La Puerta Negra

Diana salió de la ducha y fue directo a secar su largo cabello, luego se colocó unos de los vestidos que había en su clóset. Lo que ella no sabía era que toda su ropa nueva había sido elegido por Diego. El se encargó detalladamente de elegir casa una de las piezas pensado como le quedaría en su bello cuerpo.

Al llegar al comedor ya todo estaba listo, él quedó observando cada rincón de su cuerpo. Estaba hermosa así con di cabello suelto, sin maquillaje, ella no necesitaba de mucho para estar perfecta, si belleza era natural y no solo por fuera sino también su interior. Diego lo sabía, sabía que está chica era única, pocas veces tendría la oportunidad de enamorarse, así mismo enamorarse.

El sabía que estaba enamorado de ella y sin remedio. En una mezcla de sentimientos y deseo de no perderla terminó confesado nuevamente su amor hacia ella. Así son más, aún no había llegado a la mesa cuando le soltó todo, sin tiempo a respirar siquiera. Ella sentía lo mismo, pero por razones obvias se había resistido a aceptarlo. Pero ya no más. Lo intentaría.

Diana terminó aceptando la propuesta, sólo con una condición. Que fuera sincero con ella y no la traicionara. El día que sintiera la necesidad de hacerlo se lo confesara. El le pareció un trato justo y en su corazón sabía que por ella lo haría. Así sin previo aviso fue hacia ella con toda la emoción del momento y la beso.

La besó con ganas, ella respondió el beso con la misma intensidad. Se acopló perfectamente a su boca, como si fuera nacido para ser su novia. Nada indicaba que fuera inespecta en esto del amor. Diego al besarla sintió tanto amor, deseo, adrenalina como jamás nadie lo hizo sentir. El estaba completamente rendido ante esta mujer.

Diego se separó de Diana ya que de seguir besándola no podría ser capaz detenerse de llegar a otras cuestiones para las cuales Diana aún no estaba lista. Aunque al dejarla de besarla juraría que ella hizo un quejido de desaprobación pero igual lo hizo. Quería si bien y la cosa iría poco a poco, ella solo se merecía lo mejor.

Luego del almuerzo fueron al balcón del apartamento, tomaron asiento juntitos en un sofá que allí había y miraron el paisaje, mientras conversaban de temas sin importancia. Diana se sentó entre las piernas de Diego y colocó su espalda en su abdomen, el le tendió los brazos entre sí cintura y ahí estuvieron por horas.

Para Diana estar tan cerca de él era una mezcla de sentimientos nuevos, incluso muchos que no sabía que existían. Se sentía muy bien estar cerca suyo, le gustaba todo de él, su olor, si voz,su tacto, todo el. Solo esperaba haber tomado la decisión correcta y que Diego no lo hiciera sufrir, su corazón no podría soportarlo. Antes cuando se resistía, al menos tenía una coraza, ahora en cambio lo deseaba con cada fibra de su ser.