Ashley Larson, una joven estadounidense que, sin saberlo, se convierte en el peón de un cruel juego de venganza orquestado por Andreas Kostas Papadopoulos, un empresario griego consumido por la obsesión y el rencor. Después de la trágica muerte de Anabel, la hermana mayor de Ashley y el amor perdido de Andreas, él trama un plan diabólico para hacerle pagar, seduciendo y casándose con Ashley, quien guarda un asombroso parecido con Anabel.
Después de medio año de matrimonio Ashley sufre un "accidente", que la hace perder su embarazo y su pierna. Lo que sumerge a Ashley en una depresión y un descenso terrible, pero después de tocar fondo solo puede subir y ella lo lograra a lo grande. Y va a vengarse del hombre que la arruino la vida.
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Capítulo 22
Constantinos estaba en el borde del campo de cricket, su uniforme blanco impecable contrastando con el verde del césped. La tensión del momento se palpaba en el aire. Su amigo Adam se acercó, colocando una mano reconfortante en su hombro.
—Suerte, Constantinos —le deseó Adam con una sonrisa alentadora.
—Gracias, tú también —respondió Constantinos, devolviéndole la sonrisa antes de salir al campo, donde el juego estaba por comenzar.
Mientras tanto, en las gradas, Dimitris y Nikos estaban sentados, ambos vestidos con los uniformes de la escuela: camisas blancas pulcras, corbatas con el emblema de la escuela, pantalones grises y blazers a juego. Los dos hermanos compartían una caja de palomitas, observando el partido con interés.
Nikos, con una mirada traviesa, se volvió hacia Dimitris.
—¿Te gustó el chico de anoche? —preguntó, refiriéndose a Felix.
Dimitris, sorprendido por la pregunta, se sonrojó inmediatamente.
—¡Claro que no! —exclamó, tratando de disimular su turbación.
Nikos sonrió, viendo a través de su hermano.
—Sí te gustó, el turco —insistió, provocando que Dimitris se pusiera aún más rojo.
—¡Que no, Nikos! —Dimitris empujó a su hermano juguetonamente, intentando cambiar de tema.
Pero Nikos no se dejó disuadir tan fácilmente.
—No hay problema en que te guste un chico, Dimi —continuó, con una voz calmada y aceptante—. Y, además, hay que admitir que el chico era muy guapo.
Dimitris, sintiéndose acorralado por la conversación, cubrió sus oídos, negándose a escuchar más.
—¡No quiero hablar de eso! —protestó, aunque en su interior, una voz le susurraba, cuestionándose sobre su propia reacción. Nunca antes se había sentido así, especialmente por un chico.
La mezcla de confusión, negación y revelación interna marcó el momento para Dimitris, mientras seguía observando el partido, intentando enfocarse en el juego y no en las turbulentas emociones que le había provocado el encuentro con Felix.
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En el contraste de las emociones y situaciones, Ashley se ajustaba la ropa con suavidad y elegancia, mientras que Elena también se vestía después de su apasionado encuentro en la oficina. Se habian remolcado sobre el sofá de cuero negro de Elena.
Ashley, con una mezcla de firmeza y cuidado, se acercó a Elena, mientras se pasaba una mano por su cabello.
—Esto no debería repetirse —le dijo Ashley, su voz baja pero firme.
Elena la miró confundida, justo cuando Ashley se inclinó y susurró:
—En la oficina, quiero decir.
Elena sonrió, entendiendo la distinción.
—Entonces, ¿esta noche en mi casa? —propuso con un tono de esperanza.
Ashley negó con la cabeza.
—Estoy muy ocupada... pero tal vez más adelante —respondió, dejando la posibilidad abierta.
Saliendo de la oficina con una sonrisa triunfal, Ashley sintió que estaba avanzando en su plan.
Su siguiente parada era el Café Regency, donde Ethan Thompson la esperaba. Ethan era el "representante" de la compañía interesada en los softwares de Kostas Holdings. Joven, de unos 23 años, Ethan tenía la apariencia de un modelo: alto, con cabello castaño oscuro peinado hacia atrás, ojos azules penetrantes y una sonrisa encantadora que irradiaba confianza y carisma.
Al llegar, Ethan saludó a Ashley con un apretón de manos firme y una sonrisa cautivadora.
—Ashley, ¿Cuánto tiempo sin verte?. Pero vamos a empezar, soy todo oídos. Dime, ¿qué necesitas? —preguntó, su voz suave pero con un tono de negocio subyacente.
Ashley se sentó frente a él, evaluando al joven que tenía delante. Su apariencia impecable y su actitud profesional la hicieron reflexionar sobre cómo podría aprovechar esta interacción para avanzar en sus objetivos.
Con cada movimiento y palabra, Ashley maniobraba con cuidado en el juego de poder y estrategia, consciente de que cada encuentro era un paso más en su camino hacia la venganza y el control.
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En el campo de cricket, Constantinos se encontraba en pleno juego. Vestía el uniforme blanco tradicional, prístino y perfectamente ajustado, resaltando su figura atlética. Constantinos se movía con una concentración intensa, cada gesto y paso calculado para maximizar su rendimiento. El sol bañaba el campo, creando sombras nítidas que se movían con los jugadores. Constantinos, con el bate en mano, se preparaba para enfrentar al lanzador del equipo contrario. La tensión era palpable en cada mirada y posición de los jugadores, todos enfocados en el duelo entre bateador y lanzador.
Mientras, en las gradas, Dimitris y Nikos continuaban su conversación. Nikos, con un tono de hermano comprensivo, le decía a Dimitris:
—No hay nada de malo en que te guste un chico o una chica, Dimi. La cuestión es cómo te sientes tú al respecto.
Dimitris suspiró profundamente, la confusión y el descubrimiento reflejados en su expresión.
—No es solo eso, es… es nuevo para mí, ¿sabes? Todo esto —confesó, Dimitris consternado.
Dimitris suspiro, apoyando su cabeza en sus manos, la mirada perdida en el campo donde Constantinos jugaba.
—¿Crees que Constantinos ganará? —preguntó, buscando cambiar ligeramente el tema.
Nikos siguió la mirada de Dimitris hacia el campo, observando a su hermano mayor prepararse para el próximo lanzamiento.
—No lo sé, Dimi. Tal vez. Él es bastante bueno en esto, ¿no? —respondió, intentando alentar a su hermano y desviar la conversación de temas más complejos.
En el campo, la bola fue lanzada y Constantinos, con un movimiento rápido y preciso, golpeó la bola enviándola lejos, ganando los aplausos de los espectadores. Su habilidad en el juego era evidente, mostrando su destreza y su capacidad para mantenerse calmado bajo presión.
Los hermanos observaban, cada uno sumergido en sus pensamientos personales pero unidos por el juego que se desarrollaba frente a ellos. Dimitris, aunque preocupado por sus propios dilemas internos, no podía evitar sentirse orgullo de la habilidad de Constantinos en el cricket, un deporte que exigía tanto destreza física como mental.