Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 13 : Planes y Propuestas
La mansión estaba inmersa en un aura de serenidad vespertina, interrumpida solo por el susurro del viento y el suave canto de los pájaros. En la amplia sala de estar, Mauricio y Samanta estaban sentados, disfrutando de una tarde tranquila. Samanta hojeaba una revista mientras Mauricio revisaba unos documentos. Todo parecía en calma, hasta que Tania hizo su aparición.
Tania entró con su habitual energía, rompiendo la tranquilidad del momento. Llevaba un vestido rojo ajustado que contrastaba con la sobriedad del ambiente, y su sonrisa resplandeciente ocultaba la tensión que siempre surgía entre ella y Samanta.
—¡Hola a todos! —saludó Tania, depositando un rápido beso en los labios de Mauricio antes de dirigirse hacia Samanta—. Tengo una idea maravillosa que creo que a todos les gustará.
Samanta levantó la vista, con una mezcla de curiosidad y cautela. —¿Qué idea, Tania?
—Estaba pensando que, dado que Samanta tiene que considerar sus opciones para cumplir con la cláusula del testamento, deberíamos organizar una reunión para conocer a algunos posibles candidatos. Sería una forma divertida y práctica de ver qué opciones hay —propuso Tania, su voz llena de entusiasmo.
Mauricio frunció el ceño, incómodo con la idea. —No estoy seguro de que eso sea necesario. Samanta aún necesita tiempo para pensar y procesar todo esto.
—Lo entiendo, cariño, pero el tiempo corre. Y cuanto antes conozca sus opciones, mejor podrá decidir. Además, una reunión puede ser una manera relajada y amistosa de conocer a algunas personas —insistió Tania, mirando a Samanta con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Samanta miró a Mauricio, buscando apoyo. —No sé, Tania. No estoy segura de querer conocer a posibles candidatos de esa manera.
Tania se sentó junto a ella, adoptando un tono más persuasivo. —Samanta, esto no tiene que ser una presión. Piénsalo como una oportunidad de hacer nuevos amigos y de ver qué hay por ahí. No tienes que decidir nada en ese momento.
Mauricio suspiró, sabiendo que, aunque la idea no le agradaba, Tania tenía un punto. —Tal vez podríamos considerarlo, Samanta. Podríamos establecer algunos límites y asegurarnos de que no sea incómodo para ti.
Samanta asintió lentamente, viendo la lógica detrás de la propuesta, aunque no le gustara del todo. —Supongo que podríamos intentarlo, siempre y cuando todo esté bajo control.
Tania aplaudió, visiblemente satisfecha. —¡Perfecto! Me encargaré de todos los detalles. Será una velada maravillosa, lo prometo.
***
Los días pasaron rápidamente, y la organización de la reunión estaba en pleno apogeo. Tania, con su habitual eficiencia, había coordinado cada detalle, desde la lista de invitados hasta la decoración. Mauricio observaba con una mezcla de preocupación y resignación, esperando que todo saliera bien para Samanta.
La noche de la reunión llegó, y la mansión se transformó en un escenario de elegancia y sofisticación. Las luces cálidas creaban un ambiente acogedor, y las mesas estaban adornadas con centros de mesa florales que añadían un toque de frescura.
Samanta estaba en su habitación, preparándose con la ayuda de su amiga Sofía. Se había decidido por un vestido azul claro que realzaba su figura y le daba un aire de sofisticación juvenil. Mientras Sofía la ayudaba con los últimos detalles, ambas charlaban nerviosamente.
—No puedo creer que esto esté pasando —dijo Samanta, ajustando un mechón de su cabello—. ¿Qué pasa si ninguno de los chicos me agrada?
Sofía le dio un apretón de manos, sonriendo tranquilizadora. —Solo tienes que ser tú misma, Samanta. No tienes que impresionar a nadie. Si no te gustan, eso está bien. Esta es solo una forma de conocer a más personas.
Samanta asintió, tratando de calmar sus nervios. —Tienes razón. Además, sé que Mauricio estará allí para apoyarme.
