre los árboles, pero no lograba ver nada.
Y de pronto lo vio, igual que la vez pasada, en un ataúd completamente mutilado.
Eugenio permanecía ahí, cuando ella se le quedó viendo sintió horror al ver que él abría los ojos.
Entonces se sobresaltó y empezó a correr asustada por esa imagen tan deforme. Pero por más que corría no lograba apartarse de ese horror. "Eso" la perseguía por todas partes. Ella estaba al borde de la locura, no entendía por qué le pasaban esas cosas, si ya estaba curada según los doctores.
Lo que más temía es que su esposo, o lo que fuera, la seguía con la vista. De pronto la cosa esa se salió del ataúd y se acercó a ella que gritaba. Con el brazo bueno le tocó el hombro llamándola. Yaqui, Yaqui...
Ella estaba al borde de la locura.
Yaqui, Yaqui, seguían llamándola.
Cuando la cosa esa saltó sobre ella, abrió los ojos, solo para ver a Juanita que le tocaba el hombro.
Cálmese señora, solo fue una pesadilla.
Es que parecía muy real, por favor, no te separes de mí, tengo miedo.
Está buen, aquí me quedaré hasta que se duerma. Le serviré un poco de agua.
Si, por favor.
Juanita le sirvió la poca agua que quedaba en la jarra.
Esperó hasta que Yaqui se durmiera nuevamente y salió de ahí.
Entonces Yaqui abrió los ojos, tomó el papel sobre la mesa y lo leyó resuelta.
"Hola, Yaqui: espero que no me hayas olvidado, lo que hicieron tú y tu esposo no tiene nombre. Quiero que sepas que de nada te sirvió haberle servido de monigote, él te engaña con una mujer más joven. Ellos merecen una muerte espantosa, por haberte sido infiel, después que tú le dedicaste todo tu tiempo.
Aunque tengas esa enfermedad, le has dado todo tu amor.
Haz lo que tengas qué hacer, confío en que lo harás bien.
Yo sé lo que te digo, atte. Luisa, "la bruja".
Yaqui sintió como si miles de agujas entraban en su cuerpo, una rabia feroz, jamás pensó que su esposo le fuera infiel. Y menos con una chica mucho menor que ella.
"Me las pagarás, ya veré la forma de vengarme de ti".
Yaqui estaba fuera de sí, su esposo le había dicho saldría de viaje, pero había comprendido que eran mentiras. Pronto tomó una decisión con respecto a eso.
Lo haría en cualquier momento. Yaqui empezó a oír voces en su interior. En todo ese tiempo que estuvo internada ya no las había escuchado.
"¿Por qué me siguen molestando? ¿Acaso me siguieron hasta acá?, por favor, dejen de molestar.
.
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Esa noche cuando llegó Eugenio, Juanita le salió al encuentro; señor, no he podido controlar a la señora, está muy mal, ni el sedante le ha hecho efecto, ha tomado agua, pero ni eso la calma.
Vamos. Ambos subieron, Yaqui estaba irreconocible, estaba rompiendo todo lo que estaba en su cuarto.
¡Yaqui! ¿Qué te pasa? Entre los dos la detuvieron.
¡Suéltame, mal nacido!, dijo Yaqui, soltándose de un empellón.
¡Yaqui, por Dios, contrólate!, Eugenio estaba muy asustado.
¿Estás asustado?, ya sé que me engañas y que tienes un hijo. ¿Hasta cuándo pensabas decirme?
¿Cómo... cómo te enteraste?
¡Eso no importa!
Entonces agarró un pedazo del espejo roto y, tomándolos por sorpresa se lo encajó a Eugenio en un costado.
Este cayó al suelo, Juanita trató de ayudarlo, pero Yaqui también a ella le encajó el vidrio.
Al hacer eso salió despavorida de la casa, perdiéndose en la inmensidad de la noche.
Ahí quedaron dos cuerpos desangrándose.
Flor oyó ruidos arriba y, venciendo su miedo fue a ver que pasaba.
Al ver a Eugenio y a Juanita tirados en el piso...
¡Perla!, gritó.
Perla acudió al oír los gritos de Flor.
¿Qué sucede, Flor?, al entrar al cuarto ahogó un grito de terror.
¡Rápido, una ambulancia!
Perla inmediatamente llamó a la ambulancia, que llegó diez minutos después...
Los paramédicos los checaron, están bien, débiles, pero se salvarán.
Al llegar al hospital, inmediatamente los recibieron, llevándolos a la sala de operaciones.
La policía llegó en ese momento, aunque eran las 10 de la noche, ellos siempre estaban al pendiente.
Flor y Perla, estaban asustadas.
¿Me pueden decir qué fue lo que pasó?, ¿quién hizo esto?
Flor respondió: No estoy segura, pero creo que fue la señora Yaqui, ella está muy mal de los nervios. Últimamente, ha estado muy mal, a pesar de que ya salió de ese lugar.
¿Y dónde está ella?
Eso no lo sé, ha huido.
No se preocupe, la buscaremos hasta por debajo de las piedras si es posible.
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Alejandra luchaba por salir de ese lugar, pero ya casi se le acababan las fuerzas. Llevaba dos días allí, tenía mucha hambre. Ya había acabado con lo que habían comprado de la despensa. Por más que gritaba nadie la escuchaba.
De pronto oyó pasos por ahí cerca...
¡Auxilio!, ¡Socorro!
Del otro lado de la puerta alguien contestó: ¿Hay alguien ahí dentro?
¡Estoy encerrada, por favor, ayúdeme!
Voy a tirar la puerta. Por favor, hágase a un lado.
Alejandra se hizo a un lado.
El hombre y su compañero tomaron un tronco grueso que había por ahí y entre los dos empujaron la puerta.
Dos intentos más hasta que la puerta se abrió.
Alejandra estaba en un estado deplorable, dos días habían bastado para minar su salud.
La llevaré al hospital, mientras tú avísale a mi esposa, en cuanto la deje ahí regreso.
Así las cosas, en el mismo hospital estaban internados, Eugenio, Juanita y Alrjandra.