—Exactamente. Y yo también estaré aquí contigo —respondió Sofía, dándole un último toque a su maquillaje—. Ahora, vamos a bajar y disfrutar de la noche.
Al bajar las escaleras, Samanta sintió una oleada de ansiedad mezclada con emoción. La sala estaba llena de gente, la mayoría de ellos desconocidos para ella. Mauricio la esperaba al pie de la escalera, sonriéndole con orgullo y apoyo.
—Te ves hermosa —dijo Mauricio, ofreciéndole su brazo.
—Gracias —respondió Samanta, sintiéndose un poco más segura al estar a su lado.
Tania los recibió con una sonrisa radiante, visiblemente satisfecha con el resultado de sus esfuerzos. —Samanta, déjame presentarte a algunos de nuestros invitados.
Samanta pasó la noche conociendo a varios jóvenes, todos ellos presentados por Tania como posibles candidatos. Algunos eran encantadores, otros un poco arrogantes, pero en general, todos parecían interesados en conocerla. Mauricio se mantuvo cerca, observando cada interacción con atención.
En un momento dado, Samanta se encontró hablando con un joven llamado Alejandro, que parecía bastante agradable. —Así que, ¿cómo te sientes con todo esto? —le preguntó Alejandro, notando su nerviosismo.
—Es un poco abrumador, para ser honesta —admitió Samanta—. Pero estoy tratando de tomarlo con calma.
Alejandro sonrió comprensivo. —Lo entiendo. Solo sé tú misma. Al final del día, eso es lo que realmente importa.
La conversación fluyó con facilidad, y Samanta se sintió aliviada al encontrar a alguien con quien pudiera hablar cómodamente. Mientras tanto, Mauricio observaba desde la distancia, sintiéndose un poco celoso pero al mismo tiempo contento de ver a Samanta sonriendo.
Tania, por otro lado, estaba encantada con cómo se estaba desarrollando la noche. —Ves, Mauricio, esto no está resultando tan mal después de todo —dijo, acercándose a él.
—Sí, parece que Samanta se está adaptando bien —admitió Mauricio, aunque con una leve preocupación en su voz.
—Todo saldrá bien. Ella es una chica fuerte —respondió Tania, dándole un beso en la mejilla.
***
La noche continuó con risas, conversaciones y música suave de fondo. Samanta disfrutó más de lo que había esperado, aunque aún sentía la presión de la situación. Cuando la reunión llegó a su fin, se despidió de los invitados, agradeciéndoles por venir.
Una vez que todos se habían ido, Samanta, Mauricio y Tania se reunieron en el salón, agotados pero satisfechos.
—Bueno, ¿qué te pareció la noche? —preguntó Mauricio, buscando la opinión de Samanta.
—Fue mejor de lo que esperaba. Conocí a algunas personas interesantes —respondió Samanta, sincera—. Aunque todavía no estoy segura de qué hacer a largo plazo.
—Lo importante es que diste el primer paso. Ahora tienes una mejor idea de lo que hay por ahí —dijo Tania, sonriendo.
—Sí, supongo que tienes razón —admitió Samanta—. Gracias por organizar todo esto, Tania.
—De nada. Estoy aquí para ayudar en lo que necesites —respondió Tania, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Mauricio notó la leve tensión entre las dos, pero decidió no intervenir. —Bueno, ahora que la noche ha terminado, todos necesitamos descansar. Fue un largo día.
Samanta asintió, sintiéndose aliviada de que todo hubiera terminado. —Sí, creo que iré a dormir. Gracias de nuevo, a ambos.
Mientras Samanta se dirigía a su habitación, Mauricio se quedó un momento más con Tania, agradeciéndole por sus esfuerzos. Pero en el fondo, sabía que este solo era el comienzo de un camino lleno de decisiones difíciles y desafíos.
A medida que los días avanzaban, Samanta seguía reflexionando sobre sus opciones, sabiendo que, sin importar lo que decidiera, tendría el apoyo incondicional de Mauricio y, en cierta medida, de Tania. La vida en la mansión continuó, con sus altibajos, mientras todos navegaban por las complejidades de su situación única